“Desde mis primeras funciones en el subsuelo de la librería Gandhi, aprendí que la paciencia es atributo fundamental para esta tarea” dice la actriz y narradora Ana María Bovo, una de las pioneras del género en el país, quien celebra este año tres décadas de labor profesional. Desde sus comienzos confió en el “boca a boca” para atraer desde la calle lo que ella hacía en el sótano. Y no se equivocó: “Poco a poco, fueron llegando los primeros espectadores y tres años después, los primeros críticos”, describe hoy el resultado de aquella apuesta.

En la librería donde estrenó sus primeros espectáculos, Bovo también comenzó su labor cono docente: a partir de aquellos talleres y de su experiencia en La Escuela del Relato, espacio de formación que fundó y dirigió, la artista fue elaborando una metodología orientada a construir lo que denomina Teatro del Relato. Es que Bovo no solamente interpreta textos literarios enmarcados en una dramaturgia propia (como en Así da Gusto, Maní con Chocolate y Humor Bovo), sino que  también es directora teatral y novelista. Luego de haber publicado Rosas colombianas, este año dará a conocer su segunda novela, La mujer del tiempo (Emecé). 

Los festejos de los 30 años de Bovo con la escena comienzan con la reposición de un espectáculo estrenado el año pasado, Sucesos literarios argentinos. Así, por solamente 6 funciones, desde el próximo domingo la actriz se presentará en el Centro Cultural de la Cooperación de Corrientes al 1500. En esta creación, Bovo personifica a una mujer que en el sótano de una librería de viejo ensaya cómo decir textos literarios antes de grabarlos, con la idea de rescatarlos del olvido. Con ese fin elige los relatos entre aquellos que fueron escritos por autores poco conocidos o entre los cuentos de autores consagrados que ya no tendrán una nueva edición. Esta suerte de justicia poética que la empleada decide concretar transcurre, como señala Bovo en la entrevista con PáginaI12, en la soledad de un sótano y con el destino final de un precario CD, a contrapelo de las obras que logran reconocimiento mediático.

 “Ella ensaya porque necesita hacerse cargo de los cambios de voces, de las tensiones que hay entre los personajes, de las descripciones, de todo eso que está escrito en forma lineal en un relato”, explica la narradora. “Por eso necesita imaginar que está en el lugar donde el relato sucede”, detalla refiriéndose a los paneles tapizados de hojas impresas que le sirven a la actriz para recrear los espacios de cada cuento.  El primero es “La felicidad”, de Angel María Vargas, santafesino afincado en La Rioja que cuenta los avatares de un caserío que va siendo diezmado por la crecida de un río, ante la indiferencia de las autoridades provinciales: “la mirada comprensiva sobre el dolor de la gente es lo que más me gusta de él”, sostiene la narradora. De Esther Cross incluyó “La divina proporción”, un relato que, según Bovo, le impone la obligación de esquivar el estereotipo (“Le tengo temor estético a los estereotipos”, afirma) y ponerle voz al recorrido imprevisible del personaje. Y desde una perspectiva gestual masculina Bovo interpreta “Verde y negro”, de Juan José Saer, el relato de un adolescente que es abordado sexualmente por una mujer mayor. Otros autores seleccionados son Javier Villafañe, Isidoro Blaisten y Daniel Moyano, cuyo cuento “Unos duraznos blancos y muy dulces” enlaza la niñez del autor en Alta Gracia con las presencias de Ernesto Guevara y Manuel de Falla. 

–¿Cómo surgen los espectáculos donde usted narra desde un marco teatral? 

–Van surgiendo de imágenes fragmentarias que tengo, que representan una escena de la puesta. Nunca puedo hacer que un texto aparezca “flotando” en el vacío. En este caso tuve la imagen del sótano de una librería de viejo y luego pensé en una mujer que recopila voces con la idea de resguardar textos del olvido, porque no van a ser editados nuevamente.

–¿Pensó en Fahrenheit 451 la novela de Ray Bradbury en la que se memorizan los libros que el gobierno quema?   

–Sí, también fue un punto de partida. Sólo que no quería tener la pretensión de referirme a la memoria de la humanidad. 

–¿Visita librerías de viejo?

–Sí, voy a veces a buscar algo determinado o simplemente para revisar las bateas. Me gusta ver los libros apilados, las hojas sueltas, ese mundo de libros que han vivido de mano en mano. También ver el criterio de exposición de los libros que tienen esas librerías: al frente lo que se piensa que atrae y, más al fondo, el caos de las bateas. 

–¿Encuentra material para sus espectáculos en esos lugares?

–Sí, muchas veces. Pero además me gusta experimentar la libertad de manipular esos libros, mirar si tienen dedicatorias, encontrar alguna flor seca o un boleto capicúa entre sus páginas. Siempre pienso que cuando leemos los subrayados que hizo el anterior dueño del libro encontramos un mensaje de aquél que leyó esa página antes que nosotros.

–¿También va a las librerías de libros no usados?

–Sí, pero me abruman con las novedades. Cuando veo todos esos libros de autores que no conozco, con sus fajas de haber vendido muchos ejemplares me siento en deuda porque me parece que es un mundo inabarcable. En cambio, en las librerías de viejo están los libros que resistieron el paso del tiempo.

–¿Qué implica, según su espectáculo, un suceso literario?

-Un suceso literario es, para mí, descubrir a un autor desconocido o encontrar un cuento poco conocido de un autor consagrado. Por eso este espectáculo reúne plumas ignotas o afamadas que no se han vuelto a editar. El suceso no tiene que ver con el nivel de venta sino con el hecho de rescatar a una joya literaria.

–¿Qué cuenta su novela La mujer del tiempo?

–Mi nueva novela transcurre en una colonia de inmigrantes en la pampa santafesina, alrededor de los años 50. Es la historia de una pareja que a pesar del recíproco deseo –cuatro años de noviazgo y llegan vírgenes al matrimonio– no puede consumar su relación una vez casados. Ella se muda al pueblo de él y a la casa de su suegra, y en ese “exilio” sobrelleva el deseo y padece la prohibición del sexo.

–¿Cuál es el motivo de esta prohibición? 

–Un secreto personal de su infancia le impone ese mutismo corporal que la vuelve físicamente inabordable para él. Son dos años de lucha y de espera en la vida de Valerio y Elena, hasta que del modo más inesperado, lograrán encontrarse.

–Está escribiendo un nuevo espectáculo…

–Sí,  tiene como sustento conceptual y estético el arte que Ernst Lubitsch tenía para eludir la censura, a través de su sutileza narrativa. Se cuenta que en las películas donde usaba la comedia como recurso para hacer protesta social, para burlarse de los poderosos o para mostrar el erotismo y el desenfado de una mujer, era tan refinado que la censura no sabía donde cortar. Que era como cortar un perfume. 

–¿Se trata de un homenaje?

–Será un tributo a los grandes guionistas que en la ferocidad del ambiente de Hollywood apostaban a la fuerza, al poder de un guión y a la inteligencia de los espectadores y espectadoras. Como Billy Wilder, que al morir Lubitsch, colgó un cartel en su oficina, que miraba siempre a la hora de escribir una escena. El cartel decía: “¿Cómo lo haría Ernst?” Eso mismo me pregunto mientras escribo mi nuevo espectáculo.

* Sucesos literarios argentinos, Centro Cultural de la Cooperación  (Corrientes 1543), desde el 19 de febrero, los domingos a las 20 hs.