El dólar registró una reducción del 5 por ciento en junio. El riesgo país anotó una baja del 14. Las acciones subieron 21 y los bonos avanzaron hasta el 10 por ciento. El cierre del mes fue positivo para el mercado. Este panorama tan amigable a menos de dos meses para las elecciones no lo podría haber imaginado ni el Garcilaso de la Vega de las finanzas porteñas. Los inversores ahora se enfrentan a una nueva encrucijada. Deben planificar la segunda mitad del año respondiendo la siguiente pregunta: ¿dólar está caro o barato?

La probabilidad de adivinar el recorrido de la divisa en el corto plazo es casi cero. Esto no impide que la situación pueda analizarse con el foco en los problemas estructurales. Las estadísticas cambiarias muestran un dato interesante: el tipo de cambio real de septiembre pasado equivale a tener ahora un dólar de 53 pesos. La divisa cotiza unos 10 pesos por debajo del pico del año pasado y alienta de nuevo expectativas de devaluación. El precio del dólar en 43 pesos parece una oportunidad de compra para cada vez más inversores

La tranquilidad cambiaria de las últimas semanas se percibe como la excepción en lugar de la regla para lo que resta del año. Los motivos que la explicaron son tres. El acuerdo del Banco Central con el Fondo Monetario Internacional para intervenir vendiendo reservas ante saltos abruptos de la cotización. El optimismo mundial con las economías emergentes (por los posibles cambios en la política monetaria de la Reservas Federal). El flujo de oferta extraordinaria de divisas en el mercado interno (combinación de la venta de dólares del complejo agroexportador, el Tesoro e inversores de corto plazo).

La cuestión es de manual. La estabilidad no fue resultado de una disminución de la demanda de moneda extranjera de la población. Los datos del balance cambiario precisan el  desequilibrio estructural. Las compras brutas de dólares del sector privado volvieron a ubicarse en el segundo trimestre en los niveles más elevados de los últimos 200 meses (17 años de estadísticas de la autoridad monetaria). Entre marzo y mayo se compraron casi 9000 millones de dólares. La cifra representa el 15 por ciento de las reservas.    El aspecto central en estos meses fue que no hubo un freno en la dolarización. La economía recibió ingresos extras de divisas en las últimas semanas y moderó la inseguridad cambiaria en el corto plazo. Pero los pronósticos de un dólar quieto para los próximos meses es más deseo que realidad. No existe economía en el mundo en la que los plazos fijos ganen 4 por ciento en moneda dura todos los meses sin generar tensiones de tipo de cambio en el mediano plazo. Ni existe una economía con inflación cercana al 60 por ciento anual y tasas de interés en pesos por encima de 62 por ciento anual que pueda planchar la divisa sin potenciar las expectativas de devaluación.    La evolución del dólar para los próximos meses no sólo genera interrogantes entre los inversores, sino que produce argumentos cruzados entre los consultores. Los economistas de la city empezaron a difundir informes con los escenarios cambiarios para el segundo semestre y muestran que las opiniones se encuentran divididas. Los optimistas apuestan a que la dolarización ya se hizo y que en el Banco Central cuenta con margen para sostener el precio de la divisa al menos hasta octubre. Plantean que tiene un colchón de tasa de interés (podría subirla del 62 actual hasta el pico del 74 por ciento marcado este año), que tiene reservas para intervenir en el mercado y que acumuló contratos de compra de dólar futuro para usar en momentos de incertidumbre.    Los consultores críticos consideran que es irreal pensar en una divisa quieta (principalmente en las semanas previas a las elecciones PASO de agosto). El antecedente que usan es sencillo. El Banco Central vendió 10 mil millones de dólares en divisas en 2015 en seis meses en momentos en el que había controles. Ahora la cuenta Capital no está regulada y el FMI piensa que el mercado cambiario no se debe intervenir con reservas.