Ea megadevaluación, la inflación acumulada en los últimos tres años y medio, la dolarización de las tarifas de los servicios públicos, la recesión y la pérdida de poder adquisitivo del salario empeoraron la distribución del ingreso en la mayoría de las provincias. Los números expresados a través del Coeficiente de Gini y la Brecha de Ingresos no dejan margen a duda: la Argentina se volvió un país más desigual (e injusto) entre diciembre de 2015 y el primer trimestre de 2019, según los últimos datos oficiales consolidados. En promedio, el Coeficiente de Gini empeoró un 9,3 por ciento, mientras que la brecha de ingresos entre ricos y pobres se amplió un 28 por ciento.

El Coeficiente de Gini es una de las maneras de medir la distribución del ingreso y los niveles de equidad o desigualdad entre los sectores de mayores y menores ingresos en una sociedad. Cuanto más cerca de 1 es la fracción, mayor es el nivel de desigualdad de ingresos; cuanto más cerca de cero, más igualitaria.

En 2015, antes de que finalizara el segundo mandato presidencial de Cristina Fernández de Kirchner, el promedio del país indicaba un Gini de 0,409. Para septiembre de 2018 arrojó un valor de 0,424, una variación (negativa) del 4,0 por ciento, mientras que para el primer trimestre de 2019 la desigualdad social se agravó mucho más: el coeficiente de Gini se ubicó en 0,447. De punta a punta empeoró un 9,3 por ciento.

No es sencillo que este indicador presente variaciones considerables de un período a otro; muchas veces los cambios son imperceptibles en términos estadísticos. Pero no siempre. Si de un período a otro existen variaciones considerables, es porque en el medio “pasaron cosas”, como un mega tarifazo (en el caso de la Patagonia fue del 2300 por ciento para la luz y 1500 por ciento para el gas) o el impresionante ajuste cambiario de en más de un 350 por ciento (el tipo de cambio saltó de 9,82 pesos el 9 de diciembre de 2015 a los 44 pesos actuales).

Caídas

El deterioro social durante los últimos tres años y medio se produjo en la mayoría de las provincias. Así lo determinó el informe “Educación, Salud y Condiciones de Vida” elaborado por el Ministerio de Interior, Obras Públicas y Viviendas de la Nación, que conduce Rogelio Frigerio. Del total de jurisdicciones, 15 registraron un deterioro en la distribución del ingreso entre 2015 y septiembre de 2018 (último dato consolidado por provincia en base a la EPH del Indec).

Buenos Aires, bajo la administración de María Eugenia Vidal, pasó de un Coeficiente de Gini de 0,389 a 0,414, es decir un empeoramiento en su distribución del ingreso del 6,4 por ciento. Por otro lado, esta es una de las jurisdicciones donde más aumentó la brecha de ingresos entre ricos y pobres, casi un 29 por ciento.

Uno de los peores resultados se registró en Jujuy, conducida por el radical Gerardo Morales, al pasar de un Gini de 0,358 a 0,420. Esto equivale a decir a que aumentó la desigualdad en un 17,3 por ciento. El problema de esta provincia nunca fue Milagro Sala, presa política desde hace más de 1400 días, como quiso instalar el reelecto gobernador Gerardo Morales ni bien asumió su primer mandato. Sólo basta observar lo sucedido entre 2007 y 2015, donde la distribución del ingreso mejoró un considerable 19 por ciento, al pasar de un Gini de 0,443 a 0,358.

Otras jurisdicciones que empeoraron su distribución del ingreso fueron Catamarca, al pasar de un Gini de 0,374 a 0,448 (20 por ciento), Chaco (7,8 por ciento), Santiago del Estero (6,3 por ciento), Tucumán (5,7 por ciento), Salta (4,7 por ciento), Neuquén (4,5 por ciento), la ya mencionada Buenos Aires (6,4 por ciento), y CABA (1,0 por ciento), entre otras.

Como contrapartida, hubo jurisdicciones que mejoraron su distribución del ingreso. Las dos provincias que quedaron mejor posicionadas fueron La Rioja (0,354), bajo la administración de Sergio Casas y Santa Cruz (0,363). La primera mejoró en un 1,6 por ciento mientras que la jurisdicción gobernada por Alicia Kirchner –quien buscará su reelección en los próximos comicios provinciales que se realizarán el 11 de agosto- lo hizo en un 6,0 por ciento, a pesar de haber sufrido el recorte de recursos de la Administración Central.

Desde el gobierno santacruceño indicaron a Cash que la mejora de este indicador podría obedecer, en parte, a que durante 2016 subsidiaron la totalidad del incremento de la tarifa de luz dispuesto por Nación y que en los años siguientes lo siguieron haciendo, aunque en porcentajes menores.

La grieta

El Coeficiente Gini también mide la brecha de ingresos entre el primer decil –quienes más ganan – y el último, es decir quienes reciben menos ingresos. Para el tercer trimestre del año pasado, el promedio del país indicaba que la distancia entre unos y otros era de 19,3 veces. Y seis meses después, la brecha se amplió a 21 veces. En 2015 era de 16,3 veces. Es decir que desde la llegada de la Alianza Cambiemos a la Casa Rosada se amplió la brecha entre ricos y pobres en un 28 por ciento.

Entre 2011 y 2015 ocurrió todo lo contrario al ciclo socio económico de la Alianza Cambiemos. La brecha pasó de 19,7 a 16,3 veces, es decir que se redujo en un 17 por ciento, mientras que si se incluyen los datos del primer mandato de Cristina Fernández de Kirchner, la brecha de ingresos entre deciles disminuyó un 26 por ciento, según puede leerse en el informe elaborado por el Ministerio de Interior, Obras Públicas y Vivienda.

La Alianza Cambiemos llegó al Gobierno con el relato de marketing de la herencia recibida, con críticas hacia “el populismo”, a los subsidios a las tarifas de los servicios públicos, y a todo lo que pudiera caber dentro de una distribución equitativa de los ingresos. “Le hicieron creer a un empleado medio que con su sueldo medio podía comprarse celulares e irse al exterior”, frase ya célebre de Javier González Fraga, actual titular del Banco Nación, que describe la concepción política y social de Cambiemos.

En mayo de 2015, el Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales de la Universidad de La Plata publicó un informe donde analizó la incidencia de los subsidios en relación a los ingresos de los hogares. Si bien cuestionó que su distribución fuera en porcentajes similares hacia los sectores de mayores y menores recursos, afirmó que “en relación al bienestar, se aprecia un sistema de subsidios progresivos”. Definidos de esta manera, los subsidios a los servicios públicos podrían considerarse salario diferido que mejoró la ecuación de ingresos de cientos de miles de personas en todo el país, situación que se revirtió con la llegada de la Alianza Cambiemos.

A partir de la eliminación de las transferencias de recursos para sostener las tarifas de electricidad, gas y transporte, su dolarización sumado a una inflación elevada y un desempleo que ya se ubica en el 10,1 por ciento, según el último dato del Indec, el macrismo amplió la brecha entre ricos y pobres.

Miseria planificada

Como suele repetir el investigador e historiador Bruno Nápoli, cada vez que en el país ocurren ciclos de fuerte endeudamiento externo, la pobreza aumenta. “Vinieron a hacer lo que están haciendo. Se trata de un grupo de empresarios que vino a hacer lo que están haciendo que es ni más ni menos que una transferencia de recursos de la mayoría de la población a partir de un endeudamiento que es fenomenal”, explica Nápoli.

La pregunta sería: ¿por qué lo hicieron? “La única política antiinflacionaria de este Gobierno fue la recesión; no es que llevan adelante otras políticas y este escenario sería un mal menor dentro de un proyecto de desarrollo. La única política para frenar la inflación fue la de empeorar la distribución del ingreso”, sostuvo la investigadora del Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas, Lucía Cirmi Obón, en diálogo con Cash.

“Apuestan a un modelo de país que no encaja con la Argentina, con costos salariales a la baja, mano de obra barata y abierta al mundo, donde en realidad podríamos ocupar el lugar de un gran mercado interno. En todos los países del mundo hay políticas de ingresos permanentes (no transitorias) pero acá se ataron de manos para regular y encima se propusieron como meta una peor distribución del ingreso para controlar la inflación”, concluyó Cirmi Obón.

Cuando desde el Poder Ejecutivo afirmaban que la población vivía por encima de sus posibilidades, lo hacían para justificar un recorte del gasto público. Con la megadevaluación, el salario mínimo vital y móvil cayó un 53 por ciento entre diciembre de 2015 y mayo de este año, según un informe de la Universidad Nacional de Avellaneda. La desocupación del primer trimestre (10,1 por ciento) fue el doble de la registrada hacia finales de 2015, mientras que la actividad económica cayó un 5,8 por ciento

@spremici.