Desde Santa Fe

Un testigo directo relató ante el Tribunal Oral de Santa Fe que juzga la masacre de Ituzaingó y las Heras los tres hechos que más lo conmocionaron el 19 de enero de 1977, cuando una fuerza de tareas de la dictadura acribilló el edificio y destruyó el primer piso. El blanco del ataque eran cuatro militantes montoneros que ocupaban uno de los departamentos, pero también murió una vecina de enfrente. Oscar Ramayo identificó por fotos y en la sala de audiencias a uno de los imputados en el juicio, el ex oficial del Departamentos Informaciones (D2) de la Policía santafesina Oscar Valdez, a quien dijo haber visto bajar de un auto particular, vestido de civil, con un arma portátil que asoció a una "bazooka", cargarla en el hombro y sumarse al operativo del Ejército y la Policía. Y después, ratificó lo que ya había dicho en 2016 en el primer juicio a los jefes militares que comandaron el asalto, que vio a dos de los perseguidos: un hombre (Jorge Luis Piotti) que salió del edificio y avanzó unos 70 metros por Ituzaingó hasta que lo mataron y una mujer (Ileana Gómez) que cruzó la calle y cayó en la vereda de Las Heras.

Piotti y Gómez eran esposos, en el interior del edificio habían quedado sus hijos, Mariano de un año y Jorge de un mes, que sobrevivieron al asalto. Y sus compañeros  Osvaldo Pascual Ziccardi y Carlos Frigerio. En el juicio, están imputados tres militares: el coronel Ramón Recio, el sargento Jorge Balla y el cabo Luis Alfredo Gómez y siete policías, entre ellos Valdéz, por el  "homicidio" de Piotti, Gómez, Ziccardi y Frigerio que es "doblemente calificado" por su "alevosía" y "el concurso premeditado" de los atacantes.

En 1977, Ramayo tenía una gomería en Belgrano y Santiago del Estero, muy cerca del edificio atacado. Llegó en su bicicleta tras atravesar el cerrojo. Al galpón de enfrente, de empresas de colectivos -que aún está-, lo habían convertido en centro de operaciones de la represión. Intentó abrir su local, pero un soldado de guardia le dijo que debía cerrarlo. Que a una cuadra habían acorralado a una célula de Montoneros "y hay una baja". "Había mucha tensión, un constante ir y venir de vehículos". Un cuadro de "histeria", lo describió.

En un momento, Ramayo escuchó "un griterío  muy grande". Caminó hasta Ituzaingó y vio un hombre caído a unos 20 o 30 metros, sobre la vereda norte. "Era delgado, de tez blanca, estaba en calzoncillos, boca abajo", dijo al describir a Piotti. Lo sorprendió que hubiera "superado la barrera de vehículos" militares que cortaba la calle y cayera a 70 metros del edificio que atacaban. "Estaba caído con una pierna extendida y la otra replegada sobre la espalda". "Escuché muchos gritos de alegría, de triunfo", relató. El festejo de la muerte.

Ramayo volvió a su gomería, miraba por la ventaja cuando un Chevy clarito estacionó  frente a su local. El conductor abrió el baúl y sacó un arma portátil que él asocia a una "bazooka", se la puso en el hombro y corrió hacia el edificio.

Ante una pregunta del fiscal Martín Suárez Faisal, Ramayo dijo que él conocía al conductor de ese vehículo. De pibes habían sido rivales en el básquet, en inferiores. "Era muy alto, grande, para nosotros, un monstruo", lo dibujó. "Cuando lo ví, lo identifiqué inmediatamente".

-¿Cómo se llamaba?-interrogó el fiscal.

-Valdez, lo conocía por el apellido -respondió.

El tercer hecho que impactó a Ramayo lo observó desde la esquina de Gobernador Candioti (que es paralela a Ituzaingó) y Las Heras. A una cuadra,  vio que "una mujer salió del edificio y la balearon en la calle". Era Ileana Gómez. "Levantó los brazos, gritó y la balearon". "Este fue el tercer hecho notorio", dijo. Antes de eso había escuchado algunos disparos, hasta que "esa mujer salió a la calle, gritó y le dispararon".