La euforia de un posible acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea parece haber expuesto el inconsciente de muchos empresarios y referentes de la economía. Gustavo Grobocopatel, uno de ellos, a quien conozco, es un hombre de cualidades reconocibles. Suele aceptar de buen gusto la conversación con los que piensan distinto. Es abierto y apasionado. Apunto en estas líneas una divergencia con él: esta vez se salió de las casillas y utilizó una frase infeliz que a muchos nos hizo ruido. Dijo: “Hay que permitir que haya sectores que desaparezcan”.

Sin sobreactuaciones le podemos pedir cierta prudencia en el uso del término “desaparecer”, por la evidente sensibilidad que produce la frase. Tomándola sin contexto podríamos decir que nuestras históricas elites pasaron de promover la desaparición de obreros hace cuarenta años a la desaparición de ramas productivas. Pero no tengo dudas de que Grobocopatel es un hombre de la democracia, más allá de este lapsus, y por eso dirijo estas palabras.

Como dijo el periodista Martín Rodríguez, el acuerdo UE y Mercosur funcionará más como un ordenador de la política oficial en campaña que del futuro económico del país. “Organiza el sentido de este primer mandato de Macri tan flojo en materia de resultados, le otorga una pequeña victoria en su idea de mundo (después de los Mini Davos y G20, donde aparecíamos como el Salón de Usos Múltiples del Mundo), organiza su pedagogía cruel en torno a productivos y subsidiados, y les coloca en la boca en esta campaña en que no pueden hablar de presente, la palabra ‘futuro’”, apunta Martín.

Pese a la euforia inicial de algunos empresarios argentinos, se fueron poniendo paños fríos y pedidos de “prudencia” que llegaron desde adentro del país, y también del “viejo continente”. Ricardo Pignanelli, dirigente sindical de SMATA lo graficó de modo solemne: “es pelear contra Goliat”. Vocero de la rama de la automotriz, advirtió sobre un miedo que puede recorrer a las familias trabajadoras: ¿qué pasará con el trabajo industrial? No sólo las autopartes, sino también los textiles, el calzado, el plástico, y muchas de las actividades. Algunos razonan así: “¿nadie piensa en las ventajas de los consumidores cuando una economía se abre y amplía su oferta?”. Algunos razonamos así (porque esta película ya la vimos): a la larga, la apertura económica barre el mercado interno y acaba con el consumo.

También llegaron voces desde Francia, que completan el estado de cosas de una economía europea que se tomará su tiempo para aceptar. “Vamos a mirarlo en detalle y en función de esos detalles, decidiremos. Por el momento, Francia no está lista para ratificar”, dijo la mañana del 2 de julio la portavoz del Gobierno francés, Sibeth Ndiaye. El sindicalismo alemán, los productores españoles, también hicieron oír su voz de alerta en torno al posible acuerdo.

Pero regreso a la frase de Grobocopatel: que este virtual tratado (que si se concreta llevará años) modifique la estructura productiva argentina debería, en quienes serán beneficiarios directos de esta política, promover la responsabilidad de tener una mirada generosa y nacional. En un país con un tercio de pobres, con índices sociales que empeoran mes a mes, endeudado y sostenido con respirador por el FMI, sin un norte de progreso para millones de compatriotas, estos “ganadores” deberían asumir con mayor sensibilidad los beneficios que el acuerdo les promete. Una “oportunidad histórica”, de mínima, los involucra también a mejorar la conversación social, y no anularla con gestos indolentes. Cuando en 2002 el entonces presidente Duhalde inauguró el “Diálogo Argentino”, lo hizo sabiendo que había que poner el hombro porque, básicamente, la Argentina somos todos. Aquella experiencia fue débil y tiempo después fue el liderazgo de Néstor Kirchner el que fortaleció la reparación social después del derrumbe colosal del 2001. Pero pensamos que de aquellos años duros habíamos aprendido cosas.

Una vez más la Argentina atraviesa una crisis. Por eso les pedimos a quienes ganan, a quienes hoy hacen negocios, a quienes ocupan lo más alto de la pirámide social, que aprendan esta vez la lección y que sean parte de la solución también. Puede ser valioso el intento de cambiar la estructura productiva Argentina (un país con un tercio de la población sumergido en la pobreza), pero no hacer ese cambio contra los argentinos. Las “actividades” que pueden desaparecer son la forma en la que miles de compatriotas organizan su vida y su destino.

*Fernando "Chino" Navarro es dirigente del Movimiento Evita.