A Gerardo Martino, la cátedra futbolera argentina lo despedazó luego de aquellas dos finales de Copa América que la Selección perdió ante Chile. Y los dirigentes hicieron el resto: le vaciaron la selección olímpica y le marcaron el camino de la salida.

Desde antes del Mundial de Rusia, Jorge Sampaoli fue vapuleado con críticas que llegaron a atreverse hasta con su vida privada. Tras la eliminación en cuartos de final ante Francia, debió marcharse en silencio. En ambos casos, la apuesta no reconocía grises: Argentina, sí o sí, debía salir campeón. Como no lo fue, los técnicos debieron pagar la cuenta e irse.

Lionel Scaloni tuvo mejor suerte. Nadie le pidió ganar la Copa América de Brasil. La Selección viajó con expectativas módicas. Y como esas expectativas de mínima se cumplieron, aunque no se pudo llegar a la final como en las dos ediciones anteriores, nadie ha salido a pedirle la renuncia ni a insinuarle que se vaya. Hasta Lionel Messi salió a avalarlo en público. Como nunca lo hizo antes con ninguno de los entrenadores que lo dirigieron desde 2005.

Scaloni seguirá hasta diciembre. Y el aval explícito y contundente del supercrack del Barcelona le da aire para suponer que al final será él quien arme el plantel que, en marzo de 2020, empezará a jugar las Eliminatorias para el Mundial de Qatar 2022. Aunque César Luis Menotti, el director general de los Seleccionados Nacionales, piense que, para entonces, necesitará un cuerpo técnico más experto y consistente que este que comparten Scaloni, Walter Samuel, Roberto Ayala y Pablo Aimar. Y baraje los nombres de Eduardo Coudet, Guillermo Barros Schelotto y Néstor Gorosito para reemplazarlo.

Más allá del cambio de esquema (del 4-4-2 con el que se empezó contra Colombia se pasó al 4-3-3 con Messi, Agüero y Lautaro Martínez arriba) y de algunas apuestas personales que dieron resultado (Martínez, Leandro Paredes, Rodrigo de Paul y Juan Foyth serán indispensables en las próximas convocatorias), Scaloni ofrece su buen trato con los jugadores como principal activo para pretender la continuidad. No es poca cosa si se recuerda lo que sucedió en toda la previa del Mundial de Rusia, cuando Messi, Mascherano y el resto de los históricos se autogestionaban y no reconocían la autoridad de los distintos entrenadores. Pero se necesita bastante más que la buena onda grupal para armar una Selección competitiva.

Y es en ese plano donde la Argentina ha dado ventajas y las seguirá dando en el futuro, si es que se decide sostener a Scaloni. Tite (58 años) en Brasil, Ricardo Gareca (61) en Perú, Oscar Washington Tabárez (72) en Uruguay, Reinaldo Rueda (62) en Chile y Carlos Queiroz (66) en Colombia son técnicos con rodaje, curtidos en el oficio de plantear los partidos, en su lectura y en la toma de decisiones veloces. Podrán acertar y equivocarse como cualquiera. Pero tienen por detrás una trayectoria que los respalda. Y una confiabilidad a prueba de los resultados circunstanciales.

Scaloni, en cambio, no cuenta con nada de eso. A sus 41 años, apenas puede mostrar su cercanía generacional con el plantel y la virtud de contener a Messi. Le dieron el enorme privilegio de aprender a ser técnico dirigiendo a la Selección Argentina. Y lo está haciendo a su manera, a puro ensayo y error. De los 18 cambios que realizó durante la Copa, hubo cuatro (el de Matías Suárez por Agüero ante Colombia y los ingresos de Angel Di María por Lautaro Martínez ante Paraguay y Qatar y Paulo Dybala ante Chile) que no respondieron a lo que el equipo necesitaba, y lejos de beneficiarlo, lo perjudicaron. Algunas de sus interpretaciones resultaron por lo menos discutibles. El problema es que no tiene espalda para poder sostenerlas.

Es cierto que la Selección evolucionó desde aquellas pésimas actuaciones ante Colombia y Paraguay y que ofreció su mejor versión en el comienzo del segundo tiempo con Brasil y en la primera etapa ante Chile. Que, de aquel equipo largo, estirado, sin presión ni capacidad para generar juego en la mitad de la cancha de los primeros partidos, se pasó a uno lejos de lo ideal. Pero bastante mejor: más corto, con más recuperación de la pelota, mejor equilibrio en la mitad de la cancha, más ánimo para dar batalla y mayor capacidad de llegada. Aunque el piso inicial fue tan bajo que el progreso debe tomarse con delicadas pinzas. Nos conformamos con poco. Y ese poco, junto con la recurrente queja por los arbitrajes del ecuatoriano Roddy Zambrano ante Brasil y el paraguayo Mario Díaz de Vivar con los chilenos, terminó mejorando la imagen de Scaloni a la hora del repaso y dándole aire para pretender su continuidad.

Si Scaloni no sigue en enero y asume otro cuerpo técnico, se habrán dilapidado 18 meses de trabajo y el contador volverá a cero, noventa días antes del comienzo de las Eliminatorias, en las que continuar probando sobre la marcha puede resultar demasiado costoso. Pero si el técnico santafesino fuera ratificado, su inexperiencia podría complicar el tránsito siempre complejo y a menudo angustiante rumbo al Mundial de Qatar.

Pasada una Copa América con gusto a poco, Scaloni vuelve a jugarse el cargo en los seis amistosos que tendrán lugar entre septiembre y noviembre. En diciembre, “Chiqui” Tapia y Menotti decidirán. El DT tiene una ventaja: Messi está de su lado. No es un dato menor para aguantar lo que se viene. Y cuando enfrente, del lado de los dirigentes, no hay otra cosa que la falta de un proyecto, el corto plazo, el resultado de los próximos partidos. O sea, lo mismo de siempre.