Las habilidades para contar y para escribir no son las mismas. A Julián le cuesta aceptar que toda su erudición de cinéfilo no parece muy efectiva al momento de armar una historia para la pantalla. Paula no tiene tanta información pero comprende la realidad en su dinámica de redes sociales y videos adulterados. Ella cuenta desde lo más cercano, desde la experiencia de ser convocada por ese productor un tanto bizarro y conocer a esa secretaria pasada de nervios a lxs que identifica como personajes de un mundo antiguo.

La singularidad de Paula está en asimilar a esas personas que le han tocado en suerte en su derrotero de youtuber como seres propios de una ficción que ella deberá contar. Lo mismo le pasa con Julián, su compañero de escritura que la convertirá en guionista de un largometraje mientras vivan esos días de encierro compartido en la mugre de su departamento de divorciado.

En Amor de película la realidad se sustrae de la ficción para mostrar las condiciones en que se realiza. Para Julián es el esfuerzo el que induce cada acción, temeroso y preocupado por los conflictos que generan con Paula desde su escondite de guionistas presionadxs por el deadline, él no entiende muy bien esa trama que Paula construye en dos planos. Para la joven autora, el guión debe ser una intervención sobre los personajes reales, tal vez una suerte de laboratorio, una puesta a prueba de esos sujetos que ella espía desde una camarita que consiguió plantar gracias a la ingenuidad tosca de Federico. En esa observación que comparte con Julián, mero ayudante un tanto embobado por ese amor que ella le anticipó como parte del plan del guión, ellxs son, al mismo tiempo, autores y protagonistas.

Hay un momento diáfano en la dramaturgia de Héctor Díaz que ocurre cuando la secretaria, que María Inés Sancerni construye con esa precisión histriónica que la vuelve un personaje inmenso, lee la sinopsis de la historia y Federico queda fascinado por el descubrimiento de la trama como si no reconociera allí la realidad inmediata de los hechos. Si la secretaria cuestiona la descripción que la masacra bajo la mirada de una autora joven, es porque el encanto de la forma ficcional permite esa convivencia con lo real sin que la creatividad misma se vea cuestionada.

En el texto de Díaz no hay distancia entre escribir y vivir pero esa lógica la comprende más la joven guionista, la chica veinteañera que lleva al límite cada situación a partir de una serie de acciones que produce sobre su entorno para seleccionar, a partir de las reacciones de los personajes reales, las mejores escenas para su guión. Ella es la autora que tiene a todxs sometidos a sus decisiones. Los vuelcos inesperados de la trama son los que ella ensaya con su encanto de chica despectiva, un tanto sobradora pero también sensible al amor que Julián le inspira. Él se convierte en su personaje más dócil y en un guionista fallido al que Paula protege con la promesa de seguir escribiendo juntxs como un juramento de amor eterno que funda otra forma de comedia romántica.

Luli Torn realiza su trabajo desde una identificación diáfana, como si quisiera desentenderse un poco del humor que despierta. El contraste con la actuación de Sancerni, atravesada por esa fatalidad de la comedia, es uno de los grandes aciertos de la dirección de Díaz donde la risa surge de esos choques encendidos entre los distintos estilos actorales.

De algún modo Díaz también intenta crear una historia que refleje la propia discusión que Amor de película encarna. El abandono de las convenciones más groseras de la comedia para entrar en una lógica contemporánea, realista y a la vez impulsada por el imaginario del cine.

Amor de película se presenta los jueves a las 21 en Espacio Callejón.