Una tercera vida para la poesía de Susana Thénon (1935-1991) ha comenzado gracias al interés de nuevas generaciones de lectores, en su mayoría mujeres jóvenes que descubren la continuidad de una tradición feminista en la literatura argentina. Thénon ya había sido redescubierta años atrás, cuando en 2001 la editorial Corregidor publicó La morada imposible, su obra completa con dos prólogos imprescindibles escritos por amigas de la poeta: la escritora María Negroni y la ensayista Ana María Barrenechea, ambas docentes. También la escritora Inés Manzano, que murió en 2016, había colaborado con ellas para dar a luz los poemas inéditos de la autora de Ova completa. Esos dos tomos de La morada imposible, con el retrato que Anatole Saderman había hecho de una Thénon joven y radiante en las primeras páginas, se había convertido en un tesoro que circulaba de mano en mano entre amigxs y estudiantes. “Sin ese trabajo impresionante, no sé si la hubiera descubierto hasta esta marea”, dice Gabriela Borrelli Azara, poeta y periodista.

Publicó su primer libro, Edad sin tregua, en 1958. Luego continuó escribiendo, estudiando, traduciendo y publicando hasta 1967, cuando dio a conocer De lugares extraños, donde todavía su escritura mantenía un tono elevado y con referencias cultas, a lo T. S. Eliot. “Vengo de lugares extraños/ con dos ojos vencidos de miseria y memoria”, se lee en el poema inicial de ese libro-umbral. Porque después de la publicación, Thénon se dedicó por décadas a la fotografía. Recién volvió a publicar un libro, Distancias, en 1984. Con esa obra se produce una ruptura hacia el interior de su escritura: nuevas formas del verso, a mitad de camino entre el exabrupto y la glosolalia; un yo poético disgregado, arrabalero y bufo a la vez; una subjetividad herida y rebelde que toma la palabra para pelear contra la desesperación (de la que, a fin de cuentas, se hace amiga), “un aquelarre lingüístico y una diatriba descomunal contra el pensamiento políticamente correcto”, como escribió Negroni sobre Ova completa.

“Susana Thénon funda y entierra un linaje literario en ella misma –dice Borrelli Azara-. Sus poemas tienen una familia, pero es lejana o esquiva. No se reconocen parientes cercanos: algo del recorrido juguetón rioplatense de Oliverio Girondo o de las experimentaciones sonoras de Juan Carlos Bustriazo Ortiz acompañan sus rasgos. También el aire de los juegos rítmicos del brasileño Haroldo de Campos. Sin duda el aire desobediente de Storni, esa fina ironía que provoca la mueca jocosa”. Para esta escritora, Thénon se apropia del rioplatense y poco a poco va generando una poesía única y potente, hasta transformarse en una voz constante de la marea feminista del presente. “Uno de sus poemas, el más conocido tal vez de su último libro, se alza como himno en marchas y encuentros, como llanto, como pedido, como reclamo, como lema, como bandera, como virus de la palabra que se instala en los cuerpos en lucha: ‘¿por qué grita esa mujer? /¿por qué grita?/ ¿por qué grita esa mujer?’”. Thénon como ninguna otra puede asumir el latido poético de nuevas generaciones políticas y literarias que reclaman por los derechos de las mujeres y disidencias.

“Hay autores a los que no alcanza el ultraje de los años porque, más allá de sus vínculos con una determinada estética, siguen apelando a los lectores y haciéndolos producir sentidos diferentes –indica Cristina Piña, poeta y traductora-. Es el caso de la poesía de Thénon, que produce todavía hoy esa sensación de frescura y desparpajo que predominó durante la presentación de su libro final, Ova completa”. Piña estuvo presente ese día de 1987 en la biblioteca Manuel Gálvez, en cuyo patio-jardín Thénon deslumbró a los oyentes con una performance donde encarnó cada una de las muchas voces que se entrecruzan en su libro. “Creó un efecto a la vez regocijante y terrible –recuerda Piña-. Si digo que el tiempo no le pasó es porque hoy, al leerlo ya sin la voz de Susana, sigo sintiendo un estremecimiento similar y diferente al de aquella tarde memorable”. Pocos años después de la publicación de ese libro, en 1991, a Thénon le diagnosticaron un tumor cerebral. Murió ese mismo año.

Negroni, que conoció a la poeta en los años 80, recibió el archivo de Thénon y lo donó a la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Algunos poemas que se traspapelaron de la edición de Corregidor se harán públicos en un libro ilustrado por el artista Fidel Sclavo.

Susana Thénon

La morada imposible

 

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