A un mes exacto de las PASO del 11 de agosto Mauricio Macri inició un estilo de campaña violento que es táctica y estrategia al mismo tiempo. Táctica: Jaime Durán Barba convenció a los dirigentes de Cambiemos de que los dirigentes sindicales tienen una imagen social horrible y es negocio pegarles. Estrategia: Macri dice la verdad cuando afirma que quiere una Argentina libre de dirigentes sindicales con poder.

La táctica es para ganar las elecciones. La estrategia es para apretar el acelerador de un nuevo turno si Macri es premiado con la buena fortuna de la reelección.

La selección de blancos no es caprichosa. El sindicato de choferes de camiones que conducen Hugo y Pablo Moyano tiene capacidad de negociación y capacidad de daño. Puede obtener buenas condiciones de trabajo y salarios decentes y, a la vez, es capaz de garantizar el éxito de un paro general. Desconocedores de la historia, abstenerse: a principios del siglo XX los conservadores se quejaban de los paros porque los obreros apelaban a los changarines que cargaban los barcos. En esa economía exportadora los marítimos de tierra eran la clave del éxito. Macri conoce a Moyano desde el momento en que ya lo conocía su padre, que iba y venía entre tensiones y momentos de distensión con el sindicalista. Conviene retener una frase que Macri le dedica a Moyano en la entrevista concedida a Marcelo Longobardi y que será difundida completa el domingo. Le critica actitudes “por izquierda y por derecha”. Es decir, no solo presuntas irregularidades: también la pelea limpia por la distribución de la riqueza en el sector de logística y transportes.

En cuanto a Sergio Palazzo, la irritación del Presidente responde en parte a la misma causa que con Moyano, la capacidad de éxito en la negociación colectiva, y en parte a la impotencia: al mendocino que conduce La Bancaria el Gobierno jamás pudo achacarle ni un rumor sobre manejos turbios del sindicato, ni una relación con barras, ningún vínculo con prestadoras de salud para obras sociales. Y Palazzo llegó a la conducción nada menos que luego del encarcelado Juan José Zanola, que sí entraba en cualquiera de las categorías cuestionables.

También fue un blanco en los últimos días Juan Grabois (Horacio Rodríguez Larreta usó la palabra “neokirchnerista” como un insulto porque los movimientos sociales quisieron protestar en el Obelisco contra el frío que mata gente en la calle) y recibió su merecido en las redes Juan Carr. El que se acerque a los débiles será castigado. Es un mensaje a futuro.

Además de marcar una táctica electoral y una estrategia sobre la sociedad que desea, el Gobierno busca que Moyano, Palazzo, Grabois o Carr reaccionen mal. Que pisen el palito y discutan la agenda de Cambiemos en lugar de la propia. Que polemicen por cualquier cosa menos por el apagón productivo del país, el desmoronamiento de la clase media y el aumento de la pobreza. Y que encima lo hagan de mala manera. Demasiado burdo.

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