Siete de la tarde en punto está pactada la nota. Siete de la tarde, lluvia torrencial y Víctor Lavallén -uno de los protagonistas- está varado en Corrientes y Reconquista, un poco lejitos del Centro Cultural Torquato Tasso, como para llegar puntual. Horacio Cabarcos, otro de los protagonistas, lo llama. Se hablan. Que pedite un taxi, que te mando un uber, que dame una dirección, que no sé qué dirección darte, que si hay algún bondi que me deje y así, en un diálogo del tipo tanguero-surrealista, que concluye cuando llega el tercer protagonista: Pablo Estigarribia. “Arranquemos; cuando llega, llega”, se define y es lo que sucede. Contrabajista y pianista contarán a PáginaI12 del trío, de su presentación de este sábado en la sala de Defensa 1575, de sus características humanas, musicales y generacionales. El bandoneonista llegará, cuarenta minutos después, para aportar su testimonio. “La cocina, la música, lo que hacemos, es entre los tres. Acá no hay ningún Napoleón. No es como en la orquestas de antes, donde tenía que mandar uno para que la cosa no se desorganizara”, dice él, en un castellano de tono medio lunfardón.

Así terminó una conversación que había empezado en una de las mesas del Centro Cultural. “Todo comenzó hace trece años, cuando empecé a tocar con la orquesta de Víctor, y entre ambos se dio una sociedad natural. Por más que parezca increíble por la edad, nos hicimos muy amigos”, asegura Estigarribia. Y Cabarcos toma la posta: “A Víctor lo conozco hace cincuenta años. Compartíamos escenario cuando él tocaba con Pugliese o el Sexteto Tango, y yo con Leopoldo Federico o Salgán. Tocamos juntos, además, con Mariano Mores, en la Selección Nacional del Tango o en el Café de los Maestros, pero jamás nos habíamos sentado a tomar un café. Era un saludo, tocar, un abrazo y cada uno por su lado. Qué loco, ¿no? No nos hubiésemos imaginado jamás un proyecto juntos”. Sin embargo, el trío lleva dos discos publicados (De menor a mayor y el flamante Comme il faut, presentaciones en la Argentina, Estados Unidos y Colombia, y aspiraciones múltiples a futuro.

Una de ellas, la más próxima, es la presentación de Comme il faut, nombre que remite a la vieja obra de Eduardo Arolas cuya traducción al castellano es Como debe ser. “El título no es porque pensemos que se debe tocar como lo hacemos nosotros, ojo. Es en homenaje a Arolas y a su tango, que es uno de los más antiguos que versionamos. Lo hacemos como debe ser porque Pablo vive en Nueva York y los arreglos hubo que hacerlos por internet”, cuenta el experimentado contrabajista, ante la mirada cómplice de su joven colega. “Tenemos un grupo de whatsapp los tres, porque no queda otra. ¿Cómo hacés un trío con un integrante, yo en este caso, viviendo tan lejos. Bueno, se resolvió así. Escribí los arreglos en Nueva York, nos comunicábamos a diario y la cosa fue saliendo. Incluso, relaciono el nombre del disco con esto, con el cómo lo hicimos, porque somos un grupo en el que cada uno aporta su impronta. Acá no hay un director; somos tres músicos que nos juntamos a tocar porque teníamos ganas y le encontramos el gustito. Otra razón de peso es que nos salió una música distinta de la que hacemos los tres por separado”, afirma el pianista de jazz devenido tanguero.

Comme il faut consiste en un agradable fresco tanguero de diez piezas, muchas de ellas grandes clásicos del género, aunque aggiornados al talante del grupo. Además del tema epónimo, que abre el disco, figuran “Uno”, del tándem Mores-Discépolo; “El día que me quieras”, de Gardel- Le Pera; y “Romance de barrio”, de Aníbal Troilo. “Lo grabamos en dos tomas y con dos ensayos”, informa Cabarcos, y lo sigue Estigarribia: “Horacio es un bajista troileano por excelencia, Víctor es un pugliesiano cien por cien, y yo empecé a tocar tango con Emilio Balcarce, pero venía del jazz y la música clásica. Quiero decir que el trío tiene tres vetas que se van tironeando y van dando forma a una música que se fusiona de manera homogénea. Esto se nota más en Comme… porque es más sencillo, más sintético que el anterior. Por eso también se grabó rápido, como dice Horacio”.

 

El disco anterior se había publicado en 2014 y, según Cabarcos, se diferencia del flamante por su liviandad y por un mayor conocimiento recíproco entre los músicos. “No nos costó tanto”, afirma él. “Parece que no, pero las giras, el compartir y los conciertos ayudan a saber lo que está sintiendo el otro”. “Para mí es más sencillo hasta en la elección de los temas”, agrega el pianista, mientras vuelve a llamar Lavallén para avisar que ya está en viaje. “¡Por fin!”, ríen ambos, antes de abordar otra de las cuestiones: el factor generacional. “Mirá, Víctor se siente un pibe y siempre está rodeado de jóvenes. A mí también me rodean los muchachos y además me aceptaron los grandes cuando yo era pibe. Es más, creo que hasta los 40 años fui el pibe de todas las orquestas: de la de Federico, de la de Salgán...”, sostiene Cabarcos. Estigarribia confiesa que él se siente "un joven atípico". "Las giras con ellos son como un viaje de egresados”, confiesa, mientras desde la puerta de entrada emerge la figura esmirriada y entrañable de Lavallén.