Me encanta la versión castellana del término scouting: escultismo. Culto a la exploración, sería. Lo que tantas vinimos haciendo desde jovenzuelas, por los arrabales interiores de la ciudad y con tanto regocijo para los gays mayores (aquellos con los que entonces intercambiábamos fluidos y merced a nuestra entrega carnal podían agradecer a eros que no los hubieran abandonado). 

Afinidades selectivas

El scout celebra la vida incorporando la noción religiosa del bien común. Lo mismo que la mariquita que se entrega en comunión gozosa y por el bienestar de la especie. La antigua tradición homofóbica del movimiento scout internacional se fue diluyendo hasta que en 2015 se admitió que los homosexuales podemos ser sus líderes, sin por ello poner en peligro las largas convivencias campesinas  de la muchachada (hoy los scouts pueden ser tanto mujeres como varones; a los más chicos se les dice lobatos...¡ay Dios, tantas imágenes surgen de ese significante!).

Alcanza con recorrer algunas páginas del manual de Lord Baden Powell en 1907 “Escultismo para muchachos” para comprender que, a través del incipiente movimiento scout, se estaba originando una formidable máquina de control social sobre la juventud inglesa pobre, que a veces encontraba en la delincuencia una manera pre-revolucionaria de capturar algo de lo que a los otros les sobraba. Como las religiones, como los modelos de ejército (de paz y de guerra), como los clubes masculinos o las masonerías prostáticas, el movimiento demostró en sus inicios su eficacia en volver dócil el pensamiento revoltoso de los jóvenes machos, y dirigió, mediante la docencia física y moral, la testosterona delictiva hacia fines utilitarios para la sociedad. Creo que hay ya quince millones de inscriptos en el mundo, entre lobitos, jovenes y ya adultos que formaron familias. La fórmula original de bautismo sigue inmaculada: ¨Prometo por mi honor hacer todo cuanto esté a mi alcance para cumplir mi deber para con Dios y con la Patria; ayudar a los demás en cualquier circunstancia y observar fielmente la ley del explorador”. 

Pero el discurso ético límpido del scoutismo es más fiel a la supervivencia de su comunidad que a los dogmas que lo originaron, entre ellos el rechazo a los homosexuales en su seno  y el concepto de matrimonio como institución formada por varón y mujer. El matrimonio igualitario y la amplia adhesión social que fue concitando en Occidente obligó a pensar en la conveniencia de borrar  las palabras sacras varón y mujer como únicos sujetos jurídicos de uniones afectivas reconocidas, esperando que las instituciones religiosas que lo apoyanse la bancasen o al menos se hicieran las opas. La imposibilidad de pensar globalmente la reforma y de actuarla localmente, produjo en el movimiento scout argentino, esta semana, el estreno estelar de su discurso público ya que el arzobispo de La Plata, Monseñor Aguer, vendedor de ilusiones dogmáticas, se puso de acuerdo con el Primado de Argentina, Cardenal Poli, para denunciar la irrupción de lo que llaman “ideología de género” en el movimiento scout argentino; utilizaron la figura tirar de la cuerda, y romperla, y les quitaron su sustento pastoral. Una herejía novedosa había emergido de la filial argentina, cuya cuerda, parece, estaba menos atada a los arzobispos católicos criollos que a la casa matriz sajona. Para disfrazar en la medida de lo posible la homofobia del intercambio epistolar que dieron a conocer, los clérigos en jefe autóctonos inventaron que los scouts patrios también apoyan el aborto, una maniobra de lobos (no lobitos) que fue desmentida de inmediato por la organización.

La cama está servida

O sea que la secularización ha llegado también a un movimiento  con profundas raíces eclesiásticas, y por tanto bien podemos denominar su decisión de herética. Como las antiguas batallas medievales en el seno del cristianismo, se ha producido un cisma. Aguar ha urgido a conformar con el barro de los originales una nueva costilla de scouts católicos dóciles, resguardados de la ideología del género, culpable del matrimonio igualitario. Supongo que en este nuevo ensayo de sutura de la tradición, los varones (mayoritarios) volverán a explorar cuerpo a cuerpo, sin el miedo de saberse liberales gay friendly,  el mundo amenazado. Llevando su auxilio en nombre de Aguar y de Poli, de paso se sseguirán explorándose a sí mismos a la noche en los campamentos, porque, vamos, las  pajas cruzadas, las culeaditas forestales, se viven con más intensidad cuando existe una ley moral férrea agueriana que, aunque sea bajo la abyección, es puro permiso a contradecirla. Adelante muchachada católica, la cama y su picaresca siguen tendidas por los arzobispos.