"¡Cuántas mujeres murieron!", susurra con gravedad y asombro una pequeña visitante a la exposición "Recuperemos la imaginación para cambiar la historia", del Proyecto NUM, en el interior del Centro de Expresiones Contemporáneas (Bajada Sargento Cabral y el río Paraná). Inaugurada el 6 de junio, la muestra constituye una parte del km 305 de la segunda bienal Bienalsur, organizada por la Universidad Nacional de Tres de Febrero bajo el lema: "en la construcción de puentes de diálogo, haciendo de cada espacio de arte un lugar de pensamiento". Lo integra además, en la explanada del CEC, Curvilíneos, una estructura primaria minimalista transitable de Noemí Escandell, cuyo fallecimiento el miércoles pasado fue una dura pérdida para el arte. La abstracta y concisa obra, que había sido emplazada para la Décima Semana del Arte en el Centro Cultural Fontanarrosa, luce mejor cerca del río, con el que guarda cierta analogía y al que parece representar con sus ondas lineales tridimensionales. También evoca algo de lo femenino, quizás.

Ahora la niñita se detiene a contemplar la instalación de retratos pintados por Fátima Pecci Carou, Algún día saldré de aquí (2014-2016) y repite, en ese mismo susurro consternado: "¡Cuántas murieron!". Nada indica que los retratos fueron pintados a partir de fotografías de mujeres secuestradas por las redes de trata o asesinadas por ser mujeres. Pero la niña parece intuirlo. "¿Por qué?", le pregunta a su mamá. "¡Y qué sé yo!", es la breve respuesta. A la izquierda se extiende un bosque macabro como de corderos a la estaca que evoca un calvario múltiple y genocida: es la instalación Ausentadas, obra y libro en colaboración por Valeria Budasoff, Miriam Jawerbaum, Viviana Romay y Marina Btesh.

"Sinónimos, sinónimos de mujer", interpreta una espectadora ante la instalación audiovisual Cultura del descarte, de Nina y Margarita Corti.

No son corderos sino bodies, palabra que en inglés significa "cuerpos" y que designa unas mallas color carne. Metáforas eficaces, los bodies han sido intervenidos gráficamente con noticias de femicidios transferidas de los diarios y plásticamente con marcas de violencia que imitan a las que dañaron esos cuerpos.

Curvilíneos, obra de Noemí Escandell.

"Sinónimos, sinónimos de mujer", interpreta una espectadora ante la instalación audiovisual Cultura del descarte (2015), de Nina y Margarita Corti, una pieza compleja que combina el registro de la búsqueda del cadáver de una víctima de femicidio con tortas que llevan en tonos pastel las palabras injuriosas (los "sinónimos" del caso) que la cultura machista usa para justificar esos crímenes: puta, fácil, regalada, yegua.

El video registra acciones artísticas deliberadamente repulsivas con alimentos, y en la mesa no sólo se esparcen restos de una fiesta violenta, como vajilla rota, sino que también crecen pequeñas plantas silvestres en vasos de menta fernet. Lo festivo de unos se revela como lo sórdido y doloroso de otras también en el poderoso texto de denuncia titulado Basura, de Gabriela Cabezón Cámara, y en el elocuente ensayo fotográfico El sexo y el espacio (2015), de Dafna Alfie. En una serie de fotos color cargadas de atmósfera donde no retrata personas sino sólo espacios, luces y objetos (entre ellos, un altar a una diosa afro), Dafna Alfie muestra cómo un prostíbulo llamado "el Paraíso" es en realidad un infierno.

Un fibrón rojo industrialmente rotulado como "marcador permanente" fue elegido como alegoría del arma asesina en Presione hasta el "click" (2015), video de Confite Producciones (Mariana Victoria Romero y Mercedes Angélica Campanella) donde una larga lista de mujeres asesinadas en Argentina son rememoradas nombre por nombre, anotados a mano renglón por renglón en una libreta que da idea de la magnitud del crimen colectivo: Oriel Briant, Alicia Muñiz, María Soledad Morales, Wanda Taddei… Lejos de toda figura retórica, Ana Gallardo enuncia en un mural: "Feminicidio: mujer asesinada por un hombre que la considera su propiedad". Pero las letras que parecen estampadas con un stencil, vistas de cerca, son blancos en el papel, dejados por un fondo negro meticulosamente dibujado línea por línea.

Un fibrón rojo industrialmente rotulado como "marcador permanente" fue elegido como alegoría del arma asesina en Presione hasta el "click"

Pero no sólo se hace visible la victimización sino la lucha, a través de la mochila gigante de Carola Gentile, la gordura militante de Jael Caiero y del colectivo Inmensidades, las pancartas de Cromoactivismo y los innumerables registros fotográficos de marchas históricas por Lucía Prieto y otras autoras, y de propuestas colectivas de arte político feminista de todo el país. Una de ellas fue la misma entidad convocante.

El grupo independiente anónimo Proyecto NUM, integrado por tres mujeres jóvenes, seleccionó a través de una convocatoria nacional unas más de trescientas obras en artes plásticas, fotografía, literatura y video que en su temática y fecha de realización abarcan desde la primera marcha "Ni Una Menos" del 3 de junio de 2015 hasta el primer Paro Internacional de Mujeres de la historia, el 8 de marzo de 2017. Para hacer perdurable la antología, editaron un libro colectivo y lo publicaron por la editorial Madreselva, en una tirada de mil ejemplares que fue solventada a través de una plataforma de financiamiento colectivo por Internet.

Exponen además: Agostina Lombardo, Andrea Trotta, Ariadna Lasser, Asolar (Proyectorazo), Azul Cooper, Camila García Reyna, Carla Nastri, Catalina Barberis, Diego Oyola, Diego Stevanka, Federico Hurtado, Florencia Tagliabue, Gonzalo Sánchez Iglesias, Inés Temperley, Laura Jakulis, Lucía de la Torre, Luciano Gualda, María Sol Gosmaro, Marlene Wayar, Marta Dillon y Virginia Cano, Melisa Scarcella, Mirta Beatriz Albornoz, Nicolás Pezzola, Nina Kunan, Rocío Fernández Collazo, Valentina Mariani y Valeria Dranovsky.