Hay muchos modos de describir la obra de Le Parc, un corpus que abarca más de sesenta años de trabajo. Y todos esos modos son correctos: artista cinético, de vanguardia, experimental, contemporáneo. Todo depende de cómo el espectador quiera acercarse a sus trabajos o qué etapa del plástico y escultor se elija. 

Para Julio Le Parc. Un visionario, que inaugura hoy en el Centro Cultural Kirchner, cualquiera de esas definiciones sirve porque sus organizadores y curadores se vanaglorian de ofrecer la exposición retrospectiva de su obra más completa realizada hasta el momento en el mundo. Aún más grande que las realizadas en París y Tokio, que tuvieron gran impacto. La propuesta del CCK estará complementada con una exhibición paralela en el Museo Nacional de Bellas Artes, que tomará el período de transición del artista mendocino, cuando abandonó Buenos Aires para radicarse en París.

La muestra se podrá visitar hasta el 10 de noviembre con una entrada de 100 pesos (gratuita para menores de edad, estudiantes, jubilados, docentes y personas con discapacidad). El ticket permitirá acceder tanto al CCK como al MNBA.

En el CCK la exhibición abarca todo el sexto piso, el hall de entrada del centro cultural y los visitantes también pueden acceder desde el cuarto piso a la terraza de la Sala Sinfónica, donde se encuentran las obras más lúdicas, que dan cuenta del sentido del humor de Le Parc, con su obra más descontracturada. En el primer subsuelo, en tanto, aparece la obra más comprometida socialmente, vinculada especialmente a la dictadura militar de 1969 de Brasil, donde Le Parc realizó la serie Tortura, ya radicado en París.

En conferencia de prensa, el propio Le Parc señaló que aunque en el total de la muestra pueden faltar algunas obras “el conjunto es muy coherente y el mejor que se puede montar para mostrar las posibilidades de mi trabajo”. La disciplina, el rigor experimental, la búsqueda de cierta pureza formal desligada de la propia subjetividad son, paradójicamente, sus distintivas marcas personales. “Lo mío, más que decir, es dar a ver”, planteó también en la conferencia. Su hijo Yamil, director del atelier del artista en París, celebró la realización de una muestra de semejante magnitud en los espacios públicos nacionales “pese a la situación de gran crisis, especialmente grave en nuestro país”, observó. Dos butacas a su derecha, el –ahora- Secretario de Medios Públicos Hernán Lombardi tragaba saliva ante el diagnóstico de la situación social y económica que ayudó a crear.

En lo artístico, la obra de Le Parc es impresionante. Prácticamente todo lo que pueda pensarse o hacerse en términos de experimentación de luz están en su obra. Como si el trabajo de su vida estuviera consagrado a hacer un enorme catálogo de las posibilidades del color. Ya los acrílicos sobre tela son intensos y cautivan con su perfección (vale la pena acercar la mirada y advertir en algunos de ellos la diferencia de planos y volúmenes en los distintos colores). Las esculturas, muchas de ellas móviles, también son sugerentes y revelan una búsqueda de un conocimiento profundo sobre cómo suceden el reflejo. Desde luego, las obras con móviles y espejos pueden leerse en diálogo con la gran Esfera azul del hall de entrada del CCK, a estas alturas un clásico de la selfie cultural porteña y sello indiscutible del espacio.

Hay obras de distintos momentos de sus series Superficies, Modulaciones, Alquimias, Contorsiones, Relieves, Desplazamientos (que promete inaugurar las redes sociales con fotos de visitantes atravesando la instalación del rombo), Torsiones, Móviles y Juegos.

Pero lo más impresionante está en el segundo nivel de la Gran Lámpara del sexto piso. Allí está Luz. En ese recorrido en penumbras aparecen salas con espejos (que se transitan con cuidado, como temiendo romper el aire), los colgantes parecen moverse con la respiración contenida de los visitantes y los juegos de luces evanescentes crean un clima poco usual. Un clima que sólo se puede lograr con auténtica maestría sobre la luz.