En unas horas llegará el camión de la mudanza y la mujer ya debería tener todo debidamente guardado, empaquetado y listo para irse; pero una cosa es el tiempo externo y otra el modo en que transcurre internamente cuando hay una imposibilidad de dejar una casa en la que se construyó piedra por piedra el proyecto de formar una familia que fracasó al cabo de doce años. Ahora su ex marido vive en otro lugar, tal vez ya tenga otra pareja y el hijo de ambos, Ian, está con él durante esas horas anónimas en que la mujer sufre la agónica tarea de desmantelar un pasado que se le viene encima como un animal alimentado por las arbitrariedades de la memoria. “Atravieso el pasillo de cajas que se formó entre mi dormitorio y el baño. Paso por el cuarto del medio que iba a ser para el tercer hijo que al final no tuvimos. En un rincón hay una montaña de cajas de zapatos vacías, mezcladas y sin tapa. Contemplo las ruinas de una casa en la que nada me sirve para deshacerme de la que fui debajo de ese acolchado”, piensa la mujer en Rara, primera novela de la escritora y psicoanalista Natalia Zito donde a partir de un notable manejo del monólogo interior logra instalar la angustia existencial de una mujer que no puede sobreponerse de una pérdida y que ha experimentado uno de los peores abandonos que puede sufrir alguien que ama sin reservas ni especulaciones. 

Se supone que el amor también está hecho de acuerdos tácitos, lugares donde se debería prescindir de las palabras porque lejos de fortalecer el vínculo entre la pareja logra que se instale el rencor. Hay una clase de dolor tan agudo, un sufrimiento tan personal e inefable que solo puede ponerse en diálogo con uno mismo para salvarnos de la enfermedad o la locura.

Cierta clase de sentimiento de culpa paraliza o detiene el tiempo en un instante que se repite indefinidamente hasta desarraigarnos la posibilidad de proyectar el futuro. Cuando nace el desamparo ya no hay posibilidades de sostener los pilares de una pareja. “Ni en pedo te vuelvo a elegir, me gritó, si tuviera que casarme hoy, ni en pedo me caso con vos”; palabras que golpean y vuelven a ese hombre despreciable, infiel, abandónico, un personaje construido en ausencia, magistralmente creado por Natalia Zito a partir de los recuerdos que se van armando como en un rompecabezas.

“Cuando llegamos a esta casa, la división de roles era irreversible y la mano rara prácticamente no existía. Los matrimonios que fracasan, o los que deberían fracasar pero no lo hacen, son una división de roles estricta”. Ir a cada detalle de una cotidianidad perdida en los recodos de la memoria es lo que hace la mujer que pareciera imposibilitada de rescatar momentos de plenitud o de algo parecido a la felicidad que no debieron haber faltado durante aquellos años de relación, una vez que ya pasó la etapa del enamoramiento y de la idealización durante el noviazgo. Y sin embargo sucede porque algo se tensó hasta quebrarse para siempre en su interior. Lo que hay de rara en ella, Natalia Zito lo aborda con mucha sutileza y habrá que estar atentos si se quiere comprender el modo en que influye la autoestima para una mujer educada con el discurso del amor abnegado; porque mientras se dispone a guardar como puede las cosas que deberá llevarse el camión de la mudanza y recibe la visita de alguna amiga y de un amante ocasional, es justamente la llegada de su madre la que pone de manifiesto una relación conflictiva, colmada de reproches y de verdades no dichas que acaso pueden leerse como un enfrentamiento cultural e ideológico de dos mujeres que, por pertenecer a generaciones distintas, no encuentran lugares de reconciliación si no es a través del silencio. 

La relación entre la madre y la hija podría revelar gran parte de la problemática que se plantea en Rara, una novela escrita en un tono íntimo que cuestiona los vínculos sociales y el concepto tradicional de familia, la reproducción de un discurso machista naturalizado en una generación que, en el interior del seno familiar, separa lo que debiera ser público y privado. Pero por sobre todo, y es el abordaje central en Rara, las múltiples consecuencias que sobrevienen después de la muerte de un hijo. Ahí está ella ahora, guardando sus cosas y las de Ian y las que también compró en su momento para su primer hijo mientras la postergación de descolgar una cortina es al mismo tiempo hurgar en una computadora y descubrir secretos de su ex marido; y enseguida pensarse otra vez, recordando, por ejemplo, cuando se veía obligada a mentir para que los demás se quedaran tranquilos, en un ritmo de vida que incluía salidas una o dos veces a la semana: a la ecografía y al obstetra. “A veces me tocaba ocultar lo de mi primer bebé porque las que estaban embarazadas por primera vez todavía creían que, llegado el segundo trimestre, los embarazos siempre terminan bien”.

 

Rara es una novela poética, dolorosa y reflexiva, escrita a un ritmo vertiginoso sin entrar jamás en zonas remanidas. Doce años atrás se enamoró del hombre que imaginó que podía ser el compañero su vida. Quería ser esposa, amiga y amante, ser madre sin dejar de ser deseada y formar una familia. ¿Una versión mejorada de la vida de sus padres? Tal vez; pero no hay nada que reprochar en eso cuando es honesto. Y ella amó así, de manera franca y honesta, como aman los que todavía están puros. De pronto el amor de ella va a materializarse por medio de todos los tratamientos de fertilización posibles, con todo lo que eso significa. Ian, su segundo hijo, llegó después varias vacunas, cuatro inseminaciones fallidas y tres ICIS, que son tratamientos de fertilización asistida donde meten el espermatozoide a la fuerza dentro del óvulo. Pero antes de Ian, ella estuvo embarazada y el bebé murió a los siete meses de gestación. 

Natalia Zito no mantiene esta dolorosa experiencia como un hecho a descubrir a lo largo de la novela; porque lo más determinante surge a partir de ahí: todo lo que también murió en ella, junto con su hijo de siete meses, aquel fatídico día, y cómo su entorno se desdibujó por completo y el abandono cotidiano que sufre por parte de su marido. Hay un motivo por el cual ella no quiere, o tal vez no puede, dejar esa casa; pero es mejor acompañar a esa mujer hasta el último día para averiguarlo. 

Autora del libro de cuentos Agua del mismo caño y la obra de teatro El momento desnudo, Natalia Zito se impone ahora con Rara como una excelente novelista.