El neoliberalismo detesta a los sindicatos. El “excesivo” poder sindical es considerado un obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas. Uno de los objetivos prioritarios de los gobiernos de Margaret Thatcher (1979-1990) y Ronald Reagan (1981-1989) fue doblegar la capacidad de resistencia del movimiento obrero. En el Reino Unido, la “Dama de Hierro” infligió una fuerte derrota al sindicalismo minero en 1984. Tres años antes, Reagan había quebrado la emblemática huelga de los controladores aéreos.

En la Argentina, el macrismo intensificó su discurso antisindical en vísperas de las PASO. El mensaje es reforzado con la identificación del sindicalismo “malo” con el kirchnerismo. El Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, señaló que “dos facciones sindicales kirchneristas se cagaron a tiros en un frigorífico” (a pesar de que el grupo atacante es cercano al macrismo) y que “otro sindicalista patotero amenazó a uno de los empresarios más pujantes de la Argentina" (en referencia al reclamo de Sergio Palazzo al dueño de Mercado Libre, Marcos Galperín).

Por su parte, el presidente Macri atacó -en una entrevista con CNN- a los dirigentes Hugo Moyano, Pablo Biró y Palazzo. Idénticos conceptos fueron replicados por los empresarios alineados con el oficialismo que integran el grupo de WhatsApp denominado “nuestra voz”.

El endurecimiento discursivo está en línea con declaraciones/acciones previas. Hace algún tiempo, el Presidente planteó que “la justicia laboral debe ser más equitativa, no tan volcada a encontrarle siempre la razón a una parte” (en alusión a los trabajadores) porque eso, advertía, “desalienta inversiones”. En ese marco, el gobierno reclamó la destitución de camaristas laborales que no fallaban de acuerdo con su criterio. El entonces ministro de Trabajo solicitó que el Consejo de la Magistratura revisara el Facebook de los jueces. Macri también encabezó la ofensiva contra el dirigente docente Roberto Baradel en su discurso en la Asamblea Legislativa en 2017. Ese año, la gobernadora de la provincia de Buenos Aires convocó a voluntarios para contrarrestar el paro de Suteba. A su vez, Maria Eugenia Vidal ofreció un plus por presentismo a los docentes que rompieran la huelga. Ese conflicto rebasó las fronteras de la Argentina. Un artículo publicado en el diario español El País trazó una analogía entre Vidal y Thatcher.

Los medios hegemónicos argentinos realizan su aporte a la cruzada antisindical. En algunos casos, esa construcción discursiva apela a formatos no tradicionales tales como, por ejemplo, la nueva tira de Canal Trece (“El Tigre Verón”).

El periodista Emanuel Respighi sostiene que “ninguna ficción es ingenua ni puede escindirse de su tiempo. Hay un contexto en el que se la produce, que la contiene y del que surgen lecturas posibles de los espectadores. Todo productor/programador elige qué temática contar, cómo hacerlo y cuándo programarla para que sea vista por el público. En el episodio de presentación, El Tigre Verón responde a esos tres interrogantes con claridad: la producción de Pol-Ka, Cablevisión y Turner aborda a un sindicalista feo, sucio, violento y autoritario, lo hace sin mostrar los matices del mundo sindical sino iluminando únicamente sus zonas más oscuras, y se estrena en un año electoral, en plena campaña...además, claro, el Tigre tiene en su despacho un busto del general. Aun reconociendo el histórico vínculo entre el sindicalismo y el peronismo, ¿no hubiera sido mejor evitar asociar explícitamente al sindicalista corrupto con un partido político? ¿Suma a la trama o la historia se podría haber desarrollado sin esa referencia política partidaria en medio de un año electoral?”

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@diegorubinzal