Hace 35 años y bajo la conducción técnica de José Omar Pastoriza, Independiente conquistó ante Gremio de Brasil su séptima Libertadores, la última que sumó a sus vitrinas. El partido de la consagración se disputó en Avellaneda, un empate trabado y sin goles, pero el Rojo consiguió la diferencia tres días antes en Porto Alegre, donde cumplió una actuación tan convincente que fue catalogada como la "final perfecta", pese a que el resultado fue un ajustado 1-0.

"Tanto los jugadores como el cuerpo técnico del Gremio se sentían superiores. Como el año anterior habían derrotado a Estudiantes, aseguraban que Independiente era menos y que volverían a ganar la Copa. Lamentablemente para ellos se llevaron una sorpresa porque vencimos 1-0, pegamos tres tiros en los palos y les dimos un baile impresionante", recordó el defensor Enzo Trossero. "Fue uno de los mejores partidos jugados por un conjunto argentino en el exterior. Hasta nos sorprendimos por cómo la prensa brasileña ponderó aquella victoria", apuntó el arquero Carlos Goyén.

Para muchos, aquél fue el último gran plantel de la historia de Independiente, con el uruguayo Goyén en el arco; dos zagueros aguerridos como Villaverde y Trossero; laterales con juego y proyección como Clausen, Carlos Enrique o Zimmerman; un mediocampo de "galera y bastón" integrado por Giusti, Marangoni, Bochini y Burruchaga, que deslumbraba con su fútbol; arriba jugaban Barberón y los jóvenes Bufarini y Percudani se alternaban en el once titular.