La adolescente Mariela Tasat, desaparecida desde el 7 de septiembre de 2002 de la casa donde vivía con su familia, en Lanús Este, fue buscada incansablemente por su madre, Luisa Olivera, quien creyéndola víctima de la trata de personas, recorrió prostíbulos y zonas rojas sin lograr ninguna información acerca de su hija. Cuando se enteró de la existencia del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), se acercó a ellos para pedirles ayuda. La investigación realizada por el EAAF dejó al desnudo una larga cadena de errores y negligencias burocráticas, hasta que finalmente se pudo determinar lo que había sucedido. "Lo que pudimos establecer es que ese mismo día (el de su desaparición) la había atropellado un tren, sobrevivió unas horas y después murió en el hospital. Le tomaron las huellas digitales, pero no pudieron identificarlaa y la enterraron como N.N.", contó Carlos "Maco" Somigliana, integrante del EAAF. El caso tiene similitud con el de Luciano Arruga (ver aparte), que tuvo el agravante de la persecución que sufría el joven de parte de la Policía Bonaerense. 

El caso de Mariela Tasat, de 14 años, pasó a engrosar la lista de casos emblemáticos de la cadena de errores que se pueden cometer desde el Estado y que impiden la rápida identificación de una persona fallecida en la vía pública, sin portar su documentación. El caso Tasat fue el primero documentado por Missing Children, organización en la que entonces trabajaba María Marta García Belsunce, asesinada en octubre del mismo año en su casa del barrio cerrado Carmel, de Pilar. 

Del trabajo realizado por el EAAF surgió que la adolescente fue sepultada en el cementerio  de Lanús, pero, aparentemente por las deformaciones que había sufrido en el accidente, en la autopsia señalaron que se trataba de una mujer de unos 30 años, un dato inexacto que complicó la búsqueda. A esto se sumó que cuando fueron a buscar el cuerpo, los restos habían sido llevados a un osario, una práctica que habitualmente se cumple de forma administrativa cada cinco o diez años. Además, en la sepultura original, ya había otro cuerpo. 

De todos modos, había ocurrido que "la exhumación de Mariela no había sido completa, entonces se sacó a la persona que estaba arriba y con unos restos mínimos de ella que estaban ahí (todavía), se pudo obtener el ADN, se comparó con el de su madre y su hermana y dio positivo", precisó Somigliana. Mientras analizaba el expediente, el equipo de antropólogos descubrió que las huellas de Tasat nunca habían sido cargadas en el Registro Nacional de las Personas (ReNaPer) por motivos que se desconocen.  

El problema reside en que "el sistema tiene un solo mecanismo de identificación que son las huellas digitales. Si bien es bueno, no puede ser el único, entonces la madre nos aportó el documento, donde tenía uno de los dedos, el pulgar derecho, pero la ficha que tiene que estar en el Estado, con los 10 dedos, no estaba", aseguró Somigliana. En consecuencia, la huella digital se tuvo que comparar con las que le habían tomado al cuerpo cuando se hizo la autopsia y también dieron positivo.

Sobre el caso de Mariela Tasat, la presidenta de Missing Children , Lidia Grichener. sostuvo que "la realidad es que no hay explicación, uno se pregunta cómo en 15 años no se supo nada de Mariela. Ahora nos enteramos que Mariela tuvo un accidente de tren, que estuvo dos días en un hospital. ¿Cómo nadie buscó a la familia? Ni la policía, ni la justicia ni la gente que intervino en el entierro".