Nunca pasó: a pocos días de las elecciones una gran fuerza de oposición construye una coalición electoral, un candidato y una opción atractiva para los votantes. Y todo al mismo tiempo. En movimiento. On line.

El marco de la novedad histórica es Rosario. Una imagen para ese marco es la firma del compromiso a futuro entre el candidato a Presidente del Frente de Todos, Alberto Fernández, y los gobernadores peronistas en ejercicio, los reelectos y los electos que asumirán en diciembre. Otra imagen es el cierre de campaña en la nochecita de ayer con Fernández, con CFK, con Sergio Massa, con Axel Kicillof y, otra vez, con los gobernadores sobre el escenario. “Una bolsa de gatos”, se reía Néstor Kirchner en casos como éste. Y agregaba cómplice: “Pero sin bolsa de gatos no gobernás, sos una secta”.

El 7 de agosto de 2019 entero, Cristina incluida, puede quedar como el reverso del 25 de mayo de 2008, cuando comenzó una pendiente que solo tuvo un paréntesis en el triunfo kirchnerista de 2011. A esa altura la Presidenta no solo había convalidado la resolución 125 sugerida por el entonces ministro de Economía Martín Lousteau. El gobierno ya llevaba dos meses y medio manteniéndola en alto como si fuera una bandera histórica. En ese tiempo la batalla que generó la 125 se había convertido en una sangría capaz de hacer estallar tanto el peronismo como la relación entre el kirchnerismo y las clases medias urbanas. Ambas cosas sucedieron. El símbolo fue el gran acto opositor en el Monumento a la Bandera del 25 de mayo de 2008. Participaron más de 200 mil personas.

El peronismo comenzó a estallar. Los peronistas de Santa Fe y los de Córdoba tuvieron que elegir entre la 125, que significaba su linchamiento político, o el alejamiento respecto del Gobierno. Se alejaron. En Entre Ríos creció Alfredo de Angeli, el dirigente ruralista que por un momento creyó ser la reencarnación de Pancho Ramírez. Un nuevo Supremo Entrerriano encargado de pelear contra el presunto unitarismo de Cristina Fernández de Kirchner. De Angeli no fue muerto ni decapitado como Ramírez. Terminó como senador del PRO, contando sus aventuras de cuando cortaba la ruta 53 contra el populismo totalitario que, por cierto, nunca le hizo nada.

Aquella diáspora incluyó al jefe de Gabinete Alberto Fernández y al diputado nacional Felipe Solá, justo los dos dirigentes que negociaron el compromiso con los gobernadores. Ellos serán tenidos en cuenta para la política nacional, para el Ejecutivo y para las obras públicas si gana el Frente de Todos.

Juntos por el Cambio suele ningunear este tipo de pactos. Pero los gobernadores electos o reelectos representan más que aparatos. Si ganaron es porque supieron olfatear que hay otro clima debido a la crisis y a la reconstrucción de la unidad peronista.

Otra clave más: el rafaelino Omar Perotti ganó Santa Fe y triunfó además a gobernador en Rosario, donde el peronismo perdió la intendencia pero recibe guiños favorables desde dirigentes importantes del Frente Progresista. Rafaela es una de las ciudades que sintetizan la producción rural, la industrial y la agroindustrial. Las tres producciones están castigadas. Si un chacarero consigue la plata para comprar un tractor, lo cual ya es un milagro frente al crédito cero, ese tractor será importado. Las fábricas de motos cierran en Córdoba y en San Luis. La producción de autos cayó a la mitad durante la Era del Hielo.

“Fuimos capaces de entender que era necesaria la unidad de todos aquellos sectores, de todos aquellos hombres y mujeres que creemos que una Argentina diferente es posible”, dijo Cristina en su discurso frente a Monumento a la Bandera. “No les pregunten de dónde vienen, pregunten adónde quieren ir”, dijo Alberto sobre los votos a conseguir de aquí en adelante. La reunificación peronista y el enojo con tanta malaria señalan tendencias profundas. Parecen difíciles de conjurar por Macri si su estrategia es seguir profundizando la crisis mientras grita “carajo”.

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