La gran tentación que representan los medios para quienes los poseen o tienen acceso a su uso es el ejercicio del poder sobre la audiencia a través del manejo del conocimiento y la información. Esta tentación se presenta tanto para quienes quieren promover sus productos, como para los que gobiernan y también para los responsables religiosos.

La manipulación de la comunicación que se está ejerciendo en ciertas manos ha significado magnificar el lugar de los sentimientos en la recepción de los mensajes, por eso hablan de votar con el corazón. Su fuerte reside en las apelaciones a lo irracional. Se trata de una comunicación que se expresa en claras instrucciones morales con un fuerte acento de manipulación religiosa. El panorama se presenta afirmando que la vida del país está sumida en una lucha entre el bien y el mal, y que hay que poner en la cárcel a quienes les resulten peligrosos por el mal que heredado, esperando el bien que algún día llegará. Mientras tanto, cuando se cruza el río o se espera que vislumbre la luz al final del túnel, hay que soportar las penurias. Se trata de un esquema con un fuerte trasfondo cultural que refleja una visión religiosa que se sustenta en la necesidad del sacrificio que algún día logrará su redención. Por eso, el acento se pone en el individuo, el que encontrará salida a sus angustias y problemas, gracias a un esfuerzo personal que le deparará, en un futuro no claramente determinado, el bienestar anhelando.

La gente depende de ciertas fuentes de información, las cuales no sólo proveen las noticias sino también las pautas de comprensión y las normas de conducta a seguir. Cuando la comunicación se vuelve monopólica los medios expresan los intereses de sus dueños. La proclamada libertad de la información es predominantemente propiedad privada, un territorio con leyes propias, donde la información es una mercancía que se compra y se vende. Se crea la ilusión de que hay libertad para elegir.

El hecho de que grandes audiencias respondan a estímulos triviales, no significa que no estén en condiciones de recibir nada mejor. Uno de los desafíos de la democracia es preparar a la gente para recibir, seleccionar e interpretar, desde su propia óptica social y cultural, los mensajes que se les transmiten y, desde ese trasfondo, sacar sus propias conclusiones. El uso de los resortes irracionales tiene su premio cuando logra seducir al receptor de esos mensajes y éste llega a pensar que son propios.

Es cierto que, cuando la necesidad de la comunicación existe y los medios le son negados o están corrompidos, el pueblo siempre encuentra la manera de comunicarse. Los medios no pueden llegar al punto de ahogar la voz de la gente. Porque los medios son parte de las herramientas de comunicación de la ciudad, el acceso a ellos es un derecho de la vida en comunidad que es necesario reclamar.

No debe olvidarse que, después de todo, no hay democracia sin libertad, libertad sin igualdad, ni igualdad sin participación. Hay que trabajar para que los medios masivos sean espacios de comunicación democrática.

 

Es autor es comunicador social. Ex Presidente de la Asociación Mundial para las Comunicaciones Cristianas (WACC)