¿Qué nos dejó el punk? ¿Qué tan cerca o lejos lo tenemos? ¿Qué onda sus prácticas? Repasar y repensar “lo punk” resulta tan necesario como vital. Se requiere activar el interruptor que deja de lado lugares comunes y clichés acaparados por la iconografía de finales de los ‘70 –ésa de crestas, alfileres de gancho, acordes en quintas– y pasar a asimilar lo punk como un reflejo sin ídolxs de lo que significa transitar nuestro tiempo, una respuesta crítica al estado de las cosas, una manera de enfrentar las tradiciones y los dogmas, de generar nuevos lazos, espacios y maneras de relacionarse y accionar. Esa red de vínculos y de “gente haciendo cosas” fue abordada en Estados Unidos entre 1994 y 2007 por el fanzine Punk Planet, que compiló formas diferentes de sumarse a las discusiones de su tiempo hasta que debió cerrar por un panorama de malos acuerdos de distribución, desaparición de auspiciantes y baja de suscriptores. Pero las mejores entrevistas de sus primeros años quedaron plasmadas en el libro We Owe You Nothing, de 2001, cuya versión en español acaba de ser publicada por Walden Editora bajo el título No te debemos nada.

En 1994, los ránkings musicales y los medios mainstream de Estados Unidos prestaban especial atención al under gracias a la fama de Nirvana. Green Day, con su álbum Dookie, lograba abrir el camino a una oleada de punk popero, tibio, predigerido y listo para MTV. Ante a ese escenario, el principal fanzine yankee, la venerada Maximum Rocknroll, decidió elevar su umbral de lo de que consideraba manifestaciones musicales honestas, o sea punk, y ejerció un firme control de las bandas que cubría y la música que reseñaba. Para una escena que contaba con la prensa independiente para vender discos, promocionar giras y llegar a las disquerías, no aparecer en la Maximum era un garrón.

Al mismo tiempo, nuevas corrientes florecían en las escenas, que transitaban muy por debajo del radar del mainstream y no figuraban en las páginas de Maximum: principalmente el movimiento alternativo y feminista de las riot grrrl y el por entonces incipiente sonido conocido como emo. Con 19 años, Dan Sinker se preguntó desde Chicago cómo dos de las cosas más emocionantes que le ocurrían al underground de los ‘90 no estaban teniendo la exposición que necesitaban dentro de la escena. Fue con la cabeza en llamas por esa idea que sin pensarlo mucho escribió en un foro: “¿Por qué no lo hacemos nosotrxs?”.

En el prólogo de No te debemos nada, Dan escribe: “Todos los entrevistados de este libro se hicieron su propia versión de esa pregunta infinidad de veces, y la respondieron la misma cantidad”. Al parecer, siempre ocurrió así: preguntarse y hacer algo al respecto. “Se trata de tomar una guitarra y preguntarse ‘¿por qué no puedo tocar esto?’. Tomar una máquina de escribir y preguntarse ‘¿por qué mis opiniones no cuentan?’. Mirar el mundo a tu alrededor y preguntar ‘¿por qué las cosas están tan jodidas?’ Y después, ‘¿por qué no estoy haciendo nada al respecto?’”

 

El gran atractivo de No te debemos nada radica en el abanico de disciplinas y áreas de acción de sus entrevistadxs, desde la cantante y escritora Kathleen Hanna (Bikini Kill) hasta el filósofo y politólogo Noam Chomsky, pasando por el queer hardcore de Los Crudos, liderados por el uruguayo Martín Sorrondeguy, o la charla con el Fondo de Acceso al Aborto, de Ohio. Llevadas adelante “más como una conversación que como un interrogatorio”, las entrevistas abordan a interesantísimas personalidades de la talla de Steve Albini (Big Black, Shellac y admirado ingeniero de sonido de lengua filosa), Jello Biafra (Dead Kennedys), Ian MacKaye (Minor Threat y Fugazi, entre otras, y responsable de Dischord Records), Sleater-Kinney, The Gossip, Art Chantry, Miranda July, entre varixs otrxs.

“El punk ha tejido una enmarañada red a lo largo de los últimos veinte o veinticinco años. Lo que alguna vez fue una gran hazaña, como el hecho de que una banda atravesase el país dando conciertos, ahora es una constante. Muchas cosas han cambiado (...) pero hay una que no: la motivación”, escribe el responsable de la Punk Planet, haciendo referencia a la acción y al credo punk por excelencia –do it yourself, hacelo vos mismx–, que aquí se ve aplicado de igual modo por músicxs, escritorxs, ilustradorxs, artistas plasticxs, fotógrafxs, cineastas, directorxs de sellos. “Siempre sentimos que hablar con las personas que ayudaban a mejorar nuestra cultura era importante”, consigna.

No es extraño que el espíritu punk haya atravesado la cultura como lo hizo. El punk nunca esperó la aprobación de nadie. Siempre fue algo que bajó desde la necesidad de contar, de crear, de ligar con otrxs, de ser acción, de resolver una falencia y contar una visión que hasta entonces yacía invisivilizada.