El objetivo central de la política económica del gobierno es aguantar la cotización del dólar hasta diciembre. En la búsqueda de ese objetivo, el nuevo ministro de Hacienda señaló que el dólar está muy por arriba de su valor de equilibrio, mientras que el titular del Banco Central estableció un sistema de bandas relativamente estrechas alrededor de dicha cotización. La estrategia oficial se complementó haciendo pasar la devaluación programada para la mañana del lunes post PASO, como una reacción del mercado ante el triunfo electoral del “populismo”. La estrategia tuvo cierto resultado, al forzar al candidato opositor Alberto Fernández a tranquilizar a los mercados señalando que “el dólar a 60 pesos está bien”.

Las declaraciones de Fernández son elogiables, ya que contribuyen a la búsqueda de una transición ordenada donde el oficialismo logre completar el mandato en los tiempos y formas institucionalmente establecidos. Una disparada del dólar sin control, pondría a Mauricio Macri en la necesidad de adelantar las elecciones. Sin embargo, no están libres de costos, ya que podría legitimar la pérdida masiva de reservas en un vano intento de sostener el dólar en los actuales valores. Además, la sangría de reservas podría acelerarse si se cae el acuerdo con el FMI, disparando el congelamiento del swap con China y el crédito del BIS. Un escenario que implica el agotamiento de las reservas y una consecuente explosión cambiaria.

Los argumentos de los economistas en torno al valor de equilibrio del dólar son puro humo. Están basados en medir el poder adquisitivo del dólar al comparar su evolución respecto a los precios internos e internacionales. Esa cuenta indica que un dólar a 60 pesos es un dólar muy competitivo, que prácticamente duplica el poder de compra que tenía al asumir Mauricio Macri. Pero el dólar alto no implica ningún equilibrio, ya que el equilibrio de las cuentas externas de la economía argentina es inalcanzable con cualquier cotización. Un dólar alto puede, a lo sumo, contribuir a sostener un balance comercial favorable (más por sus efectos contractivos que competitivos), pero ese saldo no alcanza a cubrir los pagos de intereses y amortizaciones de la deuda, ni la masiva fuga de capitales.

En consecuencia, la política cambiaria hasta diciembre puede transitar tres caminos. Una pérdida masiva de reservas intentando sostener el dólar a 60 pesos, con el riesgo de que no sean suficientes para lograrlo. Una nueva devaluación que licúe los depósitos en pesos, pero que no afecta la amenaza del retiro de más de 30.000 millones de dólares de depósitos del sector privado. La introducción de controles de cambios (¿terminará Mauricio Macri imponiendo un “cepo”?) o restricciones a la salida de depósitos, buscando contener la demanda de dólares billetes. Cualquiera de esos tres caminos, no excluyentes entre sí, es el desenlace esperado del ciclo de endeudamiento y especulación montado por Mauricio Macri, y no deberían salpicar a una oposición que requiere la máxima credibilidad al asumir para poder reestablecer la estabilidad económica.

@AndresAsiain