Dos pibes improvisan un picado con una pelota desvencijada y dos arcos hechos de cajas de basura. Hace frío. Las nubes se tornan gris oscuro y no más de cinco parroquianos los miran desde las ventanas de un bar más, entre los miles que hay en Rosario, la más bohemia de las ciudades argentinas. Las palomas pican y vuelan, mientras un puñado de personas mal dormidas, en situación de calle, esperan por la ración de comida que reparte la camioneta del guiso popular. Postal aleatoria pero fuerte. Furiosa.

Foto cotidiana de la explanada que antecede la entrada al Centro Cultural Fontanarrosa, otra vez sede central de una de las aristas de la decimosexta edición del Encuentro Nacional de Músicos: los talleres. Cuatro salas de la enorme fábrica cultural ofrecen cobijo a músicos y aprendices que serán parte del encuentro más importante de música popular, a nivel nacional. Que “ya” son parte. Desde temprano en la mañana, se la vio a Cecilia Arellano, gran voz rosarina, revelando secretos sobre cómo, dónde, por qué y para qué colocar la voz, a fin de lograr una interpretación vocal adecuada.

En otra de las salas, un grupo de músicos anfibios, tal vez buscando nadar en las aguas a veces incómodas de la fusión, seguían con atención las enseñanzas de un tal André Marques, brasilero de San Pablo que supo ser pianista de Hermeto Pascoal, y que ahora tiene un sexteto que suena dribleando las claves del éxito. “Acá es la parte que va entrando uno de cada vez”, tiró Marques en un portuñol medio complicado, pero la dificultad del idioma no complicó en nada el entrevero de bajos, sintes, acordeones, traversas y criollas. Arquitectura sonora. Construcción musical en pleno trance. Algo de eso saldría.

Igual que en el intensivo de Ensamble de Guitarras, dado por un histórico del encuentro: el guitarrista Marcelo Stenta. Un grupo de no más de cuarenta talleristas fue en busca de un sol hermoso que los sacara del frío de la era, de lo que se veía y pasaba afuera del Fontanarrosa. Un sol sostenido en séptima que, como se vio a la noche en los conciertos, jugará a favor del Cuchi Leguizamón.

La quinta sala, la más poblada, tenía a Coqui Ortiz y a Jorge Fandermole como protagonistas. El nombre del taller era Música del Litoral y en esas aguas se zambulleron ambos guitarristas, compositores y cantores, como si fuesen hermanos separados al nacer. Era Coqui el que hablaba cuando PáginaI12 se coló. Sostenía una guitarra, y manipulaba una laptop para pasar músicas -intercaladas con historias- de quienes lo nutrieron. De sus maestros, que también son los de Fandermole. De Cayetano Gauna, el “Caye”, por caso, que le imprimió una impronta guitarrera indomable al norte del Chaco. O de Raúl Junco, poeta, cantante, militante, guitarrista de Resistencia, que también señalizó caminos. Ortiza tocaba, cantaba, contaba y pasaba música, mientras el autor de “Oración del remanso” ecualizaba y hacía algún aporte sobre cierto fraseo inconcluso. Todo muy artesanal. Cálido. Un remanso para meterse en ese amplio universo de chamarritas, milongas, rasguidos dobles y chamamés subtropicales.

Ortiz y Fandermole fueron también uno de los números clave de la noche del martes, día inaugural para la fase conciertos. A las 21, la Plataforma Lavardén lucía repleta. Los organizadores, dada la crisis, decidieron poner la entrada a $50, y dio resultado. El dúo, en efecto, recibió el cariño de su gente a través de los aplausos que siguieron a cada pieza. Ya en plan recital, ambos mostraron las esencias del Paraná, sin tomarse la molestia de mojarse un dedo en las orillas. “Viejo Paraná cuéntale a los hombres que engendraste un son pie de arena y monte” (“Para Chaco y Corrientes”), cantaron ambos, en impecable tándem guitarrístico y vocal.

El mismo que se apoderó de “Agua dulce”, una de las más bellas canciones compuestas por Fandermole, que dedica especialmente al Chacho Muller y Aníbal Sampayo. Sucedieron “El suquipusquero”, simpático tema del chaqueño, cuyo personaje define como un dios hecho su imagen y semejanza; “Hispano”, otra maravilla de "Fander" que, a la portentosa versión de Juan Carlos Baglietto, le contesta con un preciado juego de armonías. Cerraron ambos con colorido juego de voces y cuerdas llamado “La fortuna de mi guitarra”.

La magia de ese cruce es como la del resultado del taller de Marcelo Stenta que rindió honor al Cuchi mediante “Zamba de argamonte” y “Elogio del viento”, entre más. Tanta, también. como el sofisticado jazz fusión a la brasileña que ofreció Marques con su sexteto. O, mejor, como la del Arguello-Magud Ensamble, cuya voz femenina (la de Marcela Arguello) hechizó a los presentes con el registro abismal que le imprimió a “Río de los pájaros”, del citado Sampayo. O como la del otro dúo previsto, Martín Neri + Ramiro González, que sorprendió a propios y extraños con una hermosa canción dedicada a los albañiles (“La vida misma”), en la que el riojano encaró una especie de percusión, con un balde y una cuchara rozando en su interior, como aquel orfebre del cemento, que lava el balde al final de cada jornada. “Este tema nació de un albañil que laburaba en casa y una vez me dijo 'mi abuelo, albañil; mi padre, albañil; y yo, también… y mi casa dónde está'”. Cualquier vínculo con la cabeza de esta crónica no fue pura coincidencia.

Tampoco lo fue que al otro día -anoche- hayan emergido antídotos contra tal estado de la cuestión. El Centro Cultural Parque España, que se manifiesta monumental a la vera del Paraná, no estuvo igual de lleno que la Lavardén, pero el calor popular alcanzó para que dos tucumanos, un porteño y un rosarino dieran con el fin. El rosarino, Adrián Abonizio, mostró su talante trovador a través de gemas acústicas como “Príncipe del manicomio” y “Fui mujer”.

Uno de los tucumanos, el Topo Encinar, lo hizo mediante arengas del tipo "¡Viva Perón, carajo!" o “Vamos que ya se viene octubre” que, junto a temas como “Agosto”, dedicado al represor Bussi, conformaron un todo contundente: “Soy intocable /piensa el tirano / y llora cobarde / frente a un jurado”. El otro tucumano, Juán Falú, se manifiestó a través de esas bellas piezas que recreó junto al porteño Marcelo Moguilevsky, y que hacen honor a dos de los dos leit motiv del encuentro: el silencio y la profundidad. Además de un compromiso por transformar la realidad imperante, que el guitarrista coló de manera genial, en uno de los temas: “Para los conchetos, ya se viene octubre”.

Lo que sigue

Hoy Jueves a las 21 en el Centro Cultural España (Sarmiento y el Río Paraná): Jorge Giuliano - Mónica Abraham, Lautaro Reinoso quinteto, Liliana Herrero, Murga La Cotolengo.

Mañana viernes a las 21 en el CC España: Juan Carlos Muñiz -Simón Marziali; Orquesta de Cámara Municipal de Cuerdas con Lorena Astudillo y Muestra del Ensamble Instrumental de Lilián Saba.

Sábado a 21 en el Galpón de la Música (Av. Guillermo Estévez Boero 980, entre Urquiza y el Río Paraná):  Agualuna, Riendas Libres, Sebastián Macchi trío, Sures.

Domingo a las 20 en el Galpón de la Música: Ana Suñé grupo, Mario Bernachea, Julián Venegas, Franco Luciani