En Todas las formas de estar, el quinto disco de Lucio Mantel, hay una poética algo atemporal y universal. Un aspecto que se refuerza con el arte de tapa de Marina Fages, que retrata al músico en un bosque fantástico y nocturno. Pero no es un disco cómodo: está cargado de interrogantes y misterios. Fue armado en un momento de mucho movimiento para el artista: con una pata en la Argentina y otra en Europa, con largas estadías y giras frecuentes entre un lugar y otro. “Nunca hice un disco sin entrar en una gran confusión, en un gran limbo de no saber qué estoy haciendo, a dónde voy a llegar ni nada. Lo que siempre pienso es que sé para qué lado estoy caminando pero no sé bien a dónde voy a llegar”, explica sobre el disco que presentará el sábado 24 a las 21 en La Tangente (Honduras 5317).

En este trabajo, además, el cantautor y arreglador sintetiza sus facetas acústicas, eléctricas y suma un lenguaje nuevo: un sonido electrónico. Uno de los responsables de aportar ese color fue Axel Krygier, con quien Mantel coprodujo cuatro de las nueve canciones, como “Destierro”, “Invocación” y “Distante”. Pero este el “collage digital” -samples y programaciones sutiles- que ambos lograron es una pieza más que convive con sonoridades acústicas y orgánicas, como cuerdas y vientos. “El disco se llama así porque de alguna manera la idea fue que todas las canciones tuvieran un encare distinto a la hora de trabajar. Me interesaba tomar timbres de otros contextos”, explica Mantel. El músico empezó trabajando con Krygier y luego sumó a Manu Schaller, con quien había producido el álbum anterior, Confín (2015). A diferencia de aquel, el nuevo trabajo es más lúdico, variado y con melodías directas. “En cada disco busco una forma de componer distinta. Y este está trabajado en una armonía más simple y eso para mí no es más fácil, para nada. Confín, por ejemplo, tenía una orquesta que tocaba en todos los temas”.

Entre los que se destacan, aparece “Traidor del cielo”, una canción folklórica con música suya y letra de David Aguilar, un cancionista mexicano de alto vuelo. Es un estilo folklórico -que comparten la Argentina y Uruguay- llamado triste, pero que está un poco olvidado. “En 2008, varios compositores de canciones nos reunimos con Fernando Cabrera y le hicimos una especie de reportaje espontáneo -cuenta Mantel-. Y dijo algo que me quedó guardado: que los compositores más jóvenes, cuando queremos hacer algo con un tinte folklórico, siempre hacemos una zamba, una chacarera o una milonga, y pará de contar, pero que hay muchos géneros que están extinguiéndose porque no los visitamos. Y nombró algunos de ellos, como el triste, el estilo pampeano y la cifra. Yo había conocido el género por Gardel y (José) Razzano. Con David estamos componiendo canciones hace tiempo y cuando le mandé esta música, se emocionó y me mandó rápido la letra”.

-¿A qué responde la poética atemporal y distante del disco?

-Algunas canciones provienen de una situación emocional muy vieja. "Destierro", por ejemplo, habla de un momento de total quebranto, sobre el destierro que uno siente cuando se separa. Y "Distante" habla de la cuestión de estar viajando todo el tiempo, sobre la fantasía de la cercanía y de la distancia. En un momento en el que el mundo y el país están explotando de esta manera, siento un poco de culpa de por saber escribir sobre cosas sociales ya que me importa muchísimo lo que ocurre en la sociedad. Después de mis seres queridos, mi preocupación más importante es ésa. De pronto aparecen menciones a cosas. En cuanto a lo musical, siento que tengo que dar lo mejor que tengo, donde más sumo. Estoy atravesado por la realidad (política y social) pero no encontré la manera de contar eso con belleza. De todos modos, en el disco hay críticas sociales más abstractas.

-¿Por ejemplo?

-"Insular" habla de nuestra relación distópica con la tecnología. Y "Miniatura” empieza hablando sobre el fin del mundo. Tengo una mirada bastante apocalíptica de las cosas. Siento que estamos transitando un lento apocalipsis. Lo veo en muchas cosas: en cuestiones ecológicas y en la tremenda desconexión que estamos teniendo con la realidad más práctica. Desde medidas del gobierno que afectan nuestras vidas en lo cotidiano hasta nuestra relación con las redes sociales. Hay una desconexión que me preocupa. “Insular” habla del reflejo que deja la pantalla en mí.

-En un contexto de hegemonía del single, el video o la brevedad que propone hoy la industria, seguís apostando al disco. ¿Por qué?

 

-Hay un punto en el que siempre quise ir un poco en contra de la urgencia y lo instantáneo que tiene el mundo de la comunicación. Si bien ahora me cuesta un poco más escuchar discos, porque la atención es más dispersa, me crié escuchándolos y me gusta escuchar una canción adentro de un contexto, saber de qué año es una canción y qué le pasaba al compositor cuando la hizo. Entonces, hay un principio ideológico en la idea de lanzar un disco, lo que no quita que haga un single. Pero me parece interesante ir en contra de la urgencia. Me encanta que la comunicación sea audiovisual, no estoy en contra de eso ni creo que esté mal, pero sí estoy en contra de la idea de que la música sin una imagen no vale nada. O en creer que si no hay imagen no sirve.