Pennywise y sus globos rojos flotadores están de regreso para la segunda entrega de It. Dirigida por el argentino relocalizado en Los Ángeles Andy Muschietti y producida por su hermana Bárbara, la primera parte de la adaptación cinematográfica de la novela de Stephen King, publicada originalmente en 1986, se transformó hace dos años en el film de terror más taquillero de la historia del cine. Este segundo largometraje –rodado de manera absolutamente independiente del primero, aunque íntimamente ligado a él en términos narrativos– retoma la historia del septeto de “perdedores” veintisiete años más tarde, con el grupo de púberes transformados ahora en flamantes cuarentones. Quien no ha cambiado demasiado es el perverso y babeante payaso, interpretado nuevamente por el actor Bill Skarsgård bajo espesas capas de maquillaje. Algo terrible ha comenzado a ocurrir, otra vez, en el pueblo de Derry, y el llamado del único integrante del grupo que permaneció en el lugar se transforma en la señal de alerta para un inesperado regreso. Ese es el punto de partida de una película de inusitada duración para el género (dos horas y cincuenta minutos), cuyas ambiciones de espectacularidad en pantalla intentarán sin dudas romper el récord de popularidad y recaudación del film previo.

“Es un sueño hecho realidad. Nos marcó mucho a los dos”, afirma Andy Muschietti, en conversación con Página/12, respecto de la lectura del libro de King durante los primeros años de la adolescencia, cuando los sueños de transformarse en director o productora de cine –nada menos que en Hollywood– sólo podía ser eso: un sueño. “Stephen King en general, te diría, fue para mí una especie de profesor, de maestro. Aunque no lo quieras ni te des cuenta, te va influenciando”. La charla con los hermanos Muschietti se produce durante una fugaz visita a la Argentina, poco más de dos semanas antes del estreno, anunciado para el jueves 5 de septiembre. El lanzamiento será seguramente muy grande y la campaña de promoción no se queda atrás. En la charla, sin embargo, ambos parecen sentirse relajados, en casa, lejos de los apretados junkets de prensa típicos de la industria estadounidense. Una buena ocasión para recuperar el español argentino de nacimiento, aunque a veces esté atravesado por algún concepto en inglés, cortesía de la práctica del habla cotidiana en su país adoptivo. “Es muy raro pensar que leímos el libro en un cuartito cuando éramos chicos y terminamos haciendo estas películas. Es surrealista”, agrega Bárbara Muschietti, quien no dirá cuál fue el presupuesto de esta segunda parte. “No podemos revelarlo, pero fue más del doble de los 30 y pico de millones de dólares que costó la primera”.

Andy Muschietti: -It habla de dos momentos diferentes de la vida y haber leído el libro justamente en esos dos momentos fue algo curioso. Es difícil que uno vuelva a leer un libro y sea exactamente el mismo. Por lo general, se interpretan cosas diferentes. Hay treinta años de experiencia de vida en el medio y eso lo cambia todo. Las dos películas tienen perspectivas ligadas a esas edades, un tono diferente. Quizás la primera parte tenga un poco más de inocencia porque es una historia de niños, con la perspectiva típica de esa edad, y la segunda tiene la mirada de esos mismos personajes, pero a los cuarenta años. Hay temas más profundos, los miedos ya no son los mismos.

-¿Fue un desafío complejo trabajar el guion de esta segunda película? It: Capítulo 1 tomaba exclusivamente el relato en tiempo pasado y lo desarrollaba de manera cronológica, pero la segunda parte, cuyo guion está acreditado a Gary Dauberman, alterna dos temporalidades de manera constante.

A.M.: -Fue un poco más complicado y también más divertido, porque la primera parte era lineal. El primer capítulo era la historia de los chicos, que tuvo varias modificaciones respecto del libro, ya que teníamos que reordenar los hechos de forma que ocurrieran de manera consecuente, con causas y efectos directos, ordenados en una película de poco más de dos horas. En este caso, el hecho de pensar una estructura con dos líneas temporales que “conversan” entre sí era un desafío importante. Es una estructura que está en el libro y que queríamos recuperar para esta segunda parte, por cuestiones relacionadas con las emociones de los personajes y también de los espectadores. La gente a la que le gustó la primera película se enganchó emocionalmente con los pibes y eso era algo que queríamos recuperar, ligando a los chicos con sus partenaires adultos. Pero, al mismo tiempo, teníamos que lograr que los flashbacks estuvieran integrados a la trama principal. En las películas, muchas veces los flashbacks tienen que ver con los personajes en sí, con su pasado, pero acá queríamos que tuvieran más relevancia, que fueran ventanas que mostraran lo que les pasó a los personajes después del trauma original. Fue un camino de integración de tiempos narrativos y de apretar todas las tuercas para hacer una película más tensa. En el libro pasa más tiempo entre la reunión y el desenlace; en la película se resuelve apenas en un día. Teníamos que condensar y que todo tuviera sentido.

-¿Las escenas con los chicos que transcurren en los años 80 ya estaban filmadas de antemano, hace dos años?

Bárbara Muschietti: -No. Y esa fue realmente una apuesta grande. A esta edad, los chicos crecen de una manera increíble y en dos años todos estaban muy cambiados.

A.M.: -Finn Wolfhard, que interpreta al pequeño Richie, creció como tres metros (risas). Así que tuvimos que comprimirlo al tamaño que tenía dos años antes. Lo hicimos junto con la empresa Lola VFX, una casa especializada en de-aging (“des-avejentamiento”).

B.M.: -Fue un proceso muy extraño. La verdad es que estaba todo el mundo con los huevos en la garganta. Las primeras pruebas no funcionaron, pero Andy, que es un verdadero fisonomista, empezó a darles notas muy precisas del tipo “acá agrandar la cabeza”, “acá achicar la nariz”, etcétera. La gente de Lola es realmente experta en el tema. Son los que rejuvenecieron a Kurt Russell en Guardianes de la galaxia 2. El tema es que, en este caso, no era solamente quitar algunos años, sino que había que revertir, cambiar las proporciones completamente.

-La película anterior, por momentos, estaba más cerca del Stephen King de Cuenta conmigo, pero It: Capítulo 2 tiene en sus tramos finales un tono más cercano al cine de acción y aventuras. Uno puede pensar en Los Goonies e incluso en Indiana Jones.

A.M.: -La idea era que fuera una película con la suficiente dosis de acción como para proveer una historia con una escala estimulante, más grande que la primera. Dadas las posibilidades de hacer algo más espectacular, por qué no hacerlo.

B.M.: -Creo que era necesario, sobre todo en el tercer acto, lograr algo más espectacular que el final del primer capítulo. Los protagonistas vuelven al mismo lugar y había que darle una vuelta de esplendor a todo el asunto.

A.M.: -Al mismo tiempo, aunque la película se hace más grande, toda esa secuencia de acción está entrelazada con las emociones de los personajes. Cuando Pennywise los separa y cada uno de ellos se queda encerrado, de alguna manera, en su propia cueva, se enfrentan a su gran temor, cada uno por separado. Son momentos de mucha acción pero, al mismo tiempo, muy emotivos a un nivel íntimo.

-¿No tuvieron problemas con la duración, que puede ser considerada excesiva para una película de terror?

B.M.: -Problemas, lo que se dice problemas, no hubo, realmente. Todo el mundo sabía que iba a tener una duración cercana a la definitiva. Fuimos a filmar con un guion de 163 páginas, así que nadie se sorprendió. La idea era que pudiéramos sacar adelante el proyecto y los 169 minutos nos dejaron conformes a todos. Además, justo cuando estábamos editando la película, fuimos a comer con los hermanos Anthony y Joe Russo, los directores de Avengers: Endgame, y nos dijeron que su película andaba por las tres horas, justo antes de que se estrenara. Eso nos dejó un poco más tranquilos. Creo que los fans van a estar contentos con el hecho de que no sea una película de una hora y media.

-¿Cómo fue el proceso de casting para encontrar a los actores que interpretan las versiones adultas de los “losers”?

A.M.: -A Jessica Chastain la agarramos de entrada… desde las épocas de nuestra película Mama (risas de nuevo). No, realmente, ni bien la primera parte estuvo terminada le mostré un corte, porque ya tenía la idea de que ella era la actriz ideal para el papel. Más allá del color del cabello, aunque el hecho de que sea pelirroja ayudó, desde luego. A ella le encantó y se enganchó enseguida. Así que Jessica estuvo a bordo antes incluso de que hubiera un guion escrito para la segunda parte.

B.M.: -Ella es una amiga pero, más allá de eso, creo que tiene mucho en común con el personaje. Las dos son guerreras y ella encarna la rectitud moral del grupo. Era natural que fuera Jessica.

A.M.: -Al mismo tiempo, es un personaje muy dañado. En realidad, todos lo son. Están hechos mierda. Tienen éxito profesional pero están muy dañados, con un trauma reprimido que no pueden enfrentar. Y eso es algo que, inconscientemente, los hace volver al pueblo, más allá del llamado de Mike. Hay una necesidad de superar eso. Tuvimos mucha suerte con el casting porque, más allá del rol de Jessica, hubo un momento donde mucha gente quería estar en la película, al punto de que varios representantes de actores comenzaron a llamarnos. Hay un aspecto que para mí es muy importante y es el físico. A veces veo películas donde el actor que hace la versión infantil de un personaje no se parece en nada y eso me saca de la película. En It algunos se parecen un poco más, otros un poco menos. A Bill Hader, que interpreta al Richie Tozier adulto, intenté ponerle una nariz postiza para que se pareciera más a Finn, una prótesis, pero no funcionó.

-El caso de Hader es interesante: es un actor reconocido por sus roles cómicos, un elemento que aquí está presente, pero atravesado por momentos muy dramáticos.

A.M.: -La idea era que fluctuara, desde luego. Bill es un excelente comediante pero también un actor dramático de la ostia.

-¿Fue importante a la hora de definir la dirección actoral de los adultos las formas y modos de la actuación de los chicos en la primera película?

A.M.: -Yo los alenté para que observaran a los chicos y que copiaran todo lo que quisieran de ellos. Lo importante era que los actores se sintieran cómodos en la piel de los personajes. Lo que hace con las manos Sophia Lillis, la Beverly joven, es casi casi un manierismo de nervios, y Jessica hizo algo parecido. Y algo similar ocurrió en el caso del personaje de Stanley.

B.M.: -Eran todo muy conscientes del amor del público por ese grupo de chicos, así que querían estar en ese mismo camino.

-Hay un par de cameos muy simpáticos. Uno de ellos es muy cinéfilo y el otro, el de Stephen King, incorpora un guiño para los espectadores rioplatenses. ¿Estuvo más involucrado King en esta segunda película?

A.M.: -Yo quería involucrarlo un poco más a él, simplemente por una cuestión de respeto. Después de la primera parte comenzó una relación de amistad que se fue fortificando. Le enviamos el segundo borrador del guion porque queríamos escucharlo y darle la oportunidad de que se pronunciara. Pero él fue muy respetuoso y siempre nos dijo que no tomáramos nada de lo que dijera como un mandato. A pesar de eso, nos dio una listita de escenas que le interesaba saber cómo quedarían. Una de ellas era la del gigante que cobra vida y lo genial es que ahora es una de sus favoritas. Hay un momento en el libro que King quería conservar, cuando el tanque de agua se desbarranca por la montaña y comienza la hecatombe del pueblo. Pero ese era un final que no quería, porque me interesaba resolverlo de una manera más íntima. Y, además, ¡porque nos íbamos a pasar de presupuesto!