“Te la debo”  (Mauricio Macri)

A pocos meses de terminar su mandato el gobierno de Mauricio Macri ha declarado una cesación de pagos apenas velada con el eufemismo reperfilación de deuda, término inexistente en el diccionario pero que en buen romance significa: le dejamos la deuda al próximo gobierno porque nosotros devastamos al país. Lo cierto es que el gobierno de los Ceos, que llegó al poder con inmenso margen para aplicar sus políticas sin que --salvo honrosas excepciones-- nadie le pusiera obstáculos, destruyó la economía argentina. Es decir otro final de ciclo neoliberal digno del título con que Ricardo Forster eligió describir la llegada de Macri al poder: La Repetición Argentina. De esta manera, tal como ha ocurrido en el 2003, el próximo gobierno se tendrá que hacer cargo de la desquiciada gestión que ha dejado en la indigencia y pobreza a millones de personas.

La deuda no es una palabra cualquiera en el devenir histórico argentino, desde los albores de la conformación de nuestra nación Rivadavia engendró ese nefasto parásito con el ominoso préstamo de la Baring Brothers que el país terminó de pagar noventa años después. Se iniciaba así un sometimiento a los centros de poder mundial que llega hasta hoy. Basta recordar que el desenfrenado endeudamiento al que Macri condenó a nuestro país incluye una deuda a pagar en cien años con un altísimo interés. Tal como el superyó freudiano que cuanto más se le otorga más exige, el oneroso préstamo no bastó para contentar los insaciables apetitos de los bancos, quienes --a contramano de las expectativas oficiales-- no modificaron la calificación sobre el país, supuestamente necesaria para que llegue la ya tristemente célebre “lluvia de inversiones”.

Lo cierto es que, cual síntoma revelador de las ideologías predominantes en cada época y en cada gobernante, la deuda externa constituye una suerte de analizador privilegiado de toda la historia argentina. Aquí es donde se hace pertinente citar la observación de Lacan según la cual que “que el término haya salido de otra parte, a saber del síntoma tal como Marx lo ha definido en lo social, no quita nada a lo bien fundado de su empleo en, si puedo decir, lo privado” (1). Entonces, cual envés de una trama colectiva, la figura del actual presidente nos sirve como cristal a partir del cual elucidar las raíces de un síntoma argentino: la deuda. En otros términos, y para dar tan sólo un ejemplo: si denunciar los delitos del Padre sólo una vez que éste yace en su tumba obedece al gesto propio de la cobardía del neurótico o a la voluntad de goce del perverso no es el tema que convoca estas líneas, sino antes bien indagar los motivos por los cuales una sociedad elige un sujeto cuya inmensa fortuna familiar se forjó a costa de esquilmar al estado.

En su texto “Los que fracasan al triunfar”, Freud aborda el drama “Macbeth” de Shakespeare para puntuar el retroceso que un hombre experimenta en el momento de acceder al poder. Dice: “ciertos hombres enferman precisamente cuando se les cumple un deseo hondamente arraigado y por mucho tiempo perseguido. Parece como si no pudieran soportar su dicha, pues el vínculo causal entre la contracción de la enfermedad y el éxito no puede ponerse en duda”(2). La raíz inconsciente de esta neurosis reside en la culpa por el daño imaginario infligido al símbolo por excelencia: el Padre.

Nada más oportuno aquí que recordar las disculpas que, en el día de la Independencia, el actual presidente --en tanto representante de esta comunidad-- le pidió a un devaluado rey, figura del Padre si las hay. Tal como ilustra Shakespeare, no es la primera vez que el destino de una nación queda supeditado a los embrollos de una familia, en este caso las prácticas mafiosas de un padre y un hijo. Pero habida cuenta de que el actual mandatario surgió de elecciones libres, vale entonces preguntarse si --más allá de Mauricio Macri--, en realidad “Los que fracasan al triunfar” no es el conjunto de argentinos que, habiendo contado en su haber el logro del ansiado des-endeudamiento, eligieron como presidente a un hombre empecinado en tomar dinero prestado para así comprometer el futuro de generaciones con una deuda impagable. Desde ya, va de suyo la concurrencia de nuestro origen colonial en la ruinosa situación al que hoy nos conmina el estigma de la deuda. Un síntoma a tramitar más temprano que tarde si no queremos que la repetición sea el destino de nuestras futuras generaciones. 

* Psicoanalista.

1. Jacques Lacan, El Seminario: Libro 22, “RSI”, clase del 21 de enero de 1975. Inédito.

2. Sigmund Freud, “Los que fracasan cuando triunfan” en Obras Completas, A. E. tomo XIV, p. 323.