En La vida es bella, el recordado y multipremiado clásico de Roberto Benigni, un comerciante judío detenido en un campo de concentración inventa un mundo de juego y fantasía para proteger a su hijo de esa cruda realidad. Y algo de esa intención de abordar el horror desde una perspectiva poética y lúdica como un recurso de supervivencia es lo que se recrea en La razón blindada, escrita por Arístides Vargas y dirigida por Florencia Suárez Bignoli.

Apelando al dicho inobjetable que asegura que la realidad supera la ficción, el autor elaboró una dramaturgia basada en la experiencia de su hermano y artista teatral Chicho Vargas, quien fuera detenido en la cárcel de Rawson durante la última dictadura cívico-militar y que en ese contexto compartía historias con sus compañeros como forma de resistencia. Lo mismo que hacen los personajes que imagina Vargas, una mujer y un hombre que permanecen en condición de presos políticos en una cárcel de máxima seguridad, donde son sometidos a todo tipo de torturas.

Abstraerse de esa realidad adversa parece ser la única salida para los condenados. Ni la más rigurosa vigilancia podría entrar en su imaginación, entonces es allí donde los dos se refugian para contarse la historia de Don Quijote y Sancho Panza. Así, todos los domingos a las tres de la tarde, él se transforma en De la Mancha, y ella en Panza (aunque también, según lo establezca la convención pactada, puede convertirse en Rocinante o Dulcinea). Ambos construyen su propio paraíso en medio del infierno: un mundo de caballeros errantes y escuderos que opera como blindaje necesario de la razón para no internalizar el miedo.

En ese juego que habilita otra realidad posible, los objetos también son protagonistas. En ese marco, un trapo puede ser una armadura, una cacerola un casco y su tapa el escudo. Unos cordones pueden ser bigotes, y unas sillas con ruedas convertirse en caballos. Con pocos recursos y un texto exigente, la pieza toma forma a través de los cuerpos de Maite Velo y Daniel Begino, dos intérpretes que asumen el riesgo que demanda la propuesta con total plasticidad y versatilidad, cambiando de voces, tonos, posturas y emociones para narrar escenas de ternura o de espanto.

El planteo escénico guarda coherencia con el mensaje contenido en la obra. Toda la escenografía, incluido el vestuario, es de un blanco inmaculado que transmite luminosidad a un espacio de encierro que podría pensarse a priori como un lugar lúgubre y oscuro. No obstante, la escena aparece delimitada por zapatos de todos los estilos y tamaños, igualmente blancos, que dialogan con la historia de forma permanente como una huella simbólica de las víctimas que pasaron por allí.

“Si usted existe, yo existo, si usted desaparece, yo desaparezco”, le dice De la Mancha a Panza. Y esa frase basta para definir que La razón blindada no es sólo una obra que reivindica la memoria y la pulsión de vida frente a la muerte, sino también la lealtad y la hermandad.