El jueves y viernes de la semana pasada, el salón de actos de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario se convirtió en un estimulante fogón de intelectuales alrededor del poema nacional. Organizado por el Centro de Estudios del Pensamiento Argentino (CEPA) que dirige Juan Giani, docente de esa casa, el coloquio El mito gaucho. Derivaciones del Martín Fierro reunió en una ronda de diversas voces a 27 investigadores e investigadoras de diversas disciplinas y lugares del país, tanto de ámbitos académicos como del periodismo, en torno a un emblema políticamente disputado: el gaucho. (El mito gaucho se titula un ensayo por Carlos Astrada).

La coyuntura entre elecciones no fue casual. Hubo sincronías más azarosas. En un cinematográfico instante, Martín Lavella, uno de los dos filósofos que abordaron el pensamiento de Rodolfo Kusch, estaba hablando de la indigencia argentina en un sentido ontológico (los personajes al final de La vuelta de Martín Fierro se dispersan a los cuatro vientos, no constituyen comunidad, no acceden al ser) mientras un indigente de rasgos aindiados mendigaba entre los oyentes. Se fue frustrado y altivo. Mejor le fue a un perro vagabundo que aprovechó la calefacción y meneaba la cola cada vez que sonaban los aplausos.

A lo largo de seis mesas de debate, se fue tejiendo un lúcido tapiz que iba anudándose en torno a ciertas obras, ideologemas, ideas y relatos. La perspectiva en común tomaba en cuenta los símbolos producidos por la cultura como figuras que al ser interpretadas provocan efectos sociales y políticos sobre la realidad que dicen representar y que contribuyen a configurar. Tal el caso de la trama de contradicciones mediáticas y partidarias en torno a la prohibición del drama criollo en Rosario a fines del siglo XIX que desarrolló con solvencia narrativa la historiadora rosarina Agustina Prieto. El público intervino (en rosarino, "tradición" se pronuncia "traición").

 

Nombrar una figura literaria como "mito" implicó reconocerle una potencia sobre lo real, mediada por la poesía gauchesca oral y escrita, el circo criollo, la historieta, el cine, la novela y el carnaval. Casi al final, con chispeante sabiduría campera, habló el esperado Guillermo David, autor del libro Gauchos y gaúchos, para contar que los gauchos existen. Y que tienen mucho para contar. Son huasqueros, alambradores, domadores o arrieros. Viven solos en el campo, en regiones bien definidas de Argentina y Brasil. Saben todo sobre vacas y caballos. Y no leen el Martín Fierro de José Hernández.