“Puedo hacer un disco de salsa, música cebolla o lo que sea. No sé, tiene mucho que ver con lo que escucho. Ahora estaba haciendo un montón de música con la guitarra y la distorsión, regresé a la guitarra eléctrica”, dice Mon Laferte del otro lado del teléfono acerca de la última tríada de singles que lanzó: Paisaje japonés, Chilango blues y Canción de mierda. El reencuentro con esa primera versión rockera de la cantante chilena es potente, denso y bello a la vez. Después de haber grabado Norma, su sexto y último disco de boleros, baladas y alguna cumbia, Laferte compuso y grabó durante su gira, siempre con producción de su amigo y director musical Manú Jalil. “Estamos súper avanzados en 2019, las canciones de Norma las compuse a finales de 2017 y tengo ganas de compartir música nueva. Lo que estuve escuchando en ese entonces no se corresponde con lo que escucho hoy, son inquietudes artísticas”, dice en medio de este tour que sigue camino por Latinoamérica y ya pasó por Europa y Estados Unidos. Las escalas argentinas serán este sábado 14 en el Auditorio Angel Bustelo de Mendoza y el domingo 15 en el Luna Park .

 

En los videos de las flamantes canciones y con la expresividad que la caracteriza, Mon toca la eléctrica con los dedos antes de estamparla contra el piso en Paisaje japonés, el más nuevo de sus videos, publicado el miércoles pasado. También se enamora de un maniquí con el que pasea por las calles de Los Ángeles en Chilango blues, y menstrúa mientras le dedica a alguien la más simple armonía en Canción de mierda. “Lo veo y me da mucha ternura porque en realidad escribí una canción sin ningún afán provocativo de nada, sencillamente una mujer dolida que se peleó con su pareja y quiere decirle que no tiene ni idea de su dolor de todos los meses. Es mucho más natural de lo que cualquiera pueda pensar”, revela. Y es que basta con repasar su carrera para comprender que sí, que es natural, aunque pareciera que la energía de la cantautora chilena se potenciara con el poder de las mujeres a través de constantes guiños a la lucha y militancia feminista de estos años.

Desde su lugar de artista internacional avalada por Universal Music y con un munido club de fans, Norma Monserrat Bustamante Laferte no deja de ser espontánea y hasta juguetona cuando habilita nuevos paradigmas a través de sus canciones, como el de los cuerpos disidentes. En los videos de Norma, que son perfectos cortometrajes al igual que la tríada recién estrenada, las bailarinas y actrices no poseen cuerpos hegemónicos. La chilena afronta la naturalidad de componer y vivir una cotidianidad que pareciera no atribuírsele a artistas de su nivel. Entonces habla del deseo en Orgasmo para dos, habilita el consumo de porro en No te fumes mi mariguana y destruye un cuarto de hotel junto a la baterista y a la bajista para demostrar el sentimiento de libertad que le provoca una ruptura amorosa.

 

“Desde pequeña siempre pensé que podía hacer cosas y siempre me he sentido como en libertad de expresarme. Cuando decidimos hacer el video de Caderas blancas yo tenía un grupo de bailarinas y actrices que estaba dentro de esta película, Norma, y me parece que son todas hermosas. Creo que todas las mujeres somos hermosas, pero realmente lo pienso. Todas tenemos algo mágico. Hay chicas que están ahí que no son bailarinas, son actrices. Yo no soy bailarina, y hay otras bailarinas increíbles. Lo veo de manera natural”, resuelve.

La foto analógica de la portada de este disco titulado con el primer nombre de la artista –que también es el de su abuela, a quien le dedica la emotiva canción La trenza, de su álbum anterior– es un arquetipo de lo que sucede en las canciones: una Mon sufrida, almodovariana, sobre un fondo rojo, con un escote bien definido y una cebolla en la mano que facilita la lágrima que cae. Porque el disco está pensado para provocar el llanto como si fuera una película de amor con banda de sonido de, justamente, “música cebolla”, conocida en Chile por ser popular, sentimental y emotiva. El álbum fue grabado en la sala A de los Capitol Studios de Los Ángeles en una sola toma, sin secuencias, y tocado íntegramente en vivo. El orden de las canciones representa las etapas de las relaciones de pareja (¿amor romántico?), empezando con el fervor de los primeros tiempos con Ronroneo y esa letra edulcorada, hasta llegar a Funeral, en el que desea que el amor dure aunque la muerte sea inminente.

 

Mon, que hace más de diez años se instaló en México en busca de un nuevo comienzo, cada tanto vuelve a su Viña del Mar natal. Hace unos días anunció que se presentará el año que viene en el popular festival que la premió en 2017 tras una interpretación emotiva de Tu falta de querer, el dramático hit que la catapultó de inmediato a la popularidad.

Y una perlita para descubrir y también seguir son las pinturas que la chilena publica en su cuenta paralela de Instagram , @mon_lafarte. Mujeres, mujeres y más mujeres cuyos ojos parece que hablaran. “Amo mucho pintar, cada vez, cada día tengo el pensamiento de que voy a acabar en algún pueblo pintando. Pinto desde siempre, lo que pasa es que no lo compartía antes”, dice la chica que vive los días de la forma más honesta posible. Y así pinta, canta y escribe. Por eso dice que la mirada es lo más real que tenemos, y vuelve a anclar en la autonomía que le da el arte: “Pienso que los ojos son lo más honesto posible, y ya después en el resto me permito la libertad”.

* Mon Laferte tocará el sábado 14 a las 21.30 en el Auditorio Angel Bustelo de Mendoza, y el domingo 15 a las 20 en el Luna Park, Av. Eduardo Madero 420.