Desde Madrid

España se encamina a unas nuevas elecciones generales con los partidos políticos atascados en un bloqueo general, una economía con signos de estancamiento, y con el independentismo catalán al acecho, pendiente de la sentencia judicial a los líderes catalanes que realizaron un referéndum ilegal, prevista para el mes de octubre.

El último contacto entre los dos líderes de la izquierda, el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y el líder de Podemos, Pablo Iglesias, para lograr un acuerdo que permita investir al jefe socialista no duró más de diez minutos y concluyó en un nuevo bloqueo.

Iglesias había ofrecido una nueva versión de Ejecutivo de coalición en la que proponía un Gobierno de ambas fuerzas políticas hasta la votación de los primeros Presupuestos Generales. Si llegado ese momento, el líder socialista no se encontraba cómodo con la dinámica del Gobierno, Podemos dejaría el Consejo de Ministros pero continuaría brindando apoyo parlamentario.

La respuesta del PSOE fue idéntica a todas las que dio desde el fracaso de las negociaciones entre ambos partidos que impidió la investidura de Sánchez, el 25 de julio pasado. “El Gobierno de coalición es inviable, aceptemos esa realidad”, dijo este viernes la portavoz del Gobierno, Isabel Celaá.

Con ese último llamado, Sánchez e Iglesias dejaron atrás un largo intercambio de propuestas infructuosas. El desacuerdo es muy concreto. PSOE quiere gobernar en solitario, y Podemos busca sentarse en el Consejo de Ministros. A partir de allí, los avances de una y otra fuerza no variaron demasiado. Sobre todo desde el PSOE, que hace meses fantasea con unas nuevas elecciones que mejoren su número de escaños en el parlamento.

El último sondeo publicado esta semana por el Centro de Investigaciones Sociológicas le otorga una mayoría abrumadora, con más escaños que la suma de las tres fuerzas opositoras de derecha, Partido Popular, Ciudadanos y Vox. Sin embargo, esa nueva mayoría no sería suficiente para formar Gobierno en solitario. Dependería otra vez de Podemos, o de la abstención de la derecha. Dos opciones que no se han producido en todos estos meses desde que se votó en abril.

En todo caso, con esos resultados, el PSOE tendría más razones para rechazar que Podemos ingrese en el Gobierno. En cuanto a la derecha, diversos sectores del establishment español apuestan a que, tras unos nuevos comicios, Ciudadanos cambie de postura y acepte formar Gobierno con Sánchez, o al menos se abstenga. Una opción, la primera, que impulsan los empresarios más importantes del país.

Para ellos, el bloque político empieza a ser inquietante. El mes de agosto se perdieron 212 mil empleos. La peor cifra desde el 2008. Las autonomías (provincias), están asfixiándose debido a que el Ejecutivo de Sánchez, por estar en funciones, no puede enviarles los fondos estatales que les corresponden. Mientras, el contexto europeo no es mejor. Alemania planea hacia la recesión. El Banco Central Europeo lanzó un plan de estímulos para ver si el bloque logra esquivar la recesión.

Algunos dirigentes del PSOE están preocupados por la situación económica. Al último Gobierno socialista, el de José Luis Rodríguez Zapatero, se lo llevó puesto otra crisis.

Como si fueran pocas alarmas, esta semana el independentismo catalán volvió a dar muestras de que no está enterrado. La fiesta nacional de Cataluña reunió 600 mil personas en las calles de Barcelona para pedir la absolución de los líderes que realizaron el referéndum ilegal del 2017, y reclamar por su derecho a la autodeterminación. Si bien movilizaron menos personas que en ocasiones anteriores, la convocatoria es una muestra de lo que planea hacer el independentismo cuando se conozca la sentencia en octubre.

Así de convulsionado es el panorama de cara a unas posibles elecciones. La semana que viene, el Rey se reunirá con las fuerzas políticas del país. Si existen apoyos para un Gobierno de Sánchez, fijará una fecha de investidura. De lo contrario, se disolverá el parlamento, y se convocarán comicios para el 10 de noviembre. Unos comicios a los que la izquierda llegaría fracturada, y la derecha con ánimos de revancha.