El Festival de Cine Latinoamericano cumplió con una nueva edición, la número 26, y no ha sido una cualquiera. Con la habitual organización del Centro Audiovisual Rosario, dependiente de la Secretaría de Cultura y Educación, el Festival vadeó la actual crisis económica y permitió que las pantallas tuvieran eco ciudadano. Entre estos méritos, vale destacar la función dedicada a Que sea ley -cuyos avances fueran seleccionados por el propio Juan Solanas-, documental dedicado a la legalización del aborto. La mesa originada a partir de la película constata, tal como lo hace el Festival desde su impronta, la necesidad política que guía al cine, cuya pantalla grande visibiliza las discusiones de una manera como ningún otro medio puede hacerlo.

La entrega de premios del sábado pasado en El Cairo Cine Público (sede de la muestra competitiva), hizo conocer la tarea de los diferentes grupos de jurados, cada uno desde su respectiva categoría. El trabajo elegido Mejor corto del festival (con un premio estímulo de $50.000) fue Tierra Mojada (Colombia), de Juan Sebastián Mesa, también galardonado como Mejor ficción. El film de Mesa trabaja el contraste entre la naturaleza y el avance industrial, a partir de la figura de un niño que se ve obligado -por sus propios abuelos- a dejar el campo, a seguir un camino que no encuentra un rumbo claro, entre un cariño al que no podrá volver y el horizonte de un fuera de campo peligroso, que arrasa. El jurado compuesto por Federico Ambrosis, Cecilia Atán, Mariana Wainstein, Paulo Pécora y Andrés Giménez, destacó los "diferentes niveles de lectura que van complejizando la trama y develando la crudeza de la realidad" y "un muy buen uso del lenguaje cinematográfico, a través del contrapunto entre lo visual y lo sonoro".

 

El Festival de Cine Latinoamericano vadeó la crisis económica y permitió que las pantallas tuvieran eco ciudadano.

 

El Premio al Mejor documental fue para Blue Boy (Argentina), de Manuel Abramovich (Oso de Plata en la Berlinale): "trabajadores sexuales rumanos en Berlín escuchan y reaccionan a grabaciones de sus propias experiencias", informa la sinopsis. El resultado es tenso, se detiene en los rostros y gestos mínimos, gracias a la virtud hermosa que el cine trajo aparejado consigo: el primer plano. En otro orden, el Premio a la Mejor animación fue para Guaxuma (Brasil), de Nara Normande, cuyas técnicas aportan una sensibilidad exquisita al ánimo que desprende el paso del tiempo, la memoria que queda y la que se pierde, en torno a una amistad alrededor de la cual gira toda una vida. Por su parte, el premio al Mejor experimental fue para 32-Rbit (México), de Víctor Orozco Ramírez, cuya indagación dice sobre lo ensimismado y narcisista del mundo actual, caído en una promesa que no fue: una internet libre, anárquica, ahora supeditada a los designios de controladores y de usuarios dichosos de mostrarse en situaciones tan íntimas como imbéciles. El realizador interviene, con una gracia capaz de hacer dudar sobre el estatuto mismo de lo visto, imágenes preexistentes: allí el horror, lo que está escondido.

Guaxuma, de Nara Normande, Mejor Animación.

El jurado de la Competencia rosarina, integrado por Ana Taleb, Jesica Aran y Fabián Del Pozo, premió a La vida de las fábricas como Mejor cortometraje (premio estímulo de $40.000), admirable trabajo de Florencia Castagnani dedicado a la organización obrera suscitada en Mefro Wheels, cuyos despidos escenifican un estado de ánimo de resistencia, coherencia y atención a los derechos de los trabajadores. En la relación entre ellos y las máquinas -detenidas, a la espera de recomenzar funciones- se entreteje semánticamente un escenario social equivalente.

El día de los conectados (Cuba) de Carles Bosch, Nabil Bellahsene y José M. Restrepo, de la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños, obtuvo el premio en la competencia de Escuelas de Cine, a partir del jurado integrado por Pablo Barbieri, Carolina Medina y Sergio Adrián Armand. El corto cubano exhibe virtuosismo en el retrato de personas integradas en una misma necesidad: estar cerca de sus seres queridos pero lejanos, la banda ancha que permite la plaza es el escenario donde recopilar estar historias.

El Premio Cinemateca al Mejor cortometraje educativo (Jurado: Valeria Boggino, Martín Parodi y Sebastián Suarez Meccia) fue para Historia de una casa (Argentina), de Ignacio Masllorens, en donde el realizador examina la historia de la primera obra de arquitectura racionalista de Argentina, cuya dueña de origen fuera Victoria Ocampo; el tratamiento de las fotografías y la voz en off hacen de este trabajo un disfrute singular. El Premio Centro Audiovisual Rosario al Mejor cortometraje sobre derechos humanos (Jurado: Viviana Nardoni, María Langhi y Agustín Aranda) fue para Una cabrita sin cuernos (Argentina), de Sebastián Dietsch, cuyo retrato del proceder parapolicial de la última dictadura, para dar con la responsable de un "peligroso" libro de lectura infantil, suscita una reflexión aguda y no exenta de humor.

El Premio Secretaría de Cultura y Educación al Cortometraje más votado por el público fue para Rosario, Ciudad de las lindas (Argentina), de Romina Tamburello, en donde la directora articula relatos y personas: María Eva Juncos (creadora de She-Taxi), Carolina Boetti (primera mujer trans santafesina reparada por las vejaciones y tormentos de la última dictadura militar), y Mabel Gabarra (creadora de INDESO Mujer, Feminista, Abogada e integrante de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito).

 

En cuanto a los premios invitados, el FEISAL (Federación de Escuelas de Imagen y Sonido de América Latina) fue para Tierra Mojada (Colombia), de Juan Sebastián Mesa; el Premio RAFMA (Red Argentina de Festivales y Muestras Audiovisuales) fue para Toda mi alegría (Argentina), de Micaela Gonzalo; el Premio Cine.ar fue para Trompita y la migración de las liebres (Argentina), de Florentina González; y el Premio SIGNIS para Rosario, la ciudad de las lindas, de Romina Tamburello.