Desde el Barrio Chino

Quise vivir de cerca la euforia del básquet argentino en China y reservé pasajes para Pekín. Ofrecí pagarlos mitad en pesos y mitad en caramelos (la moneda oficial del supermercado chino de la esquina de casa), pero a la agente de viajes de la línea aérea China Southern Airlines parece que no le conformó. Lástima, me quedé sin conocer el país del Chino Benítez y del Chino Garcé. Al menos me alcanzó para viajar al Barrio Chino de Belgrano y seguir los partidos de la Banda de Luis Scola por el televisor de un restaurante de la calle Arribeños. 

No era lo mismo, claro. Pero el precio del chop suey de pollo que servían me cerró. Finalmente me empapé del breve entusiasmo mundialista que contagió a los  argentinos. Después del triunfo del quinteto argentino ante Francia, le pregunté al mozo que me atendió cómo se decía "Oveja" en mandarín. Pero el pibe era tan chino como el Chino Tapia y se encogió de hombros.  Le pregunté si vio los triples de Campasso y Scola y negando con la cabeza me dijo que triples sólo quedaban de jamón y queso y de tomate y lechuga. 

El partido ante los galos me generó tanto entusiasmo que de gritar los dobles casi me trago uno de los palitos que me sirvieron en el menú. Ya imaginaba a una multitud festejando en el Obelisco y cantando contra el país de Macrón gato. Pero no pasó nada. Ni en la mini pagoda oriental que aparece en la entrada del Barrio Chino había hinchas. Me enteré luego que sí hubo gente copando el Obelisco, pero eran agrupaciones piqueteras en son de protesta.

La final de este domingo contra España sí generó cierto entusiasmo en la gente. Me imaginé al jugador Nicolás Laprovittola parafraseando a su madre, Margarita Stolbizer, diciendo “Yo ya gané” para incentivar el frenesí albiceleste de la hinchada. Cómo no apostar por un deporte sin VAR ni barrabravas ni panaderos arrojando gas pimienta. Cómo no confiar en un equipo con coraje y ganas, heredero de la llamada Generación Dorada que, mínimo, podría ganarse el mote de "Generación enchapada en oro", porque el capitán sigue siendo el histórico Scola. Cómo no gritar a favor de un DT con experiencia como el Oveja Hernández que demostró que un pelado –a diferencia de Sampaoli- sí puede dirigir los destinos de una selección argenta.

No alcanzó. No fue el Equipo de Los Sueños pero tampoco el de las Pesadillas como el de los EE.UU. que con su séptimo puesto fueron un papelón. Si en este Mundial nos cansamos de ganar y nos cansamos de dar buenos espectáculos. En el último partido simplemente nos cansamos. Pero nos trajimos la medalla de plata. Que no es poco.