En el ámbito empresarial, hablar de compliance es hablar de los mecanismos que desarrolla una organización para prevenir irregularidades o actos de corrupción en su interior. En los últimos años, los discursos sobre la implementación de programas de compliance, ya no sólo en el ámbito privado si no también en el público y político, han comenzado a extenderse por Latinoamérica. PáginaI12 dialogó sobre el tema con cuatro referentes del área en la región, que participaron del III Congreso Internacional sobre Compliance y Lucha Anticorrupción, realizado en la Universidad de Morón.

Lina Anllo -presidenta de la regional argentina de la World Compliance Association-, María Lujan Bianchi -Chief Compliance Officer de YPF-, Karine Dias Eslar - abogada brasileña especializada en derecho empresarial-, y Ana María Muñoz Blawciak - abogada chilena especializada en derecho corporativo-: todas ellas coincidieron en que el interés en sus países por los programas de compliance se dio a partir de un escándalo de corrupción. En el caso de Argentina, en el marco de la causa de los cuadernos, en 2017 se sancionó la Ley 27.401, que responsabiliza a las personas jurídicas por hechos de corrupción. Para las entrevistadas, esa norma marca un antes y un después en la legislación argentina.

- ¿Qué efectos concretos tuvo la ley 27.401?

Anllo: Existe hoy una mayor demanda de programas de integridad, incluso a pesar de la coyuntura económica adversa. Porque si bien los programas de compliance son un costo, estos representan un paraguas de protección hacia la persona jurídica, es decir hacia la empresa. Si la persona física cometió un delito, será investigada y sancionada. Pero si la empresa cuenta con un programa de compliance robusto y eficiente, esta podrá exonerarse o, al menos, reducir la sanción. La causa de los cuadernos fue un viento de cola que llevó a todas las empresas a prestar atención a estos programas. Comenzamos a ver que no solo las empresas que se veían obligadas a hacerlo para poder licitar con el Estado lo hacían, sino también el resto de las empresas comenzaba a implementar estos programas de integridad porque lo veían como un elemento distintivo, como un valor agregado. 

Bianchi: A un año de su ejecución, la ley logró darle una mayor relevancia a los programas de integridad en el país. Hubo un aumento de la concientización sobre lo que es la integridad, tanto dentro de las organizaciones como dentro de la sociedad. Y esto se debe a que, para una persona jurídica, ser íntegra es ser rentable. El efecto reputacional fue grande: lo miran los accionistas, lo miran los inversores y lo miran los clientes. 

- Coincide que las grandes multinacionales, que son quienes cuentan con una mayor tradición en materia de compliance, son también las empresas que arrastran los mayores casos de corrupción: Odebrecht, Siemens, etc. ¿Cómo lo explican?

Dias Eslar: Los protocolos de compliance e integridad de estas empresas no estuvieron bien hechos. Existen numerosas empresas que tienen todo perfecto en los papeles, pero que no son efectivas en la práctica. Esto se vio en Brasil hace unos años: luego de la operación Lava Jato, las empresas comenzaron a tomarse con más seriedad sus programas.

Anllo: El riesgo cero no existe. Quien emprende un programa de integridad y cree que con eso va a tener un riesgo cero de corrupción, está equivocado. Lo que permite es mitigar tus riesgos. Saber dónde están tus focos de peligro, tus alarmas, para intentar controlarlos. Entonces, ¿cómo puede ser que estas grandes empresas con grandes programas tuvieron estos grandes escándalos corrupción? Primero, como dice Karine, eran grandes papeles. Segundo, eran grandes papeles sin una dirigencia comprometida. Y tercero, nada está garantizado tampoco. Estos programas sólo te permiten disminuir y controlar los focos de corrupción.

El mundo del compliance es un mundo predominantemente femenino. En un ecosistema caracterizado por la dominación masculina, como lo es el ecosistema empresarial, no es casual que las cuatro referentes del compliance en Latinoamérica sean mujeres. Por ejemplo, en el "Women in Compliance Awards", el certamen internacional más prestigioso en la materia, sólo compiten mujeres. Existe, en el medio, un discurso muy arraigado que vincula el "ser mujer" a cierta idea de integridad, ya fuera por la experiencia de haber sufrido un trato desigual, como por considerase un cualidad inherentemente "femenina".

- ¿Cómo se vincula el compliance con la perspectiva de género?

Anllo: Nosotras trabajamos íntimamente el tema de compliance con perspectiva de género, inclusión y diversidad porque creemos que son cuestiones que van de la mano: una empresa tiene que ser transparente, pero también tiene que respetar la equidad y dar oportunidades a las mujeres para que ocupen lugares de decisión. Últimamente, nos encontramos con que, cuando desarrollamos protocolos para investigar las denuncias que se realizan al interior de una compañía, las empresas nos piden cada vez más que incluyamos protocolos para atender casos de acoso sexual. 

Muñoz Blawciak: En compliance somos muchas porque, ante el cambio de paradigma de la forma de trabajo, las mujeres contamos con un montón de cualidades y habilidades que nos permiten encarar mejor estos temas. Las formas de trabajar de las empresas han cambiado, ya no hay una modalidad de mando verticalista. Es una economía colaborativa. Y en este contexto, las mujeres tenemos una inteligencia emocional diferente, que te permite ponerte en el lugar del otro y que hace que nos resulte más fácil trabajar estos temas.

Anllo: Hay dos estudios estadísticos europeos que registran que, en las organizaciones políticas o privadas que cuentan con cupo femenino, existe una tendencia a la baja en la corrupción. Evidentemente, que haya mujeres en puestos de decisión afecta la tendencia de una organización a la corrupción.

Entrevista: María Cafferata.