Hoy será un día histórico para el fútbol argentino: después de 18 años de competencia despareja y un 2019 marcado por reclamos y movilizaciones, el torneo femenino doméstico será finalmente profesional. Al menos ocho futbolistas por equipo cobrarán un mango que podrá ser mucho o poco, pero lo mismo obligatorio. La AFA decidió concederlo porque no le quedó otra opción tras las numerosas luchas y movilizaciones que decenas de jugadoras empujaron en solidaridad con Maca Sánchez , a quien UAI-Urquiza (bicampeón vigente) había desplazado de uno de los pocos planteles que cobraba algún tipo de salario. Para la entidad madre del fulbo criollo es, por lo bajo, una prueba de organización de cara a un objetivo mayor: ser anfitriona del mundial femenino de 2023, para el que se postuló con más deseos que certezas, ya que las candidaturas de las dos Coreas, Japón y Australia corren con amplia ventaja por infraestructura y previsibilidad.

La acción comenzará esta noche con dos partidos en La Plata: Villa San Carlos versus Rosario Central (a las 19) y Gimnasia contra Huracán (a las 21.15), ambos en el estadio del Lobo y televisados por TNT Sports, canal que aseguró la transmisión de algunos dopartis para quienes estén suscriptes al codificado. Aunque el plato fuerte de la jornada inicial se servirá el martes próximo a las 15, cuando se enfrenten Boca y River en La Bombonera. La reprogramación se debió a que el finde la selección argentina sub20 enfrentará a Brasil con varias jugadoras de ambos teams –todo tan AFA, che–. El campeonato tendrá 17 equipos que se enfrentarán todos contra todos en una única rueda para luego determinar los ocho primeros que jugarán la manga rumbo al título.

Habrá también una división B de 22 elencos y una C de 16. En la A abundan nombres conocidos como los mencionados archirrivales, además de San Lorenzo, Independiente, Racing, Lanús, Estudiantes de La Plata y Huracán, entre otros. Aunque hay un nombre que sorprende por su novedad y flamante creación: la alianza entre la Universidad de Buenos Aires y Defensores de Belgrano. La unión surgió por el amor y también por la angustia que generó la AFA cuando decidió a último momento proscribir a equipos que no tengan soporte deportivo institucional. Y la UBA, que venía jugando el campeonato femenino desde hace siete años no solo en AFA sino también en otras entidades como ADAU o JUR, tuvo que salir con desesperación a buscar una solución.

Hasta hace un mes no sabíamos nada, aunque igual seguíamos entrenando y convocando jugadoras”, le confesó al portal Defeweb.com.ar la delantera Ana Altube, capitana de la UBA desde que debió abandonar Atlanta para recalcular distancias y horarios en función de su trabajo en recursos humanos de una empresa de retail. En el equipo participan estudiantes y graduadas de la universidad, aunque también jugadoras de otros ámbitos. El crossover con Defe, igualmente, estaba al caer: la UBA ya venía entrenando y jugando en el estadio que el Dragón tiene en el Bajo Núñez y el arreglo fue solo cuestión de encontrar espacios comunes. “El vínculo no es para nada casual, ya que somos dos instituciones resistentes”, explica el ayudante de campo Martín Serati, quien pertenece al staff de una UBA raleada por el compulsivo recorte presupuestario. Y recuerda, a la vez, cada ocasión en la que quisieron desalojar a Defensores por ocupar lugares codiciados por negocios inmobiliarios, tal como le sucedió a Tiro Federal y amenazan con hacerle al CENARD.

El cuerpo técnico se completa con el DT Sergio Guerreiro, dos ayudantes de campo, un preparador físico, un entrenador de arqueros y la única mujer del staff: la auxiliar Romina Musumeci. El plantel, en cambio, se compone de 28 jugadoras de generaciones diversas: desde la arquera quinceañera Celina Allindo hasta la experimentada volante clase ‘83 Candela Cardozo, pasando por la ex jugadora de la Selección argentina Magalí Benítez o la multideportista Fanny Pappariello, quien se perderá los primeros partidos por una rotura de ligamentos pero ya se ganó el corazón de la platea y la popu con un tweet sincero y épico.


Toda mi vida jugué al fútbol, aunque cuando era chica no había escuelitas para pibas ni nada por el estilo en Campana, así que a los 9 años mi abuelo y mi papá me llevaron a Argentinos Juniors, donde el entrenador me hacía jugar con nenes y a veces entrenaba con la primera de futsal”, cuenta Fanny, que trabaja en una agencia de viajes y estudia Educación Física. “Después, por cuestiones económicas, dejaron de llevarme y empecé a buscar otros deportes como natación, handball, tenis, atletismo y vólei, aunque cuando descubrí el softball me cebé y terminé jugando diez años en una inmensa cantidad de torneos nacionales e internacionales. Incluso fui campeona argentina, integré la selección juvenil y hasta disputé un mundial.”

Mientras tanto, Pappariello militaba en política, se convencía de que la lucha es la revolución colectiva y discutía donde podía. Por eso la descartaron de Puerto Nuevo. “Conté en un programa de radio que una hora antes de cada partido teníamos que ir a limpiar el club, marcar las canchas, comprarles viandas a los árbitros y pagar ambulancias y policía, todo de nuestro bolsillo. Automáticamente me llamó el presidente de entonces para darme el pase. Era obvio: él pertenecía al cuerpo de concejales de Cambiemos y demostraba persecución ideológica. Así aparecí en la UBA.”

El espíritu de cuerpo y de lucha de las pibas es ejemplar: ninguna acepta hablar con el NO si no aparecen los testimonios de otras. Todas saben que el fútbol es un juego, pero por fuera de él hay numerosas disputas que aún no se resolvieron. “Me parece que es una transición natural y necesaria hacia un verdadero profesionalismo. Faltan cosas, pero lo bueno es que se arrancó. Va a llevar tiempo porque todos tenemos que aprender: las instituciones a dar soporte a la actividad y las jugadores a rendir a nivel deportivo”, opina la capitana Ana Altube.

Las expectativas deportivas de UBA-Defensores son alentadoras: en el último torneo terminaron inmediatamente debajo de UAI-Urquiza, Boca, River y San Lorenzo, precisamente el póker de los únicos equipos que pudieron ser campeones en el femenino de AFA. Una diferencia enorme entre clubes que disponen de su plantel de manera exclusiva durante toda la semana y un UBA-Defe que –como la mayoría del resto– tiene a su recurso humano repartido entre entrenamientos puntuales y el laburo habitual de cada una.

UBA-Defe arrancará el domingo contra Estudiantes en el predio que el Pincha tiene en City Bell y el finde siguiente jugará acaso el partido más bravo de toda la ronda: recibirá en el Juan Pasquale del Dragón a la UAI-Urquiza, partido que quizás el tiempo convierta en un clásico universitario (sumado al derby que Defe tendrá además con Excursionistas en la fecha 9). “Me imagino un fútbol totalmente distinto al que veníamos jugando. Deseo uno profesional, con buenos sueldos para las jugadoras y con las mismas condiciones que los hombres, porque más allá de la profesionalización sabemos muy bien que nos falta para llegar a esa equidad e igualdad de oportunidades. Y espero que se siga manteniendo lo sano de poder compartir tribunas con hinchadas contrarias como hasta ahora, y manteniendo el ambiente familiar”, banca Fanny Pappariello, que como buena revolucionaria sabe que las victorias no están apenas dentro de una cancha.