La sueca Greta Thunberg, la activista más conocida de la nueva ola de militantes jóvenes que protestan por el calentamiento global y exigen de los Estados y líderes políticos acciones urgentes, tiene 16 años. 

Comenzo su militancia a los 15, cuando terminaba agosto de 2018, el año que registró uno de los veranos más calurosos de la historia de Suecia y graves incendios forestales: angustiada por la evidencia del calentamiento global, faltó al colegio para plantarse ante el parlamento sueco, en Estocolmo, con una pancarta manuscrita que rezaba “skolstrejk för klimatet” (“huelga escolar por el clima”). Su plan era faltar a clases para poder protestar, al menos hasta el día de las elecciones generales, tres semanas después.

En su instagram la foto de esa primera protesta marca todavía hoy la ruptura. Hasta entonces, era una adolescente que paseaba por el campo y jugaba con su perro. Un par de meses antes, había figurado entre las ganadoras de un concurso de ensayos para jóvenes interesados por el clima. El título de su trabajo era “lo sabemos, y podemos hacer algo ahora”. En el texto, publicado por el diario Svenska Dagbladet,  organizador del certamen, Thunberg preguntaba “¿por qué mienten los políticos?”.

Pasadas las elecciones, en lugar de suspender las protestas, Thunberg resolvió continuarla cada viernes, y adoptó el lema “Fridays for future” (“viernes por el futuro”). Sus compañeros de escuela no se sumaban, pero sus padres (una cantante lírica y un actor) y su hermana decidieron apoyarla. Ese aval tuvo y tiene distintas formas, empezando por la conversión del clan al veganismo.

Un par de años antes, tras emerger de una depresión profunda que derivó en el diagnóstico de asperger, Thunberg había quedado en shock al ver, en la escuela, un documental sobre el vertido de plástico en los océanos. Así comenzó a buscar información sobre el cambio climático, una investigación en la que su familia la acompañó.

La madre de Thunberg, la mezzosoprano Malena Ernman, que tanto cantó en el festival de Salzburgo como recibió un reconocimiento de parte del rey sueco tras participar en Eurovisión, hoy limitó su carrera profesional: su grano de arena a la causa que representa su hija fue abandonar los viajes en avión, algo que recortó drásticamente las posibilidades de aceptar papeles y conciertos.

Su padre, Svante Thunberg, es un actor que renunció a su propia carrera cuando su esposa quedó embarazada de Greta. “Sos de las mejores del mundo en lo que hacés… Y además ganás más dinero que yo”, contó la familia que dijo él, según Escenas del corazón, el libro que escribieron. Hoy se dedica a acompañar a su hija mayor. 

Viajó con ella en tren hasta Davos en enero de este año, cuando la invitaron a hablar ante la asamblea del Foro Económico Mundial, y también la acompañó hace semanas en su travesía en velero desde Reino Unido hasta Nueva York -en lo que fue un cruce por el Atlántico con cero emisiones- para participar de la Cumbre sobre la Acción Climática de Naciones Unidas, que comienza el lunes.


Emma Lim: si no hay futuro, para qué tener hijos 

En Canadá, más de dos mil chicas y chicos firmaron ya un compromiso que la activista Emma Lim, de 18 años, lanzó el 17 de septiembre: resignar los deseos de maternidad y paternidad hasta tener la certeza de que el gobierno de su país encara acciones urgentes contra el cambio climático. “Prometo no tener hijos hasta estar segura de que mi gobierno aseguraré un futuro seguro para ellos”, reza el compromiso "No future, no kids" lanzado por Lim, una estudiante de medicina de la universidad McGill.

“Siempre imaginé que sería madre. Sé que, para un montón de gente, la decisión de tener niños es algo que se asume más tarde en la vida, pero para mí nunca fue algo que necesitara meditar. Amo tanto a los niños que trabajé como niñera en el verano” entre el fin de la primaria y el comienzo de la secundaria, contó en una web que armó para hacer crecer su exigencia como movimiento generacional entre jóvenes de Canadá.

“¿Qué tipo de madre sería si trajera un bebé a un mundo en el que no puedo hacerlo sentir seguro?”, se preguntó en ese mismo sitio.

Lim contó a medios canadienses que desciende de una familia de sobrevivientes del Holocausto. Por eso, detalló, “la idea de que mis hijos podrían enfrentase a lo peor que la Humanidad pueda ofrecer me aterra más que cualquier cosa en el mundo”.

En Canadá, en promedio mujeres y varones tienen hijos a los 30 años. Para cuando la generación de Lim alcance esa edad, de acuerdo con las previsiones de expertos, a los cambios climáticos drásticos se podrían sumar crisis de inseguridad alimentaria, migraciones masivas y colapsos económicos.

Lim es oriunda de Ontario y lanzó el compromiso en Ottawa, hasta donde su madre, Catherine Cartman, viajó para acompañarla y apoyarla. “Es el rol de los padres apoyar a los hijos”, dijo la mujer, quien añadió: “sería egoísta de mi parte alentarla a tener niños en estas circunstancias” de cambio climático y pronósticos apocalípticos. “¿Quién podría culparla de no querer tener hijos?”, preguntó.


Leah Namugerwa: 200 árboles como regalo para los 15 

Comenzó su militancia a principios de este año. “Mi nombre es Leah Namugerwa. Tengo 14 años. Soy activista climática. Demando al gobierno del presidente Kaguta Museveni que prohíba las bolsas de plástico”, escribió en redes sociales entonces Namugerwa.

La adolescente hoy tiene 15. Celebró su último cumpleaños con una convocatoria para plantar 200 árboles.

Este año, Namugerwa se sumó al movimiento lanzado por Thunberg y llevó a Uganda los Viernes por el futuro, sobre el que había escuchado hablar en 2018 pero sin terminar de entender la idea de huelga asociada al reclamo climático. 

“Le pregunté a mi papá qué significaba y me explicó que Greta no iba a clases cada viernes para protestar contra la inacción gubernamental. Le pregunté si lo que ella hacía era posible en Uganda y él me dijo que sí”, recordó en diálogo con un medio ugandés.

Tiempo después, hizo su primera protesta frente al parlamento, una actividad que “parecía rara a mucha gente, incluida mi familia”. Con el correr de las semanas, se sumaron compañeros de colegio y también desconocidos.

“Mientras muchos niños y niñas no toman en serio mi mensaje sobre el clima, algunos adultos me critican. Pero el apoyo de niños y niñas supera las críticas de los adultos. Somos más del 70 por ciento de la población de Uganda y no podemos dejar que la minoría arruine nuestro futuro”, advirtió.