“En La Rioja siempre hubo un director de Cultura y una Dirección de Cultura (con presupuestos, empleados, archivos y legajos) pero todos sabíamos que, en realidad, la verdadera dirección de Cultura la llevaba puesta Ariel Ferraro como se lleva la ropa que uno viste”. Así, Mario Paoletti definió alguna vez al gran poeta riojano. Esta, entre otras apreciaciones de la obra y la figura de Ferraro, coronan la flamante edición de su Poesía completa. El volumen, publicado en la colección "La ciudad de los naranjos" de la Biblioteca Popular Mariano Moreno de La Rioja, se presentará hoy a las 19 en la Biblioteca del Congreso de la Nación (Alsina 1835), con entrada libre y gratuita.

“La Biblioteca Popular Mariano Moreno tiene su cargo un fondo editorial que hace tiempo donó un particular, Ricardo Mercado Luna, con el encargo que se editen autores riojanos clásicos agotados. Bajo esta premisa, editando la obra de Ferraro como parte de esta colección, cumplimos un viejo anhelo, para contribuir a que se conozca la obra de uno de los más grandes, sino el más grande poeta de nuestra tierra”, asegura Marcela Mercado Luna, directora de la colección.

Participarán de la presentación el poeta Jorge Boccanera, el cantor y compositor Ramón Navarro y la integrante de Abuelas de Plaza de Mayo Alba Lanzilotto, esposa de Ferraro, que con su familia colaboró para hacer realidad una edición definitiva de la poesía de una de las voces más poderosas y originales de la poesía argentina del último siglo. “Además de las palabras, la presentación tendrá música”, señala Ariel Pereyra, hijo del poeta y uno de los organizadores de la presentación. Estarán la Bruja Salguero, junto a Daniel Homer, Víctor Carrión, Irene Cadario y Camilo Carrión, además del dúo vocal Sisa Willka, jóvenes artistas riojanos.

Ariel Ferraro fue el seudónimo que José Humberto Pereyra adoptó como poeta. Nacido en Corral de Isaac en 1925, su formación, más que con las instituciones, tuvo que ver con la fuerza incontenible de la curiosidad del autodidacta. Su obra poética, fruto de la interminable pregunta del hombre ante el universo, rompe con el pintoresquismo de tradición romántica y propone la mirada de quien nombrando a su tierra intuye y sentencia la existencia de una naturaleza inabarcable.

Como señala Enrique Lanzilotto en el prólogo de la edición –que cuenta con las ilustraciones de Patricia Aballay y Diana Guzmán–, en poemarios como Serenata e greda (1954), Rioja innominada (1960) y La música secreta (1962), aparece un Ferraro ancestral, “que lejos del folklorismo vacuo camina por el barroco americano, las imágenes enigmáticas y el surrealismo”, escribe. También destaca al poeta hermético de trabajos como Visitación a Marc Chagall (1964), El rabdomante (1966), Antepasados del insomnio (1966) y Las aventuras congénitas (1975), y al profético, de Ceremonial para arqueólogos ebrios (1983) publicado en su exilio español.

“Recopilar la obra dispersa, editada en distintas épocas y en distintos lugares, fue una tarea ardua. Pero mucho más fue terminar de descifrar la cantidad de poesía inédita. Ariel murió en 1985, a los 60 años, en plena producción poética, y dejó muchísima obra sin publicar”, apunta Mercado Luna. “Algo de eso, muy poco, se conoció a través de una antología que publicó el gremio de docentes de La Rioja. El resto había que sistematizarlo y en esto fue muy importante la colaboración de Alba, su esposa, y de Ariel, su hijo”, agrega la editora.

“Sistematizar esa parte inédita de la poesía de mi padre era una preocupación familiar. Con mi madre trabajamos mucho en buscar la edición definitiva de cada poema. Los poetas nunca dejan de revisar sus poemas y mi padre retocaba continuamente los inéditos, por lo que llegar a la edición definitiva fue un trabajo de gran paciencia en el que fuimos cotejando las distintas versiones hasta llegar a la definitiva”, explica Pereyra.

Además de la obra poética, está el cancionero. Parte de la memoria poética de Ferraro perdura en las canciones, que escribió con varios compositores. Entre ellos se destaca Ramón Navarro, con quien que Ferraro estableció una dupla creativa a la altura de las mejores de nuestra cultura cancionera. “Ariel fue el precursor de una poesía nueva en La Rioja. Fue un poeta deslumbrado, pero al mismo tiempo trágico, por los avatares de su vida y porque se fue en plena madurez creativa cuando todavía esperábamos mucho de él, aunque ya era mucho lo que nos había dado”, cuenta Navarro. “Comenzamos a colaborar en La Rioja, ya en Buenos Aires yo formé parte de Los Llaneros de Quillovil y participábamos en un programa de televisión en el que él hacía las glosas. Eran los años ’50 y Ferraro trabajaba como crítico de arte y de música en varios medios porteños”.

“Zamba del cercador”, “Canción del arganero”, “Vidala de los signos perdidos” y “Elegía a la Victoria Romero”, son algunos de los frutos de una colaboración de décadas entre Ferraro y Navarro. “Aunque él andaba por un lado y yo por el otro, nunca dejamos de escribirnos. En los años de su exilio español nos habíamos propuesto hacer una Cantata Sudamericana. Él me mandaba letra en una carta y yo le respondía con la música en cassette. Así fuimos componiendo con la cadencia lenta del correo”, recuerda Navarro y concluye: “Cuando volvió al país, con Héctor David Gatica, le propusimos que escribiera las glosas para la Cantata Riojana. Al poco tiempo murió, dejándonos, además de su poesía, el recuerdo de su generosidad y su buen humor, reflejos de su gran inteligencia”.