El documental “El panelista. Nadie nace capacitado”, que se estrena este jueves en el cine Gaumont, penetra en las entrañas de un laboratorio muy particular, en el que sus participantes son ciegos. Escrita y dirigida por el periodista y documentalista Juan Manuel Repetto, la historia tiene como estrella a Carlos Bianchi, que trabaja en el sector Lácteos del Instituto desde 2007 y cuya pareja afronta la misma discapacidad. En la película, Bianchi demuestra dosis equivalentes de destreza para criar a sus cinco hijos, así como también para medir la calidad de los productos y arreglar las computadoras que utilizan sus colegas, los degustadores profesionales.

El sitio en el que trabajan es blanco, luminoso. Cada quien tiene su cabina y su silla. Allí, todos los días reciben alimentos que las empresas les envían para evaluar y catalogar. Prueban muestras de yogurts, barritas de queso y diversas combinaciones que saborean con rigor extremo. Sus papilas gustativas están bien entrenadas, sus veredictos tienen precisión de cirujano. “Este está más ácido que el primero”, dice Carlos. “El segundo es más dulce, el objetivo que se propusieron está bien logrado”, suelta Ayelén Giammarco. De esta manera, con el correr de los años, se tornaron en auténticos especialistas para localizar defectos de producción; sus bocas operan como sensores, sus paladares son más finos que los del resto de los mortales.

“La capacitación en el laboratorio es continua. Todo el tiempo estamos aprendiendo. Nos volvemos, poco a poco, especialistas en perfilar diferentes productos. Advertimos lo positivo y lo negativo de cada uno hasta conseguir cada vez una mayor precisión. Probamos algunos más salados, otros más dulces, otros más ácidos. Los evaluamos para las empresas que solicitan el servicio”, comenta Marcelo Vásquez. Hace una pausa para hallar las palabras precisas y continúa con su explicación: “Supongamos que buscan modificar la forma de endulzar un determinado alimento y escogen emplear otra materia prima. Nosotros distinguimos si ese dulzor cambió o no respecto del producto anterior ante el reemplazo del insumo”.

Una vez realizada la prueba, vuelcan todas las sensaciones a sus computadoras. Tienen lectores de pantalla y, a través de un software adaptado, envían los datos a un servidor central. De esta manera, los resultados se cuantifican en planillas y los experimentos se tornan más rigurosos, adquieren sistematización. Por último, los números se vuelven estadísticas y se entregan los informes a las firmas que contrataron los servicios del INTI. A menudo, suele creerse que las personas no videntes, ante su discapacidad, potencian necesariamente el alcance de otros sentidos. Esto es falso, desde la perspectiva de Fernando Pino quien, a sus 35 años, quedó a cargo de la dirección del lugar. “El documental lo expresa muy bien en su título ‘nadie nace capacitado’. Precisamente, la capacidad que desarrollan es debido al nivel de entrenamiento que tienen todos los días. De la misma manera ocurre con cualquier persona que quiera potenciar una habilidad, no hay distinciones”, comenta. “Nosotros también cambiamos. Al principio no queríamos que subieran las escaleras por miedo a que se cayeran pero todos aprendimos. Nos gustaría que lo que nosotros vimos en ellos, la sociedad también lo vea”, admite.

La pionera en todo esto fue Haydée Montero, ex cabeza del Laboratorio y actualmente jubilada. Ella fue quien en 2007 impulsó el proyecto, a través del Ministerio de Trabajo, para incorporar personal no-vidente, trabajadores que habitualmente no gozaban de demasiadas oportunidades.

“Ingresé en 2007, soy el más grande del panel. Me anoté en una bolsa de trabajo y después de un proceso de selección pude quedar. Venía de trabajar en una consultora y la verdad es que estar aquí me hace sentirme activo. Todos los días aprendemos algo nuevo”, dice Marcelo Moure. “Acá nos sentimos muy contentas, nunca había trabajado en algo por el estilo. Soy de Mar del Plata y allá me había tocado estar en un spa, hacía masajes. Hice una pasantía hasta que un día, cuando finalmente debía efectivizar, me dijeron que no me tomarían. La discapacidad pesa, no es nada fácil”, apunta Paola Gutiérrez.

“Jamás pensamos que íbamos a trabajar en un laboratorio. No te vamos a mentir. Para nosotros es un mundo nuevo. Tener la oportunidad de un espacio así es muy importante”, completa Marcelo Vásquez. Quizás, el caso más particular sea el de Ayelén Giammarco que actualmente intercala sus horas de trabajo con la Universidad. “Curso la Licenciatura en Ciencias Ambientales y la Tecnicatura en Producción Vegetal Orgánica en la UBA. Cuando iba a las entrevistas el prejuicio del empleador era muy fuerte. Como si la discapacidad nos imposibilitara para realizar todo tipo de trabajo, cuando sabemos que no es así. Ha cambiado mucho pero todavía falta un montón”, plantea. Por sus aptitudes, de manera reciente, comenzó a dirigir las sesiones de degustación y quedó a cargo del grupo.

Esta semana, el sector Lácteos del INTI está de festejo por partida doble. Por un lado, se estrena el documental que narra sus historias de vida y, al menos por un ratito, sus rostros quedarán inmortalizados en la pantalla grande. Juan Manuel Repetto, que también dirigió Fausto (2016) –otro film que retrataba la rutina de un joven con autismo que iniciaba sus primeros pasos en la universidad– propone al respecto: “Me gusta hacer películas en las que puedo registrar los sucesos en caliente, mientras pasan y no cuando ya transcurrieron. En Fausto intentamos reflexionar acerca de los derechos de las personas con discapacidad en relación a la educación y en este caso el desafío fue pensarlo en relación al mundo laboral. Los escenarios son comunes: tanto la UBA (donde transcurre Fausto) como el INTI son instituciones públicas”, subraya Repetto. Y luego, ensaya una opinión sobre su experiencia con El panelista: “Los ciegos te van enseñando a no tener tanto reparos. A dejar de cuidarte tanto con los actos, con las palabras; reclaman que los tratemos como personas. De igual a igual”.

El estreno coincide con la reincorporación de Germán Aranibar, experto en tecnología de alimentos y uno de los fundadores del Laboratorio de Análisis Sensorial. Había sido despedido a principios de 2018 junto a otros 257 trabajadores. “Volví esta semana, gané el juicio, salió la resolución y tuvieron que volver a reincorporarme. Se hizo justicia, esperemos que la situación se revierta para todos”.

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