Desde Lima

La guerra entre el Ejecutivo y el Congreso llegó a su hora final. Hoy, el presidente Martín Vizcarra anunció el cierre del Congreso dominado por el ultraderechista partido fujimorista Fuerza Popular y sus aliados. Lo hizo apelando a sus atribuciones constitucionales que le permiten tomar esa medida cuando el Congreso le niega dos veces el voto de confianza al gobierno. Aunque formalmente el Parlamento le aprobó el voto de confianza pedido, el presidente ha señalado que en los hechos se lo habían negado al desconocer las razones por las que pidió este voto. Además, Vizcarra llamó a elecciones legislativas que deben realizarse en cuatro meses. 

La mayoría parlamentaria respondió calificando de ilegal su cierre y poniendo en marcha un proceso para destituir al presidente. Designaron como presidenta interina a la vicepresidenta Mercedes Aráoz.

En abierta contradicción histórica, los herederos del ex dictador Alberto Fujimori hablaron de golpe de estado, acusaron a Vizcarra de dictador y amenazaron con enviarlo a la cárcel. La minoría parlamentaria -formada por la pequeña bancada del oficialismo, la izquierda y una derecha liberal- apoyaron la decisión del presidente. En las calles, la población respaldó el cierre constitucional del desacreditado Congreso, identificado con la prepotencia y la protección a políticos acusados de corrupción.

El catalizador de esta crisis final ha sido la decisión de la mayoría parlamentaria de elegir, en un turbio proceso armado en pocos días, a seis nuevos miembros de los siete integrantes del estratégico Tribunal Constitucional (TC), principal instancia jurídica del país. Una maniobra para controlar ese organismo cuando sus principales dirigentes enfrentan procesos por corrupción. El fujimorismo espera que un TC a su medida deje sin efecto la prisión preventiva de su jefa, Keiko Fujimori, procesado por corrupción. Para detener ese intento de copamiento, Vizcarra pidió el voto de confianza condicionado a que se detenga ese proceso de elección y se adopte un nuevo mecanismo más transparente.

Al comenzar el día, la mayoría parlamentaria intentó impedir, cerrando las puertas del hemiciclo, que el jefe del gabinete ministerial, Salvador del Solar, presente ante el Congreso el pedido de confianza. Pero no pudieron hacerlo. Del Solar pudo abrirse paso junto con sus ministros entre congresistas de la mayoría y personal de seguridad que le querían impedir el ingreso. Finalmente pudo hablar unos minutos: “En este momento hago cuestión de confianza”, dijo. Eso ponía el tema del voto de confianza sobre la mesa para que se debata en ese momento. Pero la mayoría parlamentaria no lo hizo, en lugar de eso puso en marcha el cuestionado proceso para elegir a nuevos magistrados del TC.

La mayoría parlamentaria no pudo elegir a seis nuevos miembros del TC como tenían previsto, pero logró elegir a uno. Lo hizo en una sesión de escándalo, con una votación cuestionada por denuncias de manipulación de votos. Un segundo candidato no alcanzó los votos necesarios. Luego de esto, el fujimorismo ya no siguió con la votación y anunció que continuaría este martes. Y agendó para más tarde de ayer el debate y votación del voto de confianza pedido por el presidente. Es decir, cuando ya los hechos estaban consumados, cuando ya no tenía sentido debatir un pedido de confianza relacionado a suspender una votación que ya se había producido.

Al mismo tiempo que la mayoría parlamentaria concretaba esa burla, el presidente Vizcarra anunciaba su disolución argumentando que al darle trámite a la votación para el TC en los hechos se le había negado el voto de confianza.

Cierre del Congreso o destitución del presidente. Esas son las cartas que jugaron en esta última y decisiva batalla. Se ingresa a una etapa de incertidumbre sobre cuál de los dos poderes termine prevaleciendo.