Armó la carrera y el departamento de Sociología en la UBA, con su cuerpo de profesores. Editó y tradujo autores, reuniendo una biblioteca específica para el campo. Fundó un estilo de trabajo, elaboró una agenda y se erigió, más allá de las controversias, como una referencia ineludible en el campo de investigación social en Argentina. ¿Hasta dónde llega la figura de Gino Germani?

“Es difícil encontrar intelectuales que reúnan todas esas funciones en un solo nombre. Las recientes jornadas realizadas en la UBA demuestran que toda su obra está muy vigente”, resalta Alejandro Blanco, investigador independiente del Conicet, doctor en Historia y docente de la Universidad Nacional de La Matanza. A 40 años de la muerte del investigador italiano que hizo escuela en Argentina, Blanco analiza el legado y los aportes de Germani, tanto en su rol de investigador como editor.

--Más allá de ciertos debates en el pasado, en torno a Gino Germani, ¿se puede considerar que marcó un antes y un después en la sociología?

--Sí, efectivamente, eso hoy se acepta sin dudas. Porque él sintetiza un nuevo estilo en la disciplina, que es, además, una nueva forma de trabajo intelectual. No se trata sólo de él, sino que toda la empresa colectiva a la que él estaba asociado gravitó en la instauración de una nueva forma de ser científico social. Se trató de una figura que fundó un discurso, una identidad social nueva para las ciencias sociales. Otra de las cuestiones clave es que elaboró una agenda, y no sólo para la sociología. Toda la historia social que se escribió a partir de los años ’50 estuvo en buena medida orientada por las preguntas planteadas por Germani a la historia política argentina. En rigor, fue un creador de instituciones, el fundador de un nuevo discurso y un jefe de escuela, creador de un poderoso programa de investigaciones y de un número significativo de discípulos.

--¿Cómo se dio el proceso de creación de la carrera de Sociología y cuál fue el aporte innovador de Germani?

--Antes de Germani, la sociología se enseñaba en algunas carreras como Derecho, Economía o Filosofía. Solo era una materia de una disciplina mayor y era enseñada por abogados, no por sociólogos, porque no los había. Lo que hace Germani es cambiar la formación de los futuros sociólogos. Para él, no alcanzaba con enseñar lo que decían los grandes autores como Max Weber o Durkheim, sino que había que entrenar a los futuros sociólogos en las rutinas y técnicas de la investigación social. Pero esos cambios que introdujo no estuvieron limitados a las competencias de los futuros científicos sociales. Ello se vio acompañada, también, por una alteración en la jerarquía de los objetos. Si hasta entonces el foco de la enseñanza de la sociología estaba puesto en el estudio de las ideas sociológicas, Germani desplazó esa orientación por el estudio de la estructura social, la estratificación, la movilidad, el sistema político, etc.

--Usted rescata también su rol no solamente como investigador, sino también como editor y traductor...

--Sí, ese aspecto es esencial. Efectivamente, desde mediados de la década de 1940 Germani desarrolló una intensa labor de difusión intelectual como director de las colecciones “Ciencia y Sociedad”, de la editorial Abril, y “Biblioteca de Psicología Social y Sociología”, de la editorial Paidós. Edificó una biblioteca con autores que no formaban parte de las lecturas habituales de los sociólogos locales --Erich Fromm, Harold Laski, George Mead, Karen Horney, Bronislaw Malinowski, entre otros-- y mediante ella dotó a la disciplina de un nuevo cuadro de referencia.

--A veces se suele olvidar que, detrás de la historia académica, hay una historia personal en los investigadores. ¿Cómo influyó y cómo se relacionaron ambas, en el caso de Germani?

--Una obra contiene siempre los rastros de una experiencia personal. Aunque la obra de Germani no es una autobiografía, en ella está objetivado algo de su propia experiencia. Recordemos que Germani nació en Italia y vivió en carne propia la experiencia del fascismo. Es más, en 1930, cuando tenía 19 años, fue arrestado por actividades antifascistas y condenado a 4 años de confinamiento en la Isla de Ponza. Luego, en 1934, tras la muerte de su padre, él y su madre se radican en un país, la Argentina, que había sido radicalmente transformado por la inmigración masiva de italianos y españoles en el período comprendido entre 1870 y 1930. La suya es una experiencia de movilidad y social. Creció en el seno de una de las familias más pobres de un barrio de clase media de la ciudad de Roma. El hijo de un sastre de profesión y militante socialista y de una madre de origen campesino pasó a ser el jefe espiritual de una disciplina innovadora en el extremo austral del mundo. En ese sentido, sus estudios sobre el fascismo, el peronismo, la inmigración, la movilidad social, fenómenos todos que estuvieron en el centro de su interrogación sociológica, son, también, un ensayo de objetivación de su propia experiencia, una suerte de autobiografía encubierta.

--En esta línea se inscriben, también, sus investigaciones sobre el peronismo. ¿Qué impacto tuvieron las mismas en la época?

--En sus diferentes estudios sobre el peronismo --verdadera obsesión intelectual-- realizó una sofisticada etiología de ese movimiento político e intentó comprender su especificidad a partir de una comparación con el fascismo europeo y, más tarde, con otras variantes de autoritarismo, europeo y latinoamericano. Intentó comprender el fenómeno colocándolo en el cuadro más amplio de las transformaciones que se habían operado en la estructura social argentina durante la década de 1930 como consecuencia del proceso de industrialización, y especialmente, a partir de los cambios operados en la composición social de la clase trabajadora durante ese período. En rigor, sus investigaciones sobre el peronismo abrieron una agenda de investigación sobre la que habría de centrarse una parte considerable de la producción sociológica de la segunda mitad del siglo XX.

Agencia CTyS-UNLaM