El 2 de octubre de 1968 quedó marcado a fuego como una de las fechas más trágicas en la historia de México. Ese día, unos 10 mil estudiantes iniciaron una jornada de protesta en Tlatelolco, barrio de la ciudad de México, contra el régimen de Gustavo Díaz Ordaz, del Partido Revolucionario Institucional (PRI). La movilización terminó de la peor manera, con cientos de estudiantes muertos, heridos y detenidos por la brutal represión desatada por el ejército y fuerzas parapoliciales. A 51 años de la masacre, el caso sigue impune, con varias preguntas y ninguna condena.
Los delegados del movimiento estudiantil habían conseguido al empezar aquel 2 de octubre más de lo que imaginaban: una reunión con representantes del presidente Díaz Ordaz en la casa del rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Javier Barros Sierra. Los estudiantes agrupados protestaban contra la ocupación militar de institutos educativos, y exigían la liberación de estudiantes detenidos en manifestaciones previas y la disolución del cuerpo de policías antimotines. Como producto del encuentro, se acordó suspender la marcha de estudiantes programada para ese día, y se pactó una segunda reunión para el 3 de octubre.
“En ese momento, los compañeros y compañeras que participaron de la reunión no eran concientes de la represión que se podía desatar afuera”, recuerda Citlalli Hernández Saad de la organización civil Servicios y Asesoría para la Paz (SERAPAZ), en diálogo con Página/12. Cuando los líderes estudiantiles informaban los detalles de esa reunión a los manifestantes desde una tribuna improvisada en el tercer piso del edificio Chihuahua, que daba a la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, se desató el caos.
Un helicóptero que sobrevolaba la zona disparó bengalas verdes y rojas sobre la plaza: era la señal que daban las fuerzas armadas mexicanas para iniciar la represión. Los militares empezaron a disparar a mansalva con ametralladoras desde jeeps y tanques ligeros. El fuego intenso duró media hora. Alegaron ataques de los estudiantes, que nunca pudieron ser comprobados. Colaboró con el despliegue militar un grupo parapolicial conocido como Batallón Olimpia, que se infiltró entre la multitud, con sus miembros identificados por llevar un guante blanco en la mano izquierda.
A 51 años de la masacre, se desconoce el número de víctimas fatales. El gobierno reconoció sólo una veintena de muertos la misma noche del 2 de octubre, aunque según los datos de la Comisión de Verdad, el saldo de muertos supera los 300, y además habla de 700 heridos y 5 mil estudiantes detenidos. Ángel Adrián Huerta García, miembro del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, se detiene en los antecedentes de la masacre: “Tlatelolco es el desenlace fatal de una serie de circunstancias que inicia con una violenta pelea entre estudiantes de dos escuelas de preparatoria. Esto se dio unos meses antes, e intervino el grupo de Granaderos para reprimir el conflicto de una manera bastante rotunda”.
Huerta se refiere al ataque del 2 de julio de estudiantes del Instituto Politécnico Nacional contra la escuela particular Isaac Ochoterena. “De allí comienza este movimiento, que se pronuncia cuando se anuncia la realización de los Juegos Olímpicos en México. Díaz Ordaz en su informe de gobierno había dicho que se le había permitido mucho a estos jóvenes, y que evidentemente iban a tomar cartas en el asunto”, recuerda Huerta. “Se vivía en un contexto de mucha violencia contra los estudiantes y una fuerte estigmatización, en medio de una época marcada por grandes revoluciones y revueltas a nivel mundial”, agrega Hernández.
Una masacre sin justicia
Para la integrante de SERAPAZ, Tlatelolco es “Una de las grandes deudas de la historia de México”. La única condena por el caso, 30 años después de la matanza, es la de Luis Echeverría (mano derecha de Díaz Ordaz, exsecretario de Gobierno) quien fuera procesado por el delito de genocidio, pero por su avanzada edad sólo fue condenado a prisión domiciliaria, y tras dos años obtuvo la libertad condicional. Hernández se sigue preguntando por los responsables: “¿Quién le pidió a los miembros del Batallón Olimpia que usaran guantes blancos? ¿Quién señaló los nombres de los dirigentes estudiantiles asesinados?”. Esas preguntas al día de hoy no tienen respuesta.
En un acto por el 51º aniversario de la tragedia, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador repudió los "hechos lamentables" del 2 de octubre de 1968, una época marcada por "la falta de libertades y de justicia", y reivindicó que con el actual Gobierno "el uso de la fuerza ha quedado relegado". Sin embargo, Huerta destaca que “A la fecha no hay nadie castigado. AMLO pidió que se abra la investigación el año pasado, sin embargo aún no se abrió un procedimiento legal”. Hernández por su parte exige "la apertura de archivos, porque estamos hablando de delitos de lesa humanidad”. Como todos los años, sobrevivientes de la masacre y agrupaciones estudiantiles organizaron una marcha desde Tlatelolco hasta la céntrica plaza del Zócalo para pedir justicia y exigir su Nunca Más.
Informe: Guido Vassallo.