A Totonho, irmao do Mercosul

Siento que me he desprendido, un poco, del ámbito académico. No sé, no estoy seguro. Tal vez sea al revés y ellos se han desprendido de mí. Lo noté a partir del último paper que entregué. Era un trabajo necesario para el cumplimiento de las cláusulas de la beca, pero no ha sido publicado.

He decidido empezar este registro cotidiano de la evolución de la relación con mis colegas, (como si fuera una especie de diario), de esta manera tal vez pueda elaborar otra nueva tesis sobre la reacción que va concitando esta última investigación en curso.

Me doy cuenta de que la hipótesis puede sonar un poco extraña, pero qué es la ciencia sino la ruptura de lo cotidiano con una pregunta. La emergencia de lo diferente como dato imprescindible para la construcción del pensamiento.

Fake news. Su génesis: el tero. Siendo graduado en sociología es absolutamente pertinente preguntarse por qué el mundo se sostiene cada vez más en noticias falsas. Suena mejor decir fake news, hay que reconocerlo. Pareciera ser que este fenómeno funciona como una red imprescindible para que el ciudadano común, y no tan común, pueda vivir con explicaciones que, aunque falaces, brinden un sentido con sesgos de verosimilitud que lo tranquilicen. No sería algo nuevo, sabemos que en la polis griega existieron los mitos, que han dado, y siguen dando, forma y sentido a aquello que puede resultar inadmisible.

Lo nuevo en mi tesis, creo yo, es que intentando rastrear su origen he podido dar con cierta explicación que pareciera contundente, a pesar de que se hace necesaria su comprobación empírica, para poder sostenerla con cierto valor de verdad. Porque con la verdad pasa eso: siempre hay una pre-verdad y una pos-verdad, por lo tanto también podríamos aseverar que la verdad es volátil, ya que no encuentra su lugar entre esas dos puntas que permanecen unidas.

La hipótesis que sostengo es que la génesis del fenómeno socio antropológico de las fake news se encuentra en el tero. No es tan difícil de explicar, sobre todo para alguien como yo que proviene de una zona rural y que ha leído el Martín Fierro, además. Sabemos que de acuerdo a los estudios de ornitología el tero tiene la particularidad, como modo de distracción-protección, de cantar en otro lado, más allá de donde tiene

su nido, de ese lugar secreto y verdadero donde reside su posible descendencia. Donde tiene sus huevos. Al decir de nuestro poeta campestre: "Pero hacen como los teros, para esconder sus niditos, en un lao pegan los gritos, y en otro tienen los güevos", frase de la cual se desprende que se hace imperioso elaborar una noticia falsa para distraer la atención de lo que es valioso, se esconde, y muchas veces tiene olor a podrido. Y no hay nada más desagradable que el olor a huevo podrido. Esto es fácil de constatar.

Frente a dicha hipótesis, y con el supuesto de que la misma pueda ser corroborada, se hace necesaria la elaboración de una respuesta que acerque cierta solución al problema.

En el caso del paper que he redactado, sostengo dos posibilidades que deberían ser contrastadas en una zona experimental creada para tal fin. A saber: 1) Soltar bandadas de teros en las ciudades con la idea de que el ciudadano común, y no tan común, pueda perfeccionarse en la práctica de encontrar el lugar verdadero del huevo, desarrollando cierto oído crítico que le permita distinguir la falsedad del grito del tero.

2) Crear instituciones especializadas que ayuden a distinguir, con toda la seriedad académica que requiere el caso, lo que existe detrás de un falso grito que solo se construye con el objetivo de embarrar la cancha, como suele decirse vulgarmente también en las zonas populares.

Desde luego que profundizando la investigación, es factible que puedan aparecer otras vías de respuestas resolutivas a dicha cuestión. Lo importante del desarrollo de la misma es advertir a la población general de la necesidad imperiosa de desconfiar sistemáticamente del grito del tero, afinando el ojo para ubicar el lugar en donde están escondidos los huevos.

 

perlahardoy@gmail.com