Hoy se cumplen cinco años de la desaparición forzada de Franco Casco, un delito gravísimo por el que están imputados 19 policías en una causa federal elevada a juicio oral este año. Hoy a las 17, en el lugar donde se cruzan la calle Moreno y el Río Paraná en el que fue hallado su cuerpo sin vida el 30 de octubre de 2014, se presentará una nueva publicación del colectivo editorial Aguará para difundir el caso y educar sobre derechos, que fueron vulnerados en aquel crimen.

Con guión de Matías Gómez y dibujos de Joaquín Álvaro Valdés, Todos sabíamos, la historia de Franco Casco es el quinto título de la colección Historietas en lucha. Estos "cuadernos del Aguará" narran en el lenguaje de la historieta algunas experiencias concretas de vida que devinieron emblema de la lucha por los derechos humanos. La presentación fue organizada conjuntamente por el colectivo editorial Aguará y por la Multisectorial contra la Violencia Institucional Rosario, una organización social surgida en 2017 a partir del reclamo de juicio y castigo a los asesinos de Franco. Su reclamo hoy se extiende hacia todos los casos de asesinadxs por la policía en democracia, más de uno por día en el país según datos publicados.

Ramón Casco, el padre de Franco, estará presente como orador junto a la investigadora académica y docente universitaria Marilé Di Filippo (UBA/UNR) y los autores del libro. Se emitirá el evento por radio abierta, se invita al público a traer remeras para estampar esténciles en apoyo a esta lucha y los mates pasarán de mano en mano.

Matías Gómez (Pergamino, provincia de Buenos Aires, 1985) es abogado por la Universidad Nacional de Rosario, trabaja en la Secretaría de Derechos Humanos de Santa Fe en Rosario y antes trabajó en la Subsecretaría de Niñez de esta provincia. También da clase sobre Derechos Humanos en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNR. Todos sabíamos es su primer texto literario publicado. Desde la experiencia, lo que más nutrió al guionista y coautor en relación con esta primera obra es que milita como "hijo político" en la agrupación H.I.J.O.S. (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio) y ahora también, como miembro de H.I.J.O.S., en la Multisectorial contra la Violencia Institucional.

"La militancia me permitió tomar contacto con la historia de Franco y con otros casos en la ciudad. A Elsa (la madre de Franco, fallecida en 2016) la vi un día. Fue a contar lo que estaba pasando, que estaba su hijo desaparecido, pero no llegué a hablar con ella. Para escribir el texto del relato entrevisté a Ramón, accedí a la causa a través de Ramón, y entrevisté a militantes sociales", recuerda Gómez.

Ávido lector que no deja de lado la poesía, Matías es uno de los editores del colectivo editorial Aguará. Sabrina Gullino, Beatriz Schiffino y Jimena Esborraz (de Rosario, Santa Fe) y Alfredo Hoffman (Paraná, Entre Ríos) son los otros integrantes. "Los editores también tenemos una militancia política", dice Matías, advirtiendo que "el proyecto editorial es por fuera de la militancia" propiamente dicha. "Es una militancia cultural, una forma de vida, una forma de construcción política; es un trabajo desde lo humano", reflexiona.

El guionista y editor trabajó en estrecho diálogo creativo con el dibujante, Joaquín Álvaro Valdés, nacido también en Pergamino. Ambos son amigos desde la infancia. A medida que la obra avanzaba, y por respeto, le fueron mostrando cada borrador al papá de Franco. "La publicación cuenta con su aval", destaca Matías. "Estoy muy agradecido que Ramón me haya permitido contar la historia".

Ramón Casco estará presente como orador con la Multisectorial Rosario. La publicación tiene guión de Matías Gómez y dibujos de Joaquín Valdés

A continuación del relato en sí, se suceden claros capítulos didácticos sobre derechos, con citas jurídicas y preguntas para los lectores que fueron pensadas como actividades para el aula. "La obra tiene un laburo teórico en derechos humanos y se apoya en un laburo de investigación en sentido amplio además de lo jurídico, pero además hay una dimensión estética en el trabajo. No es un relato literal, porque el hecho es muy crudo. Cuidamos a la familia en el relato. Hay detalles que fueron surgiendo en los procesos de trabajo", dice Matías, autor de un texto de síntesis extrema donde sorprende una frase, destacada sobre fondo negro: "El río no quiso ser cómplice".

Podría ser un verso de un poema, como las "Palabras a la pequeña Ana" que le escribió José Pedroni a Ana María Ingalinella, hija de Juan Ingalinella, desaparecido por la policía de Rosario en junio de 1955.

En esa misma página, Joaquín Álvaro Valdés dibujó con amoroso detalle el pasaje de tren de Rosario a Retiro que Franco ya tenía comprado y que representa el camino truncado de regreso a su casa en Florencio Varela, la vida que debería haber continuado. Franco Casco fue detenido arbitrariamente cuando se dirigía, solo, a tomar el tren que saldría a las 7 de la tarde en la Estación Rosario Norte. Esa secuencia es narrada de modo oblicuo (escamoteando la representación explícita de la violencia) en una cinematográfica serie de viñetas de primerísimos planos de rostros con expresiones contrastantes, que culmina en un símbolo: la visera de Franco abandonada en la estación. "La gorra y la visera son dos cosas distintas", advierte Matías para explicar la decisión de que sirvan como representación metonímica, en varios lugares del libro, de policías y pibes, respectivamente.

Fue gracias a la insistencia de sus padres en la pregunta por el paradero de su hijo que se supo que Franco había estado en una celda de la comisaría 7º (Cafferata entre Catamarca y Tucumán), infame lugar contra el que se levantan numerosos testimonios (entre ellos, el de una joven entrevistada en este diario el 28 de mayo de 2017). Esa noche, la del 6 al 7 de octubre de 2014 (la última de la breve vida de Franco, hasta donde se pudo saber por los elementos obtenidos en el juicio) es narrada con una síntesis que rescata lo esencial.

Donde más se explaya el relato es antes, en la vida de Franco Casco, contando cómo transcurrían sus días, cómo se ganaba honradamente la vida, qué vocación y qué proyectos tenía, quiénes lo querían: su hijo, su mamá y su papá, sus hermanos, su novia, sus amigos, sus tíos y sus primos. Este procedimiento literario de singularización de la víctima de violencia policial no sólo va a contrapelo del prejuicio, sino que además la retrata como un sujeto respetable, digno de duelo.

 

"Los medios construyen una otredad negativa, de chivo expiatorio", denuncia Matías Gómez en la entrevista: "Hay todo un dispositivo en los medios de comunicación que construye esas vidas como 'vidas que no son dignas de ser lloradas' (como dice Judith Butler), vidas matables. Creemos que los detalles morbosos no suman. Lo importante es rescatar la memoria de la víctima, la vida del pibe, el proyecto colectivo de lucha por justicia, el proyecto de lucha de la familia. Nuestras publicaciones son herramientas para visibilizar la problemática, para incluir la lucha por los Derechos Humanos a través del arte", resume Matías. Todos sabíamos tiene una tirada de 500 ejemplares distribuidos "a pulmón", que aún no llegan a las escuelas.