Algo desconcertante que sigue apareciendo en la crítica cultural es la idea de que un relato, película o lo que fuera es “demasiado” o “innecesariamente” violento. ¿Demasiado con respecto a qué? Si es con respecto a la realidad, imposible; daría la sensación de que el límite que se traspasa tiene que ver, o bien con la sensibilidad de un receptor, o bien con lo que resulta “decoroso” para una obra artística. Ninguna de las dos instancias tienen que ver con la obra en sí, y de hecho la literatura está allí para figurar sus temas con los recursos que le convengan. Tan cerca en todo momento siempre, de Joyce Carol Oates, es interesante en ese sentido porque no solo es una colección de relatos violentos sino que también ofrece una demostración brillante del modo en que la violencia puede ser el mejor recurso para sacar a la superficie lo que de otro modo permanece oculto. Los cuatro relatos que conforman el libro en realidad se agrupan bajo el título originial de Evil eye: four novellas of love gone wrong (algo así como Mal de ojo: cuatro nouvelles de amor malogrado), que es provocador porque sostiene que éstas son, en definitiva, historias de amor, y porque en “evil eye”, que se traduce “mal de ojo”, también está contenida la idea de malignidad.

El mal de ojo y los ojos en general aparecen sobre todo en el primer relato, sobre una chica que se casa con un hombre bastante mayor en un momento de vulnerabilidad posterior a la pérdida de sus padres. Eso de por sí ya es inquietante, y Oates lo refuerza con una descripción idílica de sus primeras citas en la que se deja entrever, en el cuidado paternal del futuro esposo y en las cenas lujosas en una terraza que da a la bahía de San Francisco, que el matrimonio será un intercambio donde se demandará de la esposa una docilidad que roza el infantilismo. La felicidad pronto se arruina, pero lo que termina de instalar un malestar insoportable es la visita de la primera esposa del marido, un personaje que parece la bruja de un cuento de hadas pero que será una especie de ayudante. Hay elementos fantásticos en el relato, que de hecho puede leerse como una versión de Barba Azul, pero lo más inquietante es lo mucho que se parece el matrimonio a todas las relaciones heterosexuales hasta el presente, y especialmente a la generación de nuestros padres: una fuerte desigualdad económica y cultural, autoridad del varón, infantilización de la mujer y manipulación de parte de él hacia una esposa que termina preguntándose, como en un relato gótico, por su propia cordura.

 

"Tan cerca en todo momento siempre", que da título a la versión en español del libro, es una historia de acoso casi de manual por parte de un joven desconocido a una adolescente que no había tenido hasta el momento experiencias con varones y que, incluso después de intuir que hay algo peligroso en su pretendiente, es capaz de decir: “La verdad es que Desmond me daba miedo (…). De solo pensar en él empezaba a temblar. Y aun así, por alguna perversa razón seguía atesorando el recuerdo de mi novio”. Es que los personajes de Oates no viven en un mundo moral; solo los moviliza el peligro, mientras que pueden aceptar altas dosis de maltrato y sordidez antes de que las cosas se desbarranquen, como la madre de “La ejecución”, que se despierta de un coma para descubrir que su hijo posiblemente trató de matarla de un hachazo pero también quiere compensarlo por una infancia en la que se desentendió de él. O la chica de “La plataforma”, víctima de un abuso en la infancia que cambia ese recuerdo por otro tipo de violencia consentida, retorcida y que le da placer. Esta no es una literatura de rectificación, ni siquiera de catarsis; la violencia está ahí para ser más elocuente que las palabras, porque parece ser la única forma de maltrato que podemos concebir plenamente como tal. Es posible leer estos relatos tomando distancia, con un sano horror por haberse asomado mediante la ficción a las vidas de otrxs y encontrarlas enfermas e invivibles. Pero es mucho más interesante tomarlos como un espejo donde mirarse y preguntar qué pactos siempre desiguales, y qué clase de violencias, están entretejidas irremediablemente en los amores que construimos.