La hermandad          5 puntos

Argentina, 2019

Dirección: Martín Falci

Duración: 83 minutos

Estreno exclusivo en el cine Gaumont.

En Tucumán existe un colegio llamado Gymnasium, que, como el Nacional Buenos Aires o el Carlos Pellegrini en Capital, depende de la Universidad. Con una diferencia: el Gymnasium es --o era, hasta el año pasado-- un colegio sólo de varones. Todos los años sus alumnos realizan (¿realizaban?) un campamento en las montañas, en el que los que están por egresar hacen de tutores de los ingresantes, transmitiendo la idea del colegio como “hermandad” que debe mantenerse a través de las generaciones. Ex alumno del Gymnasium, el realizador tucumano Martín Falci filmó el campamento del 2017, que venía precedido de un hecho ominoso (la muerte a cuchillo de un alumno, en la excursión previa) y sería precedente de un hecho histórico: al año siguiente, sesenta años exactos después de su fundación, el colegio pasaría a ser mixto.

Unas placas iniciales informan del primero de esos hechos, pero sin dar detalles sobre las circunstancias en las que el alumno apodado “Paver” fue asesinado. De la cesación del colegio como entidad exclusivamente masculina informan, en cambio, unas placas finales. Ambas decisiones dan la sensación de ser incorrectas. La falta de información sobre el crimen deja al espectador en ascuas: ante un hecho así no hay espectador en el mundo que no quiera saber más. Y el de La hermandad se queda sin saber. En cuanto al cambio de política sexual por parte de la institución, de haberse informado previamente, hubiera permitido que este campamento fuera visto como lo que fue: el fin de una época. Despojado de ambos datos de peso, lo que queda es… un campamento, como tantos. Los horarios y actividades, los juegos y cantos, las hormonas adolescentes y la relación entre los mayores y los menores.

La hermandad sufre de problemas de focalización. Por algún motivo se decidió hacer eje sólo en esos dos grupos etarios, y todo lo que queda en el medio es una masa indeterminada. Eso no quiere decir que los chicos de 5º grado (por lo visto es a esa edad a la que se ingresa en el Gymnasium) y los grandotes de 6º año estén muy definidos tampoco. Lo cual es un problema. Trátese de ficción o documental, el espectador cinematográfico necesita alguien por quien “hinchar”. O a quien odiar. Es muy difícil mantener el interés sin alguno de esos puntos de identificación. Y La hermandad no lo mantiene. Por otra parte, ¿de qué habla la película? ¿De una transmisión generacional, de una iniciación masculina, de la caída de un modelo de conducta viril? Lo primero va de suyo. Las otras dos hipótesis, signadas seguramente por la circunstancia de la que se venía, dan por resultado simulacros de combates, donde lo más violento que ocurre es una muy gentil “pelea” en el barro. Por otra parte se hace difícil sostener el interés por una actividad que tiene por ritual-estrella un “Juego del Zorro” en el que todos parecen correrse entre sí, sin que se entienda cómo, cuándo, por qué o para qué.