El candidato del Frente de Todos Alberto Fernández dijo que “los debates tienen sentido si tienen otras lógicas y otras formas, y lo que éste propone no es lo mejor”. Pero “allí iremos a ver si ayudamos a los argentinos y a las argentinas a decidir bien”, le dijo en la AM750 a Alfredo Serrano Mancilla sobre el debate de domingo en la Universidad del Litoral, el primero de los debates presidenciales organizados por la Justicia electoral.

Serrano le preguntó si no temía que Mauricio Macri lo saque de quicio. “A mí es difícil sacarme de quicio”, rió Fernández. “Me gusta debatir, y cuando se hace sanamente es valioso, pero no hay posibilidad de cruzarse cuando en dos horas y pico de debate cada candidato tiene 13 minutos para hablar”.

Según Federico Aurelio, de Aresco, “para Macri cada acto de campaña presupone el esfuerzo que realizará para reducir una diferencia que parece indescontable”. Pero tiene una dificultad dada por la crisis económica, “que hace más difícil la modificación del voto de las PASO y el otorgamiento de confianza a Macri”. Aurelio dijo a este diario que “cada hecho o acto de campaña de Macri, difícilmente llegue a que el no elector de las PASO cambie su voto y sufrague por él”. Su conclusión es que “hasta ahora la campaña parece más orientada al ‘Sí, se puede’ y a su propio electorado que a otras franjas”.

Parodia

Consultado por Página/12, Raúl Timerman, de la consultora Grupo de Opinión Pública, relativizó el eventual impacto del debate e incluso de las campañas. Respondió así: “Las campañas electorales solo son capaces de definir elecciones cuando los candidatos están muy parejos. Pueden generar diferencias de dos o tres puntos. Cuando, como hoy, hay una diferencia de 15 puntos, nada puede dar vuelta un resultado. Y el debate es solo un acto más de campaña”.

Para Timerman, encima, el formato previsto sugiere que solo habrá “una parodia de debate y veremos más bien una exposición de ideas y algunas preguntas y respuestas”. Además, “los candidatos pueden decir lo que se les antoje porque no hay nadie capaz de pedirles que rindan cuentas de lo que dijeron”. El ejemplo sería el de lo que pasó después de 2015. “Macri debatió con Daniel Scioli y en el 2017 fue a nuevas elecciones sin haber cumplido muchas de sus promesas originales. Hasta hizo lo contrario.”

Cecilia Cross, politóloga y secretaria de Investigación de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo, opinó que “es virtualmente imposible que Macri pueda torcer el resultado de las PASO y también es muy difícil que alcance un ballottage”. En cambio “sus esfuerzos se orientan a conservar el liderazgo de la oposición y en ese sentido un mano a mano con Fernández puede representar para él una imagen del mejor futuro posible”. La duda, para Cross, “es si podrá conservar mejor la compostura que en sus últimas apariciones públicas”. Aunque para su núcleo duro “que Macri esté irritado o enojado no es necesariamente malo porque contribuye a esa imagen de campeón moral, el campeón que resiste en la adversidad, sobre la que se ha estructurado esta segunda etapa, de repliegue, de su campaña”.

El consultor en comunicación Oscar Feito señaló que “Alberto Fernández no se juega nada porque la elección ya está definida” y sí “puede poner en evidencia falta de manejo de la cosa pública y del día a día de la gestión de Macri”. Para Feito “en ese terreno Daniel Scioli era más limitado y por eso no podía exponer a Macri de un modo que, puede suponerse, sí estaría en condiciones de hacer Alberto Fernández”.

Núcleo

La investigadora y doctora en Derecho Político Mabel Thwaites Rey indicó que “para Alberto el debate será la ocasión de demostrar la solidez que viene desplegando”. Para ella “Alberto apuesta a aumentar la diferencia y Macri a conservar su núcleo duro y perder lo menos que pueda”. En su opinión “el Presidente luce más empeñoso y menos guionado que antes y parece jugar a captar más votos de ultraderecha”.

Aurelio dijo que “seguramente, como viene ocurriendo con muchos de los actos de Alberto Fernández, más que una evaluación como candidato ya sirve más medirlo como el muy probable próximo Presidente”. Para Aurelio “la actuación de Fernández en los medios fue perfeccionándose”. Agregó el consultor de Aresco: “Fernández fue encontrando un discurso propio, que no solo responde a la necesidad de su electorado sino al conjunto de los votantes. Le añadió la voluntad de levantar a la Argentina, que abarca a todos, y de bajarles los decibeles a los conflictos sociales. Orienta su discurso también al 50 por ciento que no lo votó en las PASO y que es parte de la sociedad”.

Timerman opinó que “cuando la realidad es tan cruel como la de hoy, tan descarnada, y después de casi cuatro años de gobierno, la gente siente que ya decidió”. Agregó el consultor: “Para Macri las PASO fueron una elección que no fue. Para la ciudadanía las PASO sí fueron una elección. Igual, la gira de Macri de fortalecimiento del voto propio y de giro más a la derecha para captar un millón de votos es algo razonable, porque un político tiene la obligación de pelear hasta el último voto y tener la mayor cantidad posible de legisladores, y debe pelear el liderazgo”.

Para Cross, en teoría al menos “Alberto Fernández se juega más que Macri, porque un axioma básico es que el candidato favorito debe evitar el debate”. Como en este caso se trata de una obligación legal, es probable que Fernández busque reforzar la imagen de un dirigente “idóneo, formado, que tiene en mente el ‘tablero de control’ para dirigir la Argentina”.

La elección está definida y en general los debates no definen un resultado, acordaron los consultados, pero Feito estimó que igual será interesante ponerse frente al televisor porque “siempre puede haber alguna sorpresa”, estimó Feito. Una gaffe oratoria, una metedura de pata, o hasta física. Pero, dijo, “hasta eso sería relativo”. Citó un ejemplo clásico: “¿Alguno transpirará como Richard Nixon en 1960 frente a John Kennedy? Y si transpira, ¿cambiará la intención de voto? Alberto a veces se enoja, lo cual por otra parte es humano, pero imagino que sabrá controlarse. Por lo demás es un cuadro político y de gestión, de manera que en principio no corre riesgos. Incluso lo puede arrinconar a Macri”.

Historias

Mabel Thwaites Rey recuerda como debate histórico el del canciller de Raúl Alfonsín, Dante Caputo, y el senador justicialista Vicente Saadi sobre el acuerdo con Chile en 1984, hace 35 años. Obviamente no le llegaría a los talones el debate porteño del último jueves 10 de octubre. Éste es el análisis de la investigadora: “Fue visto por poca gente y no movió la aguja de la política. El formato fue ridículo, con esas parejas de periodistas diciendo ‘tiempo, tiempo’. Los comentarios de los periodistas en el piso, tanto en TN como en el canal de La Nación, fueron sesgando hacia Horacio Rodríguez Larreta, que ya venía muy favorecido por el esquema de preguntas municipales. Matías Lammens desaprovechó una oportunidad para instalarse con mayor firmeza. No entiendo por qué no le pegó más a Macri y por qué no se despegó más de ataques al Frente para la Victoria en la ciudad. Una oportunidad desaprovechada”.

Según Feito “el debate porteño parecía un picnic de chicos de la secundaria”. Pero “no movió el amperímetro ni generó grandes opiniones ni a favor ni en contra”. Y los dos que según Feito más diferencias buscaron aportar, Matías Tombolini de Consenso Federal y Gabriel Solano del FIT, “eran justo los candidatos que no definen la elección porque están lejos de los dos primeros, Horacio Rodríguez Larreta y Matías Lammens”.

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