Al situar el 17 octubre de 1945
en el contexto internacional del fin de la Segunda Guerra, cuando se ha consolidado un esquema del poder mundial con dos polos hegemonizados respectivamente por Estados Unidos y la Unión Soviética, el significado de ese acontecimiento no sólo marcaría un punto de inflexión histórica en Argentina, con el ingreso masivo a la escena política de trabajadores y “cabecitas negras”. Puede considerarse también el primer paso de la Revolución del Tercer Mundo, que se despliega entre 1945 y comienzos de los años setenta: el 80 por ciento de la población mundial en los territorios de Asia, África y América Latina, hasta entonces y desde los siglos anteriores sometidos a dominios coloniales o neocoloniales por las potencias europeas, Japón y Estados Unidos, inician procesos de liberación nacional, de descolonización, revoluciones y gobiernos populares, que se acompañarían de un vasto movimiento intelectual de reivindicación de la dignidad humana de los pueblos sometidos y de sus identidades étnico-culturales, frente al racismo y a las concepciones de “civilización o barbarie” y de la cultura occidental como la “cultura universal” por excelencia.
A pesar de tener en contra los dos aparatos de prensa más poderosos del mundo -el occidental de Inglaterra y Estados Unidos y el de la URSS y los partidos comunistas, que lo denigran como un resabio nazi o fascista- la figura del General Perón y sus políticas en favor de “los condenados de la Tierra” junto a la definición de la Tercera Posición, van a tener un importante reconocimiento, poco difundido, por parte de líderes que en los tres continentes protagonizaban sus aspiraciones libertarias. Cabe recordar que en 1945, todavía la India era una colonia inglesa y faltarían dos años para que Mahatma Gandhi alcanzara la independencia en 1947 con su resistencia pacífica. Ho Chi Minh y Nguyen Von Giap libraban una guerra de liberación en la Indochina Francesa y recién en 1948 lograrían su triunfo, al igual que Sukarno en Indonesia frente al imperio holandés. Recién en octubre de 1949 -en marzo de ese año se había aprobado la reforma de la Constitución argentina- Mao Tse Tung culmina su Larga Marcha y proclama “China se ha puesto de pie”. Por entonces y durante más de 10 años, los países del África Negra continuaron siendo colonias; y los procesos de independencia con Patrice Lumumba en el Congo; Jomo Kenyatta en Kenia; Nelson Mandela en Sudáfrica; Kwane N´Krumah en Ghana; o Léopold Senghor en Senegal; recién cobrarían fortaleza hacia mediados de la década de 1950 y comienzos de 1960.
En América Latina, el Partido Ortodoxo de Cuba fundado en 1947 -donde militaba el joven Fidel Castro- tenía abiertas simpatías con el peronismo, al igual que Jorge Eliecer Gaitán de la izquierda del Partido Liberal de Colombia y el presidente Juan José Arévalo de Guatemala, quien asume la presidencia en 1945 al poco tiempo de regresar desde Argentina, donde viajaba regularmente y en 1934 había recibido el título de Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. También en Bolivia los líderes y gran parte de las bases del MNR, que toma el poder en 1952, manifestaban su cercanía con las transformaciones impulsadas por el peronismo desde 1945.
En contraste, mientras Estados Unidos y la CIA definían a Perón como el enemigo más peligroso en América Latina hasta que en 1960 fuera reemplazado por Fidel Castro, a poco de finalizar la guerra, ya en 1945 Winston Churchill proclamaba:
“No dejemos que Argentina sea una potencia, porque arrastrará tras sí a toda América Latina. La estrategia es debilitar y corromper por dentro la Argentina, destruir sus industrias, sus Fuerzas Armadas, fomentar divisiones internas de derecha a izquierda, atacar su cultura en todos los medios, imponer dirigentes políticos que respondan a nuestro imperio. Esto se logrará gracias a la apatía del pueblo y a una democracia controlable, donde sus representantes levantarán sus manos en masa para servir a esta misión. Hay que humillar a la Argentina.”
La política de nacionalizaciones promovida por el General Perón y la Constitución de 1949, afectaron seriamente los intereses de Inglaterra en nuestro país, alimentando el odio de ese destacado político de un imperio que se iba desintegrando con los procesos de descolonización. La decisión norteamericana de derrotar al peronismo y disciplinar América Latina, se concreta en esa primera ola sincrónica de golpes militares en los años cincuenta -como más tarde lo haría en los años setenta- que derroca al Partido Ortodoxo, al gobierno guatemalteco y a Getulio Vargas, antes de iniciar el golpe en Argentina con el bombardeo a civiles en la Plaza de Mayo, el mediodía del 16 de junio de 1955. Cuando finalmente el gobierno peronista es desplazado en septiembre de ese año, en un discurso ante la Cámara de los Comunes, Winston Churchill declara:
“La caída del tirano Perón en Argentina es la mejor reparación al orgullo del Imperio y tiene para mí tanta importancia como la victoria de la Segunda Guerra Mundial; y las fuerzas del Imperio Inglés no le darán tregua, cuartel ni descanso en vida, ni tampoco después de muerto”.
En contraste, diversas anécdotas permiten evaluar la imagen de Perón en el Tercer Mundo, además de ser reconocida su política de Tercera Posición como antecedente de la Conferencia de Bandung de 1955, precursora del Movimiento de los No Alienados. Entre otros, el joven Fidel Castro estuvo clasificado por la CIA como “agitador estudiantil peronista de origen cubano”; Kwane N´Krumah se definía como peronista y afirmaba que Lumumba también lo era. El líder de Albania, Enver Hoxha, que estaba a la izquierda de Mao Tse Tung, consideraba que en Argentina los militantes debían ser peronistas; y el Ayatollah Jomeini lideró la revolución iraní de 1979, utilizando el método de enviar directivas por medio de cassettes grabados desde su exilio en París, de acuerdo con las indicaciones que años antes le transmitiera su amigo, el General Perón, también exiliado en Europa.