Este es el tercer año del taller de Activismo Gordo , que empezó en Resistencia en 2017 después de una lucha muy ardua de sus coordinadorxs, en una iniciativa que se desprende del espacio “Hacer la vista gorda” que lleva adelante Nicolás Cuello y Laura Contrera en Buenos Aires. Ellxs son autorxs de Cuerpos sin patrones, el libro que cambió las reglas de la diversidad corporal y Laura es quien, junto a otras activistas de la gordura, se pone al hombro la dificultad de que el taller sea habilitado a desplegar su vuelo sin obstáculos. Hasta hace apenas dos años, la gordura estaba incluida como un sub tema dentro del taller de Corporalidades. “Cuando fue el Encuentro de Rosario en 2016 muches activistes gordes participaron y se dieron cuenta que se necesitaba un espacio de reflexión sobre la opresión específica que sufrimos las personas gordas” explica Contrera a Las12. Ahí fue que el taller encaró una campaña para que la Comisión Organizadora lo incluyera en la grilla oficial. “Fue muy resistido, nos decían que no era necesario. Nosotres pedíamos un taller de activismo gordo, esto es, pensando en la politización del cuerpo gordo. Ante las negativas empezamos una campaña de viralización, que fue muy replicada en redes y creo que acorralamos un poco a la comisión organizadora y nos incluyeron últimos en la grilla oficial de Chaco al año siguiente” dice.

Lo que vino fue un taller muy exitoso, pero en un aula muy chiquita y de difícil acceso. En Trelew fue muchísimo más exitoso aún, lo que reafirmó que este espacio era necesario. “Esta tercera edición del taller nos volvimos a encontrar con dificultades. Quedamos entrampades en lógicas retrógradas de la comisión, que por un lado borró un montón de talleres nuevos. El nuestro sobrevivió pero fue bautizado como “mujeres y gordura”. Protestamos, sacamos una declaración explicando por qué eso era violento, pero lo cierto es que la violencia continuó durante el desarollo de los talleres” explica. Nuevamente excedieron las expectativas pero personas ligadas a la comisión arrancaron los carteles donde ponían “taller de activismo gordo”, les dieron aulas inaccesibles y cambiaron de un día para otro la ubicación. “Nos parecía que había un interés deliberado en impedir la comunicación con las personas que querían acceder al taller y esto tenía que ver con que el mismo sábado a la tarde muchas de las comisiones nos habíamos pronunciado a favor de la plurinacionalidad y del cambio de nombre” dice.

De todos modos, les gordes reunides superaron estas barreras y el domingo, al momento de escribir las conclusiones, se autoconvocaron en el patio de Bellas Artes, aprovechando que había salido el sol, e hicieron un plenario pronunciándose a favor de la plurinacionalidad y de la inclusión de otro montón de identidades además del clásico “mujeres”. En cuanto a las experiencias compartidas, a Contrera le llamó la atención la incorporación de lenguaje activista en personas que no se reconocen como activistas. “La reversión o la reapropiación de la injuria, a través de la palabra gordo y gorde para nombrarse. Se notó una mayor conciencia de la opresión y del disciplinamiento médico y social respecto de la carne considerada excesiva. Hay un lenguaje activista que permeó en la sociedad y los Encuentros han sido un dispositivo de ampliación de nuestros conceptos y también de construcción de una red más federal, más descentralizada, más plural, mas heterogénea” dice.

Se ampliaron muchísimo los temas de reflexión, que da cuenta de lo extendida que está la opresión hacia la gordura. En algunos de los talleres surgió la necesidad de que el feminismo les acompañe un poco más, y también una reflexión en torno a las violencias que recibían por parte de cierto espacio ligado a la organización. “Veníamos acostumbrades a que aparezcan nutricionistas o profesionales de la salud preocupades por explicarnos todos los riesgos que conlleva la gordura. Pero en esta edición, las voces que se levantaron para indicarles que su posicionamiento disciplinante no era bienvenido fueron muchísimas. Incluso personas sin experiencia activista, y eso reafirma todo esto”.

También se habló del acceso al empleo, a la justicia, del tema del mobiliario y del transporte público. Apareció el tema de la educación y el acceso a la ESI, que es un tema recuerrente, y la necesidad de contar con materiales específicos para que les niñes y adolescentes puedan acceder a la diversidad corporal. “Las láminas con las que se enseña ESI siempre presentan cuerpos delgados y esa también es una forma de normativizar y de naturalizar un único tipo de cuerpo”. También se volvió a discutir la idea de “positividad” corporal, de empoderamiento que se trasluce a partir de ciertas influencers, y “de nuevo se sentó una posición crítica en la posibilidad de que Jimena Barón nos venga a liberar de la opresión, ya que para nosotres esa liberación es una construcción colectiva. Son discusiones que llevan tiempo y algunas cosas empiezan a estar saldadas. Lo importante además es que planteamos que los índices de sobrepeso o obesidad infantil no deben ser utilizados para dar cuenta de la catástrofe que implican las políticas neoliberales para nuestro país”.