¿Qué dejó el debate presidencial del domingo pasado desde el punto de vista de la lógica televisiva? ¿Qué pasó después en ese espacio de construcción de sentido cada vez más influyente y abarcativo, el de las redes? Y sobre todo, ¿qué puede esperarse de este segundo debate, en base a todo lo que dejó picando el anterior? Página/12 consultó a especialistas en análisis semióticos, de medios y redes, para pensar lo que puede traer bajo la manga este nuevo encuentro, más allá de su incidencia en la intención de voto. Como producto televisivo –al fin y al cabo, de eso se trata–, coinciden los analistas consultados, lo encorsetado del formato deja poco margen para la innovación en el round de mañana. Se espera que aparezcan algunos temas como el de la corrupción y la inseguridad. O que se introduzcan más datos duros. Pero las novedades vendrán después: justamente en el rebote en medios y redes, donde hay tanto de libre albedrío como de planificación.  

“El formato del debate estuvo muy reglado, con muchos turnos y casi nada de lugar para la interacción entre los candidatos”, marca la investigadora en política y redes Ana Slimovich, y compara lo que se vio el domingo pasado con los de elecciones anteriores. “Producto de ese mismo formato, no hubo pantalla partida, contra plano de un candidato cuando hablaba el otro, que es la contrapartida de la respuesta. Como novedad, mucho más marcadamente que en debates anteriores, las respuestas de los candidatos aparecieron después, en sus redes. El consultor en comunicación política Luciano Galup aporta un dato de color: Mauricio Macri no tomó en sus redes el hashtag oficial #DebateAr2019, como sí lo hizo el resto, sino que creó uno propio. “Lo cual es una muestra del modo en que el oficialismo encaró la campaña en esta última etapa: replegándose a su núcleo duro, hablándole a los propios, concentrado en no perder lo que tiene, más que en salir a ganar”, analiza.

“Quizás el único candidato que respondió en medio del debate, que encontró pequeños espacios para hacerlo, fue Alberto Fernández. Eso fue leído como ‘un triunfo’ desde los propios medios masivos, porque pudo encontrarle un modo de responderle a Macri”, continúa Slimovich, docente en semiótica de redes de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA, e investigadora del Conicet. El semiólogo Roberto Marafioti coincide en que Fernández fue evaluado como el de “mejor desempeño” frente a su principal contrincante. “Se manejó con firmeza y naturalidad, que es lo que se le reconoce en los discursos. Y supo enfocar hábilmente algunos temas. Al de Venezuela, por ejemplo, que obviamente iba a aparecer, le cambió el ángulo. Si Macri atacó tratando de plantear la dictadura de Venezuela, la respuesta de Fernández dejó en claro que lo más importante es de qué manera los venezolanos van a resolver sus problemas, y rechazando la intervención externa. Al tema del hambre no lo tomó, fue Lavagna el que lo planteó, y dos veces. Eso me llamó la atención”, suma el decano de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad de Moreno.

Las fotos que quedaron fijadas

Es interesante observar cómo las dos horas y pico de debate reducen su sentido a lo que deja fijado una foto, un instante, una frase, una construcción posterior: El dedito de Alberto. Macri con cara de enajenado y rasgo duro, transformado en un muñeco en un meme. Los caramelos de Misoprostol. La narco capacitación en las escuelas de Kicillof. Ocurrió también en el debate anterior, con otras reglas. La frase: En qué te han convertido, Daniel. En un panelista de 6, 7, 8 (en aquella ocasión, a diferencia de esta, colocada con timming por el ahora presidente). La foto: la del final del debate, que congela el beso decidido de Juliana Awada a Macri, mientras Scioli queda como pagando (su esposa también había subido a saludarlo, sólo que se demoró unos segundos más. Nuevamente, cuestión de timming). O antes, la del atril vacío. ¿Qué nuevas fotos dejará este debate? ¿Macri pedirá un maquillaje que suavice sus rasgos? ¿Gómez Centurión aportará nuevos slogans bárbaros?

También hubo un video que circuló, y que muestra los segundos posteriores al debate, cuando se apagan las cámaras. Allí se ve a Fernández rodeado de los otros candidatos, saludando afablemente, y a Macri que queda un poco atrás, evitando saludarlo. “Esa sería una de las lecturas que después se retoman en las redes. No se escucha lo que dicen, pero hay algo que se lee ahí, y un sentido que se refuerza. Podemos entender que la figura de AF se posicionó o pudo aparecer como potente. Y esto fue así porque, estando primero en los sondeos y tras los números de las PASO, no se esperaba que tuviera una postura ofensiva contra Macri. Ahí cambió una tradición: el ganador no debate, y si debate, trata de pasar desapercibido”, observa Slimovich.

“En un debate tan limitado por el formato, tal vez eso fue lo más novedoso: que Alberto haya salido a diferenciarse fuerte, se haya arriesgado y no haya tenido un papel más tranquilo o moderado, siendo el va adelante y por tanto tiene más para poner en juego”, coincide Galup, autor de Big data & política. Mucha más novedad no pudo ni podrá haber, con un formato de este tipo. O sí: Lamentablemente, los grandes ganadores son Gómez Centurión y Espert. No porque un debate vaya a sumar o restar votos. Sino por el solo hecho de tener pantalla y posibilidades de decir las barbaridades que dicen. Sus discursos retrógrados terminan legitimados en un espacio de debate, que forma parte de las reglas de juego de la democracia argentina. Pero sus discursos están por fuera de esas reglas de juego”, analiza.

Lo que vendrá

En base a estas lecturas, ¿qué puede esperarse para mañana? “Los candidatos van a tomar posturas en respuesta a cómo fue leído su lugar en los medios y en las redes. Es decir, van a generar discursos pensando en responder a redes y a medios, antes que a sus contrincantes”, asegura Slimovich. Lo cual resulta en un punto paradójico: desde ese punto de vista, el debate que está sucediendo termina siendo ficticio, una suerte de excusa. El real, el que importa, vendría a ser el que ocurre después, en la(s) virtualidad(es), y ya no en las voces y en los cuerpos de los candidatos.

“En el primer debate, también producto de este formato, hubo poca cifra, poco dato duro poco. Ahora se puede esperar que haya más lugar para ir un poco más a los detalles”, aporta también la analista. Como novedades temáticas, coinciden los especialistas consultados, hay un par de ejes que no aparecieron aún, y que se espera que surjan ahora: el de la corrupción es uno, el de la asociación de este tema con la figura de Cristina Fernández, seguramente. También el de la inseguridad. Resta ver de qué manera cobran finalmente cuerpo, si algún furcio aporta algo de picante, cuál será la foto que finalmente se transforme en meme. La instancia decisoria, se sabe, ocurre en otro lugar.