“Y ¿por qué le habrán puesto caballos?” se preguntaba un señor con acento inglés ante la botella de caña Legui en una famosa publicidad de los 70. La escena apuntaba a celebrar el saber de “lo nacional”: ¡Legui era un apócope de Leguisamo y el que no lo sabe es un extranjero. “Un Holandés”, se decía en tiempos del mundial 78. Hoy todo pareció retroceder hacia esos años. En una esquina estratégica de la calle Corrientes mientras una multitud envuelta en banderas argentinas y soplando bubucelas avanza hacia el Obelisco al son de “el que no salta es un K” me preguntaba: y ¿por qué le habrán puesto la marcha del millón?

¿Será por los millones de dólares que se fueron al exterior? Hipótesis sesgada. Admitamos que millón también es apócope de millonarios. La marcha de los millonarios, los que se beneficiaron con sus políticas, los del afano millonario de las autopistas, los que se sintieron invitados cuando en la convocatoria se la comparó con la manifestación agropecuaria de 2008. Hipótesis infundada. Acá no hay millonarios. Más allá de la asistencia casi perfecta de la población cacerolera de barrio norte, la mayoría vino en colectivo y está juntando los billetes para comprarse una banderita celeste y blanca, que están tiradas. Los pañuelitos del “Sí se puede”, no tanto porque cuestan más caros. A 40 pesos la bandera más chica, más barata que un choripán, que aquí nadie compra, por el honor. “Deme dos” de las medianas, se escucha. Casi todos llevan por lo menos tres banderas, la que trajo de casa y las que se compra para agitar cuando suene primero el himno nacional y luego la canción “Se va dar vuelta, Macri lo va a dar vuelta, la gente lo va a dar vuelta”.

La marcha del millón es en realidad la pregunta del millón: una timba argentinísima, la apuesta a revertir el número que salió en las PASO por azar o por descuido. El presidente desde su tarima, pide concetración para las elecciones verdaderas. Hay que poner bien las fichas. Otro hallazgo del sentido común de Durán Barba: hay que ostentar cantidad de seguidores porque a la gente no le gusta apostar a caballo perdedor.

¿Será esta entonces la marcha de los seguidores? En la multitud que llegó puntual y se retirará sin disturbios y sin tomar cerveza, como ella se describe con orgullo, las banderas se agitarán solamente cuando el dron pase por encima y las enfoque. Mientras tanto, la gente se suceden conversaciones timberas: “apostaba a que Macri iba a estar peor en el debate, pero estuvo pasable. Viste que empezó a pegar, basta de hacerse el bueno”. “¿Por qué está la Awada en el escenario y no la puso a la Vidal? Porque es importante demostrar que está bien con la señora. Si no te apoya tu mujer, cómo te va a apoyar la gente. ¿No vieron el chiste que circula en redes? Es muy bueno, un multiple choice: “¿Cuándo lo deja Juliana a Macri? A. Con los resultados de boca de urna. B. Con el escrutiño parcial. C. Con el definitivo. ¡Hechicera! Grita la multitud para exorcizar ese chiste que el presidente refuerza en machismo cuando le agradece a su mujer que siempre lo acompañe, en silencio.

La marcha parece un espectáculo hecho para Instagram. Pasa el dron, la gente salta. Se va el dron, se desconcentra. “¿Me deja sacarle una foto abuela para que se vea que tiene celular?” Sí, querida, pero mirá que me lo prestó mi nieto, igual no sale eso no?” Un gato de peluche se pelea con una Cristina inflable con traje de presidiaria, una foto de Alfonsín, un cartel de la UCR y un señor con boina blanca es toda la referencia a la promesa de que esta marcha emularía la histórica marcha de 1983. Los carteles hechos a mano pero con mucho cariño, reciben sus aplausos cuando aparecen en las pantallas gigantes: “Mientras haya un k en este país te seguiré votando”, “Los errores se corrigen, la Korrupción no”. “No al aborto” “Quiero un país con valores”. Claro que sí, esta es la marcha del millón de valores. Esrte es el capital de Macri que comienza su discurso saludando a los venezolano que sufren.

 

Alguien lleva pegado en la espalda un calco con el slogan “Sí se puede” y abajo un cargo: “Voluntario”. No es alguien, prácticamente todos los que marchan llevan ese cartelito en alguna parte del cuerpo. ¿Cómo hay que hacer para convertirse en voluntario? Como toda respuesta una señora me pega el cartel en la espalda. Esta es la marcha de un voluntariado. El presidente, dice que sí se puede, habla como un pastor bueno y lleno de amor. Y la multitud, se colma de esperanza y alegría. Para que el cambio cambie, para no volver al pasado, para que si se puede. ¿Se puede qué? Una señora responde como si la pregunta estuviera en el aire: ¿Notaste que somos mayoría mujeres y todas mujeres grandes? Es porque estamos “emponderadas”. Esta marcha me llenó de energía. Salgo de acá convencida de que puede… No importa tanto todo lo otro, lo importante es que no avancen. Lo importante es seguir con el cambio, y si no estamos tan bien, lo importante es seguir como hasta ahora, y cambiar, pero defendiéndonos del odio, como dice baby Echecopar. Con el odio acabaremos. ¿Eso estaba en una canción no?