Del pop al pulp

Lo que comenzó siendo una distracción, un hobby, devino extensa serie en curso, con cientos de obras o “mashups culturales”, en ajustadas palabras del guionista estadounidense Todd Alcott. Que cuando no trabaja en películas como Antz, despunta el vicio del diseño gráfico, convirtiendo grandes canciones de grandes artistas en portadas de literatura pulp. Esas publicaciones populares y baratas dedicadas a entretener a las masas, liberadas de cualquier prejuicio o exigencia de verosimilitud, que tuvieron su apogeo en la primera mitad del siglo 20, y que Alcott reivindica con palpable entusiasmo al combinarlas con su pasión por la música. “El diseño de mediados del siglo 20 nunca ha sido superado”, se moja el artista que, trabajando sobre tapas preexistentes de títulos pulp, las interviene con mimo de manera digital, trasponiendo ingeniosamente las letras de las canciones que selecciona, sumando detalles varios, creando una mezcla insólita donde clásicos tracks de la cultura popular se convierten en imaginarios libritos vintage. “La mayor parte del trabajo consiste en combinar texturas”, cuenta el ocurrente varón, que rinde homenaje a -por caso- "Under Pressure", de Queen, transformándola en portada de una novela donde subyace inminente peligro submarino. Ídem tratamiento aplica a "Paranoid Android", de Radiohead, novela sci-fi de tapa blanda en su colección; "Young Americans", de David Bowie, romántica de antología. O "When Doves Cry", de Prince; "Masseduction", de St Vincent; "Born to Run", de Bruce Springsteen; "Maggie’s Farm", de Bob Dylan; "Burning Down the House", de Talking Heads, por citar unos poquitos ejemplos de su extensa, extensa, extensa galería .

Ahora sí… ¿ahora sí?

Ciertamente hubo intentos, pero fallidos, y el asunto al final no prosperó, con compañías como Nickelodeon o Warner Bros dejando caer el proyecto: la adaptación a la pantalla grande (o chica) del cómic de culto Bone; ese clásico moderno de 55 números en blanco y negro que se editara entre 1991 y 2004, para ser reimpreso y vuelvo a reimprimir en lo sucesivo, haciendo las delicias de su fieles y cuantiosos fans. Sin embargo, las épicas andanzas de los primos Fone, Phoney y Smiley Bone habrían encontrado propicio hogar en Netflix, que recientemente aseguró los derechos de la saga fantástica del reputado historietista Jeff Smith , ganadora de premios Eisner y Harvey, considerada “una de las 10 mejores novelas gráficas de todos los tiempos” según revista Time. Con luz verde y vientos a favor, será entonces la plataforma streaming la encargada de dar renovado formato a las inoxidables correrías del trío antropomorfo y sus secundarios de antología. Confirmada la noticia, dicho sea de paso, por el mismísimo Smith, que no falto de entusiasmo, dijo: “He esperado mucho tiempo por esto. Los fanáticos de los libros saben que la historia se desarrolla capítulo a capítulo y libro por libro ¡Una serie animada es exactamente la forma de encarar Bone! El equipo de Netflix entiende el tebeo y está comprometido a hacer algo especial: esta es una buena noticia para los niños y los amantes de los dibujos animados de todo el mundo”. A cruzar los dedos para que no haya más palos en las ruedas de los primos, que ya han tenido suficientes dolores de cabeza tras ser expulsados de la remota Boneville y cruzar valles rebosantes de amenazas, lidiando con oscuras profecías, endemoniados roedores a la caza…

Larga vida al samurái africano

A 440 años de su llegada a Japón, recuerda la publicación gala Slate la historia del enigmático Yasuke, primer extranjero que detentó el inusual honor de haber sido nombrado samurái. Hombre de aproximado metro 90 de altura, de piel “tan negra como el carbón” (según anotase en su diario su contemporáneo Matsudaira Ietada, guerrero ponja del período Sengoku), la leyenda que envuelve a Yasuke ha vuelto a cobrar bríos, amén de dos proyectos cinematográficos en autos. Una venidera biopic estelarizada por Chadwick “Pantera negra” Boseman, y un documental de los cineastas Floyd Webb y Deborah DeSnoo. Retomando la cronología, cuenta el cuento que el arribo de Yasuke a Kioto en 1579 no dejó a nadie indiferente, apiñándose las masas para verlo, generándose tamaño despiole que, acorde al historiador Lawrence Winkler, hubo algunas bajas por aplastamiento… Aunque la mayoría de los especialistas presume que nació en Mozambique, otros sugieren países como Etiopía o Nigeria, donde podría haber sido capturado como esclavo. En lo que sí hay coincidencia es en que llegó junto a un jesuita italiano, Alessandro Valignano, y que -por su estatura, dominio rudimentario del japonés y color de su piel- despertó la curiosidad del daimyō Oda Nobunaga, poderoso señor feudal del siglo XVI que raudamente fue seducido por el poder de oratoria del cultivado africano (que no solo ofrecía floridos relatos sobre su tierra, también gustaba bailar y actuar Utenzi, forma histórica de poesía narrativa en swahili que celebra actos heroicos). Entre Yasuke y Nobunaga, empero, había otro interés en común: las artes marciales. Notando que era “tan poderoso como diez guerreros nipones”, valorando su disciplina e inteligencia, el soberano lo inauguró en el estricto y tradicional código del bushidō, el camino del guerrero, y pronto lo nombró guardaespaldas personal, otorgándole además los más altos honores: invitado a la mesa de Oda, se le permitió usar dos espadas y se le encomendó la lanza del señor. Pelearon codo a codo en repetidas oportunidades, y fue tan estrecho su vínculo que, cuando Nobunaga decide quitarse la vida vía honroso ritual seppuku tras ser traicionado y vencido por uno de sus generales, le pide a Yasuke que lo decapite y lleve su cabeza a su hijo. Tras esa fatídica noche, se pierde el rastro del samurái afro, que “posiblemente se haya sumado a una misión jesuita y se haya ido de Japón”, especula Slate, aclarando que “es imposible saberlo con certeza”.