“Para mí es siempre muy especial encontrarme con esa maravillosa familia del campo por la importancia que tiene en la vida de todos los argentinos. No les tengo que explicar la importancia de comprometerse con el esfuerzo personal, la importancia de la cultura del trabajo, ustedes sin rezongar se levantan a trabajar antes del amanecer, para ustedes no hay feriados ni domingo”, Mauricio Macri, discurso de inauguración de la Exposición Rural 2019.

El Presupuesto 2019 preveía una caída del 0,5 por ciento del PBI. El pronóstico gubernamental era que la recesión tocaría fondo en el primer trimestre del año. A partir de abril, la cosecha récord y el consumo (por efecto de la desaceleración inflacionaria y recomposición salarial) motorizarían la actividad económica. Los más optimistas pronosticaban una recuperación en forma de V. Por ejemplo, las consultoras de Gabriel Rubinstein y de Orlando Ferreres estimaban un crecimiento del 1,6 y 1,7 por ciento, respectivamente. La realidad fue muy distinta. La OCDE proyecta una caída del 2,7 por ciento en 2019, y el FMI, 3,1,

El macrismo también apostaba al ingreso de los “agrodólares” como reaseguro de la pax cambiaria. Los resultados de la campaña 2018/19 fueron muy auspiciosos, luego de la sequía del año pasado. La cosecha de 147 millones de toneladas fue un nuevo récord histórico. El crecimiento interanual de la producción sojera (55,3 millones de toneladas), maicera (57 millones) y triguera (19,5 millones) fue del 46, 31 y 5,4 por ciento, respectivamente. Sin embargo, la liquidación de las exportaciones estuvo lejos de las previsiones oficiales. En los primeros ocho meses del año, el monto liquidado ascendió a 15.238 millones de dólares, un 4 por ciento menos que en idéntico período de 2018.

Con esos números en la mano, Macri podría decir “les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”, parafraseando al radical Juan Carlos Pugliese.

Lo cierto es que el macrismo fue “víctima” de su propio esquema “mercado friendly”. Hasta el gobierno de Cambiemos, el plazo promedio para liquidación de las divisas de las agroexportaciones era de 30 días. El macrismo extendió progresivamente ese plazo a 180 días (abril 2016), 365 (mayo 2016), 5 años (agosto 2016) y 10 años (enero 2017). La obligación de liquidar las divisas por exportaciones se eliminó en enero de 2017 (para los servicios) y noviembre de 2017 (para el resto de los segmentos).

Lo cierto es que el delicado frente externo obligó a reintroducir las regulaciones. El 28 de agosto, el Banco Central limitó el financiamiento en pesos de las grandes empresas exportadoras para forzarlas a vender divisas y, de esa manera, restar presión sobre el tipo de cambio. El domingo primero de septiembre, el ministro Lacunza reintrodujo la obligación de liquidar las divisas a los cinco días hábiles del cobro o a 180 días del permiso de embarque (lo que ocurriera primero). Ese último plazo se redujo a quince días para los commodities.

La última novedad fue el decreto 661/2019 publicado el 23 de septiembre. A través de esa norma, el gobierno condicionó el pago por reintegro de impuestos internos a las exportaciones. Para cobrarlo, las empresas deberán acreditar que liquidaron las divisas en el mercado de cambios. El macrismo culmina su gobierno apelando, de manera errática y tardía, a medidas regulatorias contrarias a su ideario neoliberal.

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@diegorubinzal